Arte

Los museos (y el arte) también son de las mujeres

Tres de los cuatro museos de singularidad especial están dirigidos por hombres: el Museo Nacional del Prado, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Hablamos con expertos para entender por qué los centros de arte se resisten a la igualdad

Cuadro de Juana la Loca, en el Museo del Prado

'La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina', de Francisco Pradilla y Ortiz, en el Museo Nacional del Prado Museo del Prado

Ellos pintan, esculpen, escriben, dirigen… Y lideran el sector. La cultura sigue siendo cosa de hombres, tal y como señala el Informe del Observatorio de Igualdad de Género en el ámbito de la Cultura de 2023. Ocupan la mayoría de puestos en actividades cinematográficas, de diseño, edición de libros, gráficas y, por supuesto, económicas.

Sin embargo, cuando hablamos de museos, bibliotecas y archivos, la realidad es otra muy distinta. Las mujeres ocupan el 71,3 % de una industria gobernada por los hombres. Semíramis González, comisaria de exposiciones, gestora cultural, historiadora del arte, y feminista, apunta: “Tienen su truco porque, si lo analizas con perspectiva de género, están atravesadas por la desigualdad. Trabajan en departamentos educativos, en conservación… En todos los que tienen que ver con los cuidados y, por supuesto, los que tienen que ver con servicios de limpieza, pero en departamentos económicos, prácticamente no hay mujeres”.

De los 16 museos de régimen Estatal, dependientes del Ministerio de Cultura y Deporte, 9 están dirigidos por mujeres. Sin embargo, tres de los cuatro museos de singularidad especial están dirigidos por hombres. Estos son el Museo Nacional del Prado, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Pese a eso, Semíramis apunta: “Sus perspectivas son radicalmente distintas entre los tres. Desde el Thyssen y el Reina Sofía hay una clara disposición a que las cuestiones feministas y la visibilidad de las mujeres esté presente”.

“Tienen su truco porque, si analizas los museos con perspectiva de género, están atravesadas por la desigualdad”

Un paseo por la memoria

Dice María Ángeles López Fernández-Cao que los museos son recipientes llenos de memoria. En ellos se esconden secretos sobre la historia, el arte y la política. Son un reflejo de lo que hemos sido y somos como sociedad. De lo que se decide exponer, omitir e incluso ocultar para educar a la ciudadanía en valores acordes a la cultura democrática. Es por eso que deben hacer suyo un cambio que permita una visión menos sexista, clasista, jerárquica y etnocéntrica, así como mostrar que la diversidad es símbolo de riqueza intelectual y cultural.

Como el cine o la literatura, los museos y el arte desempeñan un papel fundamental en la creación del imaginario popular, así como de los vínculos y la reflexión sobre lo colectivo. Son templos de pensamiento y debate. Un museo es una visita por la memoria cultural, o asomarse a la ventana de un pasado sujeto a un discurso androcentrista que adjudica comportamientos estereotipados al hombre y a la mujer. Que perpetúa la desigualdad y limita el ideario popular.

Bodegón de Clara Peters

Clara Peeters. B’odegón con flores, copa de plata dorada, almendras, frutos secos, dulces, panecillos, vino y jarra de peltre’, 1611. Museo Nacional del Prado, Madrid

La desigualdad, una herencia recibida

Las mujeres artistas no han podido trascender con la misma fuerza que los hombres hasta bien entrado el siglo XXI. Y no por falta de interés, o de talento, sino porque “nuestra herencia es la desigualdad histórica, que se ha trasladado a todos los ámbitos del sistema del arte”, explica Semíramis. A esto hay que sumarle que, hasta el siglo XIX, había una inhibición formal de las mujeres a las formaciones, y por tanto había menos mujeres artistas.

“Nuestra herencia es la desigualdad histórica, que se ha trasladado a todos los ámbitos del sistema del arte”

Además, tal y como apunta la Doctora en Historia del Arte María Cruz de Carlos: “Históricamente, no ha habido interés en adquirir sus obras, y ahora es complicado recuperar los años perdidos. Hay otro aspecto bastante problemático entre los museos de arte antiguo, que es la ‘calidad’ de la que supuestamente carecen las obras de muchas artistas. Si la calidad es el criterio primordial, hay museos que dicen no comprar obras de mujeres porque no alcanzan esa calidad, aunque se trate de algo subjetivo”.

Sin embargo, Guillermo Solana, Director del Museo Thyssen, habla de un “borrado” de las mujeres, que “está directamente ligado a la construcción del relato de la historia del arte moderna y contemporánea”. Pero se trata, solamente, de un último muro. “Antes, hay algunos más, porque primero las mujeres tenían que acceder a la educación artística, que estaba legalmente prohibida. Tenían el pretexto de que el dibujo natural del desnudo era una disciplina central en la formación académica de los artistas, por lo que las mujeres por razones morales no debían acceder a eso, y por tanto estaban condenadas a escuelas privadas, estudio de naturaleza muerta, pinturas de flores… A los márgenes. Para que una mujer expusiera de manera oficial, tenía que superar barreras de tipo social. Cuando alguna lo conseguía, era porque tenía una influencia especial, y se trataba como una excepción”.

