Crítica de cine

‘Aún estoy aquí’: la fuerza de una madre contra los tiranos

El film dirigido por Walter Salles retoma el caso del ingeniero Rubens Paiva, detenido y desaparecido por la dictadura militar

Imagen de 'Aún estoy aquí' en una fotografía cedida por Vértigo, su distribuidora en España. EFE

El inicio de Aún estoy aquí puede considerarse una trampa. En los primeros compases de su nueva película -primer largometraje de ficción que dirige desde En la carretera (2012), su adaptación del clásico de Jack Kerouac, el brasileño Walter Salles nos sitúa en Río de Janeiro a finales de 1970 para presentarnos a la vibrante familia Paiva; vemos a sus siete miembros -el padre, Rubens, su esposa Eunice y los cinco hijos de ambos- mientras comen, charlan, van a la playa, bailan y, en general, son felices. El clan irradia calidez, y una calma con la que Walter Salles seduce a la audiencia, a pesar de que al fondo de la idílica estampa se percibe la sombra de la inestabilidad política.

En 1964, un golpe militar derrocó la democracia en Brasil, durante la que Rubens había sido congresista de izquierdas, y casi siete años después el país sigue bajo la ley marcial. Un día, la policía llama a la puerta de los Paiva, y se llevan bruscamente a Rubens para interrogarlo; no volverá a ver a Eunice ni a los niños nunca más. Y, cuando eso sucede, pasados unos 20 minutos de metraje, Walter Salles nos ha sumergido hasta tal punto en la armonía familiar que todos están a punto de perder, que el choque entre la luz y la oscuridad nos resulta especialmente paralizante. Aquel hogar se convierte de repente en metáfora de todo un país en el que las atrocidades diarias perpetradas por un gobierno opresor ocurren en un paisaje bañado por el mar y el sol.

El director brasileño Walter Salles durante la entrevista con EFE. EFE

Rubens Paiva fue uno de los muchos ciudadanos que la dictadura brasileña hizo desaparecer a lo largo de sus 21 años de duración. Las autoridades admitieron su muerte solo décadas después de haber sucedido, y su cuerpo no ha llegado a ser encontrado. Lo que le sucedió a Rubens es un episodio representativo de los atroces abusos cometidos en el periodo y del trauma duradero que provocaron en un país donde los políticos de extrema derecha, no lo olvidemos, tuvieron el poder hasta no hace mucho.

Candidata al Oscar en la categoría de Mejor Película Internacional -y, tras lo sucedido con Emilia Pérez, nueva favorita para ganarlo-, la película reflexiona sobre los estragos causados por los tiranos y sobre heridas que nunca sanan, pero también sobre la necesidad de no olvidar y de no plegarse frente a la opresión. Y para ello rinde homenaje al estoicismo y el coraje de Eunice Paiva, que incluso en los momentos más sombríos logró mantener un hogar alegre y reconfortante para sus hijos; Walter Salles permanece extremadamente apegado a la perspectiva de la matriarca, contagiándonos de su incertidumbre, su vulnerabilidad y su instinto de protección. Poco después de la detención de Rubens, también ella es encarcelada durante casi dos semanas, después de las que es liberada sin recibir explicaciones; al regresar a casa, inmediatamente intenta proyectar un aire de normalidad mientras la búsqueda de respuestas sobre el paradero de su esposo.

Con el paso de los años, Eunice se convirtió en una reconocida abogada por los derechos humanos dedicada a defender las causas de víctimas de represión política y de la población indígena. Walter Salles, sin embargo, apenas presta su atención a esa faceta de su heroína; prefiere destacar su papel como madre, y de ese modo nos invita a que consideremos el perturbador día a día de la vida bajo una dictadura; los años van pasando para los Paiva, pero algo no cambia: su cotidianidad en todo momento se define por una ausencia.

'Aún estoy aquí", lo nuevo de Walter Salles que conmueve a la audiencia

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La película brilla especialmente cuando Salles se hace a un lado y la deja en manos de su actriz protagonista, Fernanda Torres, que hace unas semanas ganó gracias al papel un Globo de Oro merecidísimo pero aun así sorprendente; el trabajo que ofrece aquí carece del tipo de efectismos que suelen atraer la atención de quienes reparten premios. Asimismo, es la segunda intérprete brasileña en toda la historia en ser nominada a un Oscar en la categoría de Mejor Actriz; la primera no es otra que su madre, la veterana Fernanda Montenegro, en su día candidata a la estatuilla por su espléndida interpretación, también para Salles, en el drama Estación central de Brasil (1998).

Pese al duelo que ella misma está experimentando, Eunice trata a quienes la rodean con cariñosa comprensión, atenta con sus respectivos miedos al respecto de lo que pueden hacer para ayudarla y dotada de humilde resolución. La interpretación de Fernanda Torres es reservada pero rebosante de estoicismo y ternura, y de una fortaleza que enmascara un dolor profundo, que se empeña en no contagiar sus hijos. Cuando un fotógrafo le sugiere que la familia pose con una actitud sombría para una foto que aparecerá en un artículo sobre la desaparición de Rubens, ella se niega y ordena a sus niños que sonrían; su alegría es una forma de plantar cara a quienes desean ver sufrir a los demócratas, y que han condenado tanto a los Paiva como a miles de brasileños más a una vida de tortura psicológica.

En su tramo final, Aún estoy aquí avanza hasta 1996, el año en el que la familia finalmente logra algo parecido a una victoria legal. Y poco después, se produce otro salto temporal: la acción se sitúa en 2014, y Eunice -ahora encarnada por Montenegro- lucha por aferrarse a sus recuerdos de todo lo que la familia ha vivido a pesar del Alzheimer. Es tentador interpretar ese epílogo como una advertencia de Salles al pueblo brasileño, que hasta hace muy poco daba muestras de sufrir una alarmante amnesia al respecto de la dictadura, y como un recordatorio de la fuerza y la resiliencia de las que su heroína hizo gala durante décadas para sobrevivir al régimen que había destrozado a su familia.

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