Chelsea Quinn Yarbro

Adiós a Madame Saint-Germaine, la reina de la novela fantástica y de terror en un mundo de hombres

Quinn Yarbro, pionera del terror y la fantasía, falleció a los 82 años. Sus diferentes sagas literarias marcaron un hito en la literatura vampírica

En el año 2009, la prestigiosa Horror´s Writers Association le concedió el Premio Bram Stoker por los logros de toda una vida. En 2014, recibió el no menos reconocido World Fantasy Award por idénticos méritos. Antes aún, en 2003, había sido nombrada Grand Master de la World Horror Convention celebrada ese mismo año. Más exótico y curioso, recibió también la Orden de Caballería de la Ciudadela de Brasov, que concede la Sociedad Transilvana de Drácula. El pasado 31 de agosto, más o menos dos semanas antes de su 83 cumpleaños, fallecía Chelsea Quinn Yarbro, nacida Karen Erickson el quince de septiembre 1942, en Berkeley (California). Sin duda, una de las reinas de la novela fantástica, de terror y ciencia ficción de la segunda mitad del siglo XX.

Autora de casi un centenar de libros, entre novelas, antologías y ensayos, Chelsea Quinn Yarbro utilizó a lo largo de su extensa y fructífera carrera numerosos seudónimos: Trystam Kith, para algunas de sus obras de fantasía histórica; T.C.F. Hopkins para sus libros de historia, Vanessa Pryor para su novela romántica “Taste of Wine” (1982), Camille Gabor para su serie de fantasy “The Vildecaz Talents” (2007), y otros. Durante más de 45 años cultivó todos o casi todos los géneros de la ficción popular, siempre con idéntica gracia y profesionalidad: ciencia ficción, romance, novela juvenil, fantasía urbana, high fantasy, terror, fantasía histórica, aventuras e incluso western o excelentes novelizaciones de películas de horror como “Muertos y enterrados” (1980). Sin embargo, siempre será recordada por millones de fans de (casi) todo el mundo, por su larga saga dedicada al Conde de Saint-Germaine.

Hito en el género vampírico

En plena fiebre vampírica desatada por el éxito de “Entrevista con el vampiro” (1976) de la también ya fallecida Anne Rice, Chelsea Quinn Yarbro publica en 1978 “Hotel Transilvania” (nada que ver con la película de animación), donde narra el origen y primeras aventuras y desventuras de su vampiro protagonista, cuyo nombre y personalidad se inspiran, en parte, en el histórico y enigmático ocultista, aventurero, alquimista y espía Conde de Saint Germain (1691 o 1712-1784). El Saint-Germaine alternativo de Yarbro se convertirá, a lo largo de 27 libros, en uno de los prototipos fundamentales y fundacionales del nuevo vampiro romántico de finales del siglo pasado: conquistador, atractivo, maldito, pero siempre dispuesto al amor y a defender a sus amigos, compañeros y, sobre todo, enamoradas, de todo tipo de peligros físicos y sobrenaturales, a lo largo del tiempo y el espacio.

De la Revolución francesa a la rusa, de la Roma antigua a la Primera Guerra Mundial, del Renacimiento a la Depresión, de la China imperial al París ocupado por los nazis, seguimos a Saint-Germaine en sus amores, intrigas y luchas contra seres diabólicos, como los ghoules, enemigos jurados de los vampiros desde el antiguo Egipto, o el culto satánico liderado por su némesis, el perverso Saint Sebastien. A sus libros con Saint-Germaine como protagonista, el último, “Sustenance” (2014), recopilación de cuentos y novelas cortas del personaje, hay que añadir los spin-offs dedicados a dos de sus amantes vampiras: Atta Olivia Clemens y Madelaine de Montalia. En resumen, una divertida serie que mezcla desequilibradamente romance, terror, suspense, ocultismo, aventura e historia, con cuidadas reconstrucciones de época, detalladamente descritas y documentadas. Por desgracia, solo el primer volumen, “Hotel Transilvania” (Alamut, 2009), está publicado en España.