“Si la calidad es el criterio primordial, hay museos que dicen no comprar obras de mujeres porque no alcanzan esa calidad”

Si bien la mayoría de las obras de los mastodontes museísticos son donaciones, las compras “parten de una premisa paritaria”, explica Eugenia Tenenbaun, Historiadora del Arte feminista. “Es importante buscar la paridad en lo simbólico. No fijarse tanto en qué número de obras de hombres o de mujeres compran los museos, sino cuál es el importe que se paga por ellas. Es aquí donde se sigue viendo esa enorme brecha de género”, concluye.

En cuestión de datos, la diferencia es escalofriante. Salvator Mundi, de Leonardo Da Vinci, fue adjudicado por un valor de 450 millones de dólares en una subasta, mientras que la obra de una mujer artista más valorada, Jimson Weed / White Flower No. 1, de Georgia O’Keeffe, no superó los 45 millones de dólares.

Cuadro de Georgia O'Keeffee

Georgia O’Keeffe, ‘Jimson Weed / White Flower no. 1’, 1932

Las colecciones en femenino: la eterna asignatura pendiente

Las relaciones de desigualdad que se generan dentro del sistema cultural y de las artes no son más que una extensión de las que están presentes en la sociedad. Aunque en los últimos años se ha elevado la conversación feminista, hemos avanzado muy poco en materia de igualdad de género. Lo dice el Instituto de Arte Contemporáneo en un estudio que publicaba hace unos meses, señalando que la presencia de mujeres artistas españolas en los museos es del 30 %.

En los museos, las representaciones humanas están plegadas a lo masculino, quienes protagonizan la gran mayoría de las obras. ¿Las instituciones culturales deben dejar a un lado discursos tradicionales? ¿Tal vez incorporar nuevas relecturas para realizar una visión más compleja? ¿Deberían romper con los roles de género y fomentar la igualdad?

Los tiempos están cambiando. Es una realidad, aunque en ocasiones, lo que percibimos sean, en palabras de María Cruz: “Cambios puramente cosméticos”. Las teorías feministas se van incorporando poco a poco, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. El feminismo debe llegar a los ámbitos de gestión de las instituciones: “Las estructuras de gestión al más alto nivel siguen siendo profundamente patriarcales, no sólo los museos”, concluye.

¿Están cambiando las cosas realmente o es un espejismo?

En los últimos años, los museos están viviendo un proceso de transformación para diluir su discurso machista, programando ciclos, actividades, exposiciones y adquiriendo obras de artistas mujeres, pese a los ajustados presupuestos de los que disponen. Siempre, bajo la idea de “rescatar” o “dar importancia”. ¿Realmente las mujeres necesitan ser rescatadas?

Cuadro 'Desayuno en la cama (1897)', de Mary Cassatt

‘Desayuno en la cama (1897)’, de Mary Cassatt. The Huntington Library, Art Museum and Botanical Gardens, San Marino

Sobre este asunto, las creencias son muy dispares. Teóricas como María Cruz afirman que “el problema no es la ausencia, son las gafas con las que hemos mirado las cosas. Es un término que evoca una actitud paternalista hacia las creadoras. Nadie ‘rescata’ a Velázquez ni a Goya, ¿verdad?”. En cambio, para Semíramis, “hay que hacer precisamente eso, porque en sí mismo es una declaración de intenciones. Los museos tienen que tener una posición abiertamente feminista, dar importancia y valor a las mujeres”.

Por su parte, Eugenia Tenenbaum se muestra tajante: “Hay una fijación por reivindicar los referentes femeninos desde los mismos espacios que los han excluido de manera histórica. Esto provoca que se desplace la atención de algo muy problemático: aplicar la perspectiva de género solamente cuando se habla de mujeres y no de hombres”. ¿El resultado? “Que los mismos espacios que tienen este compromiso de promover la participación femenina de todos los campos y aspectos de la creación artística son al mismo tiempo incapaces de trasladar ese análisis crítico a las exposiciones de hombres artistas”.

El mensaje es directo, duro y alentador. “En 10 o 15 años, los museos deberían haberse transformado por completo. Van por delante de algunos de los sectores de la sociedad, como el corporativo de las finanzas o la energía”, adelanta Guillermo. Los museos y la manera de mirar el arte hecho por mujeres artistas están cambiando, “aunque no es producto de las conciencias de sus directores, sino de un cambio social”, sentencia Semíramis.

“En 10 o 15 años, los museos deberían haberse transformado por completo”

Los museos, como el cine y la literatura, hablan de quiénes somos y lo que nos sucede. Puede que, con el tiempo, al margen de modas, cuotas y obras de caridad, la cultura sea un territorio igualitario, donde ellas puedan pintar, esculpir, escribir, dirigir… y liderar.

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