Desde 2020, Moroccanoil figura entre los patrocinadores más visibles de Eurovisión, firma su logo como “presenting partner” del festival, y sus productos acompañan a los artistas tras bambalinas. Pero detrás de la marca hay algo más que cosmética: Carmen Tal, su cofundadora, representa el cruce entre negocios, belleza y controversia. Su historia despega con un tinte mal aplicado, un viaje a Israel, aceite de argán, y termina con contratos millonarios en el escenario musical europeo. Hoy, su empresa es objeto de cuestionamientos éticos y políticos tan grandes como su presencia publicitaria.
Orígenes de oportunidad
Carmen Tal nació en Chile y lleva muchos años viviendo en Canadá. En 2007 decidió fundar Moroccanoil junto con su entonces marido, Ofer Tal, marcando un eje fundamental en su carrera empresarial. La génesis de la marca se remonta a un contratiempo: cierto día Carmen sufrió un daño en el cabello provocado por una coloración equivocada en Montreal.
En vísperas de una boda en Israel, se vio obligada a mantener ese estado. Fue allí, con ayuda de su cuñada, donde se topó con lo que describiría como uno de los milagros del aceite de argán: transformó su cabello dañado, áspero y reseco en uno suave, brillante y manejable.
Esa experiencia fue el detonante que la impulsó a explorar el aceite de argán como materia prima, a buscar distribuidores en Norteamérica y, poco después, a comprar una fábrica en Israel para producir ella misma el aceite que había probado

De esa experiencia nació una convicción. “Pensé: aquí hay algo bueno. Seis meses después, mi marido viajó de nuevo a Israel, conoció la fábrica y acordamos la distribución en América del Norte. Fue un éxito inmediato. ¡Una tormenta! En una semana no paraban de llamar distribuidores de todas partes. Y en un año cambió todo y compramos la fábrica en Israel”, relataba en una entrevista reciente.
Moroccanoil y Eurovisión: visibilidad global y contratos renovados
Moroccanoil se convirtió en patrocinador oficial de Eurovisión presenting partner en 2020. Su implicación va más allá del mero logo: la marca participa en los estilismos de los artistas, con productos de tratamiento capilar utilizados en backstage, y su imagen aparece en materiales promocionales que introducen cada actuación, en vídeos oficiales y publicidad vinculada al festival.
El contrato inicial acordado con la Unión Europea de Radiodifusión (UER) comprendía cinco años, a partir de la temporada 2019-2020, pero recientemente Moroccanoil renovó para seguir siendo patrocinador también en 2026.

Moroccanoil, como marca cosmética, repite un discurso de naturaleza estética, de belleza, moda, estilo. Pero en su papel de patrocinador principal de un festival internacional y con el peso visual que ello conlleva, lo “apolítico” se vuelve complejo. La UER defiende que Eurovisión ha de ser un espacio neutral, pero las reglas de la visibilidad, los contratos, la procedencia de los patrocinadores y el momento geopolítico lo hacen difícil de separar de lo político.
Mientras Moroccanoil sigue figurando como patrocinador, la marca ha de navegar entre expectativas de mercado, exigencias publicitarias, protestas mediáticas y debates éticos, sin perder credibilidad en los ojos de muchos consumidores que piden transparencia.
Aunque su nombre incluye la referencia a Marruecos (“Morocco + oil”), la empresa es fundada en Israel, registrada como Moroccanoil Israel Ltd., con producción mayoritariamente en ese país. Esto ha generado críticas, especialmente de movimientos de boicot (como BDS), que argumentan que la presencia de Moroccanoil en Eurovisión ayuda a blanquear la imagen internacional de Israel.
En España, partidos políticos, medios y grupos de espectadores han planteado objeciones: algunos piden transparencia sobre cuánto paga Moroccanoil por ser patrocinador, otros cuestionan el rol de la marca en la percepción política del festival, especialmente en el contexto del conflicto palestino-israelí. También se ha debatido si RTVE debería participar si cualquier patrocinador o país implicado en conflicto lo hace, aunque no ha habido un consenso definido.

Carmen Tal es una mujer con visión de marca, que supo transformar un problema personal en una oportunidad de negocio global. Su rol es el de cofundadora y cabeza visible, aunque no siempre es claro qué peso tuvieron sus socios en las partes administrativas y operativas del negocio. Ella misma comparaba la aventura de Moroccanoil con la maternidad: “Cuando tienes un hijo, no sabes adónde vas. Sabes cuál es el comienzo, pero no sabes adónde llegarás. Lo pones todo: empeño, cariño, dedicación, esfuerzo, entusiasmo y empiezas a caminar. Nosotros lo tuvimos claro: había que dejar de lado los egos y rodearnos de personas con talento. Llegamos en el momento justo con el producto preciso, y tuvimos suerte y la ayuda de Dios”.
¿Un patrocinio apolítico es posible?
Moroccanoil, como marca cosmética, repite un discurso de naturaleza estética. Pero en su papel de patrocinador principal de un festival internacional y con el peso visual que ello conlleva, lo “apolítico” se vuelve complejo. La UER defiende que Eurovisión ha de ser un espacio neutral, pero las reglas de la visibilidad, los contratos, la procedencia de los patrocinadores y el momento geopolítico lo hacen difícil de separar de lo político.
Mientras Moroccanoil sigue figurando como patrocinador, la marca ha de navegar entre expectativas de mercado, exigencias publicitarias, protestas mediáticas y debates éticos, sin perder credibilidad en los ojos de muchos consumidores que piden transparencia.