La nueva serie El refugio atómico ha irrumpido en el panorama televisivo con una premisa que mezcla lo apocalíptico con lo íntimo.
Ambientada en un búnker diseñado para los más ricos, la ficción pone a sus personajes contra las cuerdas. No solo frente al miedo de un mundo devastado, sino también ante las tensiones personales y emocionales que surgen en un encierro tan extremo.
Dentro de ese escenario, destacan dos rostros jóvenes: Pau Simón y Alicia Falcó, que interpretan a Max y Asia, protagonistas de una trama marcada por la culpa, el odio y unos sentimientos imposibles de contener.
Una dinámica explosiva en ‘El refugio atómico’
La historia de El refugio atómico sitúa a Max y Asia en un punto de no retorno. Lo que fue una amistad se transforma en enemistad después de que él sea responsable de la muerte de la hermana de ella. El encierro compartido convierte ese rencor en un juego peligroso donde se cruzan la rabia, el dolor y, poco a poco, un vínculo más complejo de lo que ambos imaginaban.
Ese choque emocional es uno de los motores de la serie y lo que, según la crítica, aporta frescura a un género que a menudo se limita al espectáculo visual.
Para Simón y Falcó, este trabajo ha supuesto una oportunidad única de demostrar su talento en un proyecto con gran repercusión mediática.
Ella, que ya había llamado la atención con Dieciocho y que fue candidata al Gaudí por Las buenas compañías, se consolida como una de las actrices jóvenes más prometedoras. Él, que dejó Girona para instalarse en Madrid con el objetivo de hacerse un hueco en la industria, había aparecido en Nudes. Pero con El refugio atómico encuentra un escaparate mucho mayor.
La química entre Pau Simón y Alicia Falcó
En conversación con la prensa, ambos actores han insistido en que la relación entre Max y Asia no necesitó artificios. “Fue chulísimo. Desde el primer casting hubo mucha conexión”, recuerda Alicia Falcó en La Vanguardia. “Mirando atrás pienso: claro que nos cogieron a nosotros. Todo encaja”.

Pau Simón coincide en que todo fluyó de manera natural: “No tuvimos que planificar nada o forzar nada: la conexión estaba allí. Desde fuera nos decían que quedábamos muy bien juntos”.
Esa naturalidad traspasó las cámaras y se convirtió en uno de los elementos más comentados de El refugio atómico. Una serie que no se limita a retratar un futuro distópico, sino que pone el foco en las relaciones humanas en circunstancias límite.