El fenómeno Operación Triunfo vuelve a la televisión con una nueva edición que arranca este lunes y lo hace con una mezcla de caras conocidas y fichajes estratégicos. Chenoa repite como presentadora después del éxito de la temporada anterior, consolidada como una anfitriona cercana, exigente y con un vínculo emocional con el formato que la vio nacer como artista. Pero todas las miradas están puestas también en el jurado, que se renueva para ofrecer un equilibrio entre experiencia, juventud y diversidad de miradas.
La cantante Leire Martínez, exvocalista de La Oreja de Van Gogh, asume el papel de referente en la mesa de valoraciones. A su lado estarán Abraham Mateo, una de las figuras del pop español más internacional; Guille Milkyway, músico y productor conocido por su proyecto La Casa Azul y por su exigencia en cuestiones artísticas; y la periodista musical Cris Regatero, que aportará una perspectiva de comunicación y conexión con el público joven. Entre todos conforman un equipo que deberá evaluar, corregir y, en ocasiones, nominar a los concursantes que aspiren a convertirse en la próxima revelación musical del país.
El peso de las redes sociales
El regreso de OT se produce en un contexto marcado por la omnipresencia de las redes sociales. Lo que antes eran debates en bares o en pequeños foros de fans, hoy se convierte en trending topic en cuestión de segundos. Los comentarios sobre las actuaciones, las valoraciones del jurado e incluso los estilismos de los concursantes generan una conversación inmediata que puede ser tan entusiasta como feroz.
El propio jurado es consciente de esa presión. “Las redes son un ruido necesario e inevitable, porque va a ocurrir, pero hay que darle el lugar que tiene. Punto”, afirma Leire Martínez en una entrevista previa al estreno. “Nuestra responsabilidad está con los concursantes, con ser justos y con aportarles algo que les sirva en su carrera, no en complacer a un timeline que cambia cada minuto”.
“A mí no me gusta reducir este programa a lo que ocurre en las redes sociales”, ha dicho Cris Regatero. “Principalmente porque, si no, no vamos a vivir ninguno tranquilo ni a hacer nuestro trabajo, que es a lo que hemos venido. No es lo real. El año pasado a lo mejor en conjunto había una imagen de que nos podían echar un poco de hate, pero es que realmente yo no lo viví así luego a nivel profesional”.
“Es como esas señoras mayores que se enfadan cuando ven al actor de su serie favorita que ha matado a alguien [en la ficción] y dicen: ¡no lo tendrías que haber hecho! Nosotros sabemos dónde estamos, que es un formato televisivo súper entretenido y súper guay, y que es así. Lo otro… bueno, ahí está”, añade Guille Milkyway.
Por su parte, Abraham Mateo coincide en esa visión y añade que, en su caso, haber crecido bajo el escrutinio de internet le permite empatizar con los participantes. “Cuando yo empecé, las redes podían hundirte o elevarte de un día para otro. Sé lo que es vivirlo en primera persona, así que mi papel aquí también es acompañar y enseñarles a gestionar esa exposición”. “Ese volumen de gente que critica en redes sociales son cuatro gatos. Hacen mucho ruido, pero son cuatro gatos”.
Una mesa con perfiles complementarios
La elección de los cuatro nombres no es casual. TVE y la productora han buscado que cada miembro aporte un ángulo diferente. Martínez representa la experiencia de una carrera consolidada, con un pasado ligado a una de las bandas más exitosas de la música española. Mateo encarna la juventud, la versatilidad y la proyección internacional. Milkyway, con su bagaje en la producción y el indie pop, se perfila como la voz más técnica, capaz de analizar matices de composición, originalidad y estilo. Regatero, por su parte, aporta el contacto con el periodismo musical y la perspectiva de cómo se reciben los artistas desde fuera de la industria estrictamente discográfica.
La otra figura clave de esta edición es Chenoa. La cantante, que participó en la primera edición de OT en 2001 y construyó desde ahí una carrera sólida, se ha consolidado como presentadora. Su presencia aporta una doble capa: por un lado, el conocimiento del formato desde dentro; por otro, la autoridad de alguien que entiende lo que supone estar en el escenario bajo la mirada de millones de espectadores. “Sé exactamente lo que sienten cuando esperan una valoración o cuando se juegan su continuidad en la gala”, ha declarado. “Eso me permite estar cerca de ellos, pero también recordarles que esto es un trampolín, no un destino”.
El reto de seguir siendo fenómeno
La edición anterior de OT demostró que, pese a los cambios en el consumo audiovisual, el programa sigue siendo capaz de generar conversación y talento. Artistas emergentes como Vicco o Aitana ya habían demostrado que el formato puede lanzar carreras de éxito. Ahora la pregunta es si esta generación será capaz de mantener el nivel y adaptarse a una industria cada vez más cambiante.
La producción ha apostado por escenarios renovados, un despliegue técnico más ambicioso y la presencia constante en plataformas digitales para acompañar la experiencia televisiva. La Academia, dirigida de nuevo por Noemí Galera, sigue siendo el espacio en el que los concursantes no solo ensayan, sino que también aprenden a convivir, a trabajar en equipo y a enfrentarse a la disciplina diaria del oficio musical.
La fórmula de OT —una mezcla de emoción, música y narrativa televisiva— sigue intacta. La gran novedad es cómo la audiencia la acompaña hoy: a golpe de tuit, de clip en TikTok o de debates en Twitch. El reto del jurado y de los concursantes será aprender a convivir con esa simultaneidad, donde cada nota se amplifica y cada gesto se convierte en material para la conversación global.