Pero Yarbro fue también una interesante escritora de ciencia ficción, género en el que comenzó su carrera con el relato “The Posture of Prophecy”, publicado por la revista “If” en septiembre de 1969. La mayor parte de su producción de anticipación se inscribe en el terreno de la distopía más pesimista, desde su primera novela del género, “Time of the Fourth Horseman” (1976), donde para controlar la superpoblación los niños son contagiados con varias enfermedades provocando una pandemia global —si en lugar de niños fueran ancianos, la cosa daría aún más miedo—, hasta la única publicada en nuestro país, “Jacintos” (Júcar, 1990), editada originalmente en 1983, donde la posibilidad de manipular y crear sueños se convierte en un negocio, una industria capitalista y una adicción con la que controlar a la población planetaria, mercado negro, pornografía y mensajes subliminales incluidos —o sea: lo que viene siendo internet—, creando un escenario de pesadilla tan acorde con la sensibilidad ciberpunk del momento como con nuestra sociedad digital actual.

Innovó con diferentes géneros

Da la impresión de que, aparte de por motivos profesionales y económicos, Chelsea Quinn Yarbro fue abandonando paulatinamente la ciencia ficción en favor de la fantasía histórica y el romance sobrenatural para escapar también de su pesimista visión de un futuro que veía cumplirse paso a paso. Pero además, esta mujer de múltiples talentos, compositora musical, capaz de tocar seis instrumentos y cartógrafa, entre otras cosas, fue también auténtica investigadora de lo Oculto y paranormal. Lectora del Tarot y quiromántica, contribuyó con varios de sus principales volúmenes al movimiento de “canalización” New Age conocido como “Las enseñanzas de Michael”, transcribiendo las conversaciones, a través de la ouija, con la entidad espiritual llamada Michael del grupo de estudio liderado en los setenta por Sarah Chambers. Un fenómeno que ha llamado la atención, tanto a favor como en contra, de numerosos expertos en nuevos movimientos religiosos, parapsicología y espiritualidad moderna.

Varias publicaciones anuales

Trabajadora incansable, divorciada en 1982 de su único marido, Donald Simpson, y sin hijos, Yarbro dedicaba, según sus propias declaraciones, alrededor de seis horas al día durante seis días a la semana a escribir e investigar para sus obras, llegando a terminar entre tres y cuatro libros y dos relatos o ensayos al año. De todo ello, solo han llegado a nuestro país, que yo sepa, cuatro ejemplos: las citadas “Hotel Transilvania” y “Jacintos”, el divertido pastiche sherlockiano “Mycroft Holmes contra La Hermandad” (Timun Mas, 1999), publicado en 1997 en colaboración con el escritor Bill Fawcett bajo el seudónimo común de Quinn Fawcett; y la novela de terror y fantasía urbana oscura “Nómadas” (Martínez Roca, 1989) de 1984, en excelente traducción de Lorenzo Díaz, convertida por John McTiernan en película de culto dos años después, con Pierce Brosnan como protagonista. Es decir: ni un diez por ciento de su producción literaria.

De hecho, la noticia del fallecimiento de esta reina de la fantasía del siglo XX ha pasado, salvo para los aficionados más encallecidos al género en las redes sociales, prácticamente desapercibida. Mientras se editan incontables novelas de vampiros históricas, fantasías urbanas de todo tipo y romantasy (del que fuera pionera antes de que se le llamara así), escritas por autoras que aún no tienen veinte años y apenas leen lo que no se recomienda en YouTube o TikTok, la obra, el nombre y el renombre de verdaderas precursoras, creadoras que rompieron el techo de cristal de la ciencia ficción y el fantástico en los años sesenta y setenta, como Chelsea Quinn Yarbro, C. J. Cherry, Marion Zimmer Bradley, Tanith Lee, Andre Norton, Lisa Tuttle y tantas otras, caen en el olvido, pese a ser en la mayoría de los casos mucho más atrevidas, sofisticadas e interesantes.

Y ojo: una literatura fantástica femenina y feminista que no tiene pasado, no tiene tampoco futuro. Como su Conde Saint-Germaine, Chelsea Quinn Yarbro perdurará mucho más que otras y otros cuyo éxito será solo un click entre otros miles de millones de clicks en el vacío de internet.