Antes de que Tiger llegara a España, en nuestro ruedo ibérico se celebra(ba), el 1 de noviembre, una atávica conmemoración: el Día de Todos los Santos. Es una fiesta católica con un diseño de producción menos trabajado que el de Halloween, su némesis anglosajona, aunque plenamente autóctona: mueble español vs. interiorismo de Abu Dabi, Real Monasterio del Escorial vs. Mar-a-Lago, Santander vs. Las Vegas. Nada que hacer.
En el Día de Todos los Santos a uno le vestían de domingo, era arrastrado al cementerio a depositar flores a los que ya estuvieron por aquí (algunos incluso tenían que barrer y fregar tumbas y lápidas); después, los cristianos íbamos a misa con toda la familia y, por último, ¿degustábamos? algunos dulces horrorosos llamados yemas y huesos de santo (al del naming le cayeron cinco años en la Modelo, ¿quién quiere comerse un osario?). Planazo. Exploradores de la ZDF han avistado a un grupo de personas que aún cumplen con esas tradiciones: Pedro, S.A. está pensando en construirles una reserva.
En cambio, en la noche de Halloween, nos disfrazamos de lo que nos da la gana, de Bitelchús o de Ábalos, vamos casa por casa cual corte de los milagros pidiendo, exigiendo, un chute en forma de emanems, chupachups o patatas fritas con sabor a jamón serrano, aunque te den la bolsa a medio comer y con pinza y para acabar el día vemos una peli o serie americana con cosas muy extrañas en las que jóvenes caucásicos hacen lo mismo, pero con abolengo y en plan buenísimo bien. Un Upside Down en toda regla.
Nada que hacer. De nuevo.
Por supuesto, el cine no se escapa a esta invasión del ‘brilli brilli’ extinto: seguramente en el medio digital de aquí al lado encontrarás clickbaits estilo “15 películas que ver con tus hijos en Halloween”, “22 películas para inspirar tu disfraz de Halloween” o “Mira si te atreves: horror en Halloween”. ¡Libertad creativa!, que diría John Galliano.
Pero, amigo, si te quedas por aquí verás disrupción de la buena. Auténtica mandanga Out Of The Box. Una selección de tres filmes (más es sobredosis) que burlan a las calabazas, a las calaveras y a Heidi Klum, pero también trascienden a los Marcelino, pan y vino y a los Don Juan Tenorio, tan ancien régime.
Sí, es cine sobre santos, pero no son ni Francisco, juglar de Dios (Roberto Rossellini, 1950), ni La canción de Bernadette (Henry King, 1943). Estos santos están pegados a la Tierra y son débiles e imperfectos: como tú, como yo y como Sostres. Son películas para todos los santos. Ponte las gafas de pasta que levitamos:
Ordet, la palabra (Ordet, Carl Theodore Dreyer, 1955)
Misticismo y espiritualidad igual a trascendencia. Ordet es el paradigma de la plasmación del hecho religioso. Tomando como punto de partida una historia coral familiar, objetiva el milagro de la resurrección como epílogo a una historia que simboliza el camino humano de la fe cristiana, desde el ancestral temor de Dios a la luz de un Padre bueno.
Cuentan que Dreyer no tocó el suelo durante el rodaje.
Ordet posee un argumento, tono y narrativa muy recomendables para visionar antes de ir al cementerio, mientras rezamos para que, una vez allí, el tatarabuelo Quintín no obre el milagro y tengamos un thriller hecho canción.
La misión (The Mission, Roland Joffé, 1986)
Por aquí nos interesa más el camino a la santidad imperfecta que emprende el niño malo Rodrigo Mendoza (un Robert de Niro que lo da todo en sentido literal) vía redención, que el recorrido paralelo del Padre Gabriel (Jeremy Irons), que elige el martirio como carril adicional hacia la misma meta. San Pedro y San Pablo evangelizando en Iguazú.
De cualquier forma, ambos se complementan en esta obra maestra, plena de vigor y atmósfera, religiosa o no, que recrea la dureza de las misiones jesuíticas en el siglo XVIII (los CR7 de la curia tenían que aparecer en este artículo sí o sí) frente a la naturaleza y la espada (cañonazos portugueses en este caso). Palma de Oro en Cannes para un filme que se envuelve en una de las músicas más bellas que se han hecho jamás. Gracias, Ennio Morricone.
Rompiendo las olas (Breaking the Waves, Lars Von Trier, 1996)
Fuertemente influenciada por la primera (comparten nacionalidad), cuenta la historia de Bess, una mujer de una sensibilidad y un amor a Dios tan puros y cristalinos que la sitúan al borde de la locura (otros lo llaman misticismo) o de la santidad. El gran hallazgo de Rompiendo las olas es entablar un diálogo adulto entre sexo y religión como complementos de la espiritualidad y posicionarlos con naturalidad en un relato extremo y sincero. Y al igual que Ordet, también cae del lado cristiano personalizando el milagro, en un plano final tan bello como clarificador en su posicionamiento narrativo.
Además, la obra es reconocida como el borrador del Movimiento Dogma, un manifiesto cinematográfico promovido por Lars Von Trier y sus amiguitos daneses, transgresor y pertinente en su época pero superado por la Historia y en el que se pretendía recuperar la esencia pura del cine, eliminando cualquier elemento superfluo (para los firmantes, claro) de la puesta en escena.
Como ves, Rompiendo las olas es puro regocijo como una yema de Santa Teresa y espeso como un hueso de santo. Ideal para ver después de comer.
PD. Estas son algunas de mis Pelis Anti-Halloween o Pro-Santas. Si no te gustan estas tengo más, como Plácido (Luis García Berlanga, 1961), con Su Santidad Cassen luchando contra la nada disfrazada de caridad; Los santos inocentes (Mario Camus, 1984): ¿acaso alguien pone en duda que Paco y Azarías son santos?, o Vida oculta (2019) -si vas por ahí haciéndote el chulo hablando de misticismo y esas cosas sabes que en algún momento vas a chocarte con Terrence Malick– .Y si estos huesos no te han convencido, pulsa el botón de la gran N y tendrás a mano bien de chocolate: La noche de Halloween (1978), Halloween II. ¡Sanguinario! (1981), Halloween III: El día de la bruja (1984), Halloween IV: El regreso de Michael Myers (1988), Halloween V: La venganza de Michael Myers (1989)… y así hasta 13. Me chiva mi publicista que contrataron para el naming al mismo de ‘Huesos de Santo’. Que te aproveche y cuidado con el azúcar.