Como cada tercer lunes de abril se celebró la Maratón de Bostón, en su 128ºedición. Junto con las de Nueva York, Berlín, Chicago, Londres y Tokio es uno de los seis grandes más importantes del mundo. 30.000 corredores tomaron la salida, 9.930 mujeres. Puede que muchas de ellas no sepan que la primera que lo corrió hace 57 años abrió la puerta a todas las demás.
Con el dorsal 261 en el pecho Kathrine Switzer se dispuso a correr la Maratón de Boston. Era 1967 y no estaba permitido que las mujeres participasen en mítica prueba del atletismo mundial. Ella lo sabía. Tenía veinte años y llevaba corriