En el 50º aniversario de su fallecimiento, la figura de Fernando Delapuente vuelve a cobrar protagonismo con una gran exposición en el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid, donde más de 70 obras permiten recorrer su evolución artística: desde la etapa formativa ligada a la ingeniería y el servicio militar, pasando por el giro decisivo que supuso su estancia en Italia, hasta su consagración como “el pintor de Madrid”, capaz de transformar cielos, fachadas y horizontes urbanos en explosiones de color y atmósfera que marcaron una forma única de mirar la ciudad.
La nueva exposición en honor al artista español fue inaugurada el pasado miércoles 19 de noviembre por la Fundación Methos, en colaboración con la Fundación Arana Aízpurua. La muestra conmemora su trayectoria artística, la huella que dejó a través de sus obras y el 50º aniversario de su fallecimiento.

El Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM) es la sede de esta exposición, que rinde homenaje a Delapuente y realiza un recorrido por su producción artística en sus distintas etapas vitales, desde su formación como ingeniero hasta su servicio en las fuerzas militares españolas.
La muestra congrega más de 70 obras, provenientes de colecciones privadas y diversas entidades. Entre ellas destaca la participación de la Universidad de Navarra, institución que heredó el legado del artista según lo dispuesto en su testamento.
Un resurgir artístico
La trayectoria del pintor Fernando Delapuente experimentó un quiebre fundamental durante su estancia en Italia (1949-1953). Este país mediterráneo se convirtió en el escenario de una profunda renovación artística.

Fue allí donde Delapuente decidió innovar y experimentar a fondo con su estilo, centrándose especialmente en el uso del color. Este periodo italiano no solo marcó un punto de inflexión, sino que también impulsó la creación de sus primeras obras en las que el color se establece como un elemento definitorio, sentando las bases para el lenguaje visual que luego desarrollaría en sus célebres lienzos de Madrid.
Su conexión con la capital española
Conocido como “el pintor de Madrid”, Delapuente forjó un vínculo estrecho y prolífico con la capital española, aunque también retrató otras ciudades donde residió. Esta conexión con Madrid se refleja en sus cuadros, donde el cielo se convierte con frecuencia en el foco principal y en un elemento cautivador para el espectador.
Delapuente plasmaba la ciudad de manera única, utilizando colores metálicos, como naranjas y azules intensos, para realzar los tonos del atardecer, dotando a sus paisajes urbanos de fuerza y expresividad singulares.

Gracias a la catalogación de más de 120 cuadros relacionados específicamente con la capital, se ha propuesto al Ayuntamiento de Madrid la realización de una exposición monográfica dedicada a su obra, con el objetivo de consolidar su reconocimiento como uno de los grandes paisajistas de la ciudad.
El comisario de la exposición, Andrés Barbé Riesco, señala que la muestra tiene como objetivo “redescubrir a un pintor olvidado pero sobresaliente, que atrajo la mirada de numerosos coleccionistas durante la segunda mitad del siglo XX”.
Su estilo característico
El estilo de Fernando Delapuente se sustenta en tres claves esenciales que lo definen como un artista capaz de ser, simultáneamente, clásico y moderno. Esta dualidad nace de su marcada postura de innovación, que le impidió adherirse a un único modelo tradicional.
Delapuente tenía un deseo particular, no ser identificado como un artista vanguardista más de su generación. Por ello, en sus cuadros planteó un diálogo consciente donde el concepto vanguardista se unía con la esencia tradicional y clásica.
Las tres claves de su pintura comienzan por el vigor colorista que se observa en sus obras. Esta característica la adquirió en su etapa italiana tras una exposición del pintor francés Henri Matisse, la cual fue un despertar para su imaginario artístico.
La libertad expresiva se integró en el estilo de Delapuente a partir de su admiración por Maurice Vlaminck, reconocido por su audaz uso del color. Delapuente se sintió cautivado por la forma en que Vlaminck trataba los árboles, convirtiéndolos en el elemento más llamativo para el espectador y en un campo de experimentación cromática. Siguiendo sus pasos, Delapuente aplicó esa misma libertad a sus cielos.
La búsqueda de la esencialidad es la última clave para entender al artista. Se enfocaba en darle sentido a las cosas y en buscar la verdad de ellas, lo que hace que algunas de sus obras permanezcan invariables en el tiempo.
Último enfoque
Aunque la conexión de Delapuente con Madrid fue profunda, su búsqueda artística no se limitó a la capital. A partir de 1967, el pintor emprendió una nueva etapa marcada por la exploración de paisajes distintos, volcándose especialmente en la representación del mar Cantábrico, donde continuó expandiendo su lenguaje pictórico y su libertad creativa.
En esta etapa desarrolló un lenguaje más esencial y abierto, donde las marinas, las gaviotas y los amplios horizontes se convertían en vehículos de introspección. Sus composiciones comenzaron a desprenderse de lo figurativo para adentrarse en una pintura cada vez más abstracta, cercana a la espiritualidad atmosférica de Turner.

Se considera a Delapuente un artista vitalista y viajero, con una vida cercana a la de un nómada, además de ser un creador profundamente comprometido con la búsqueda de su propio canon de belleza.
La exposición ofrece así una oportunidad única para redescubrir el legado de Fernando Delapuente, un artista que combinó tradición y modernidad, transformando paisajes urbanos y marinas en auténticas obras de introspección y color.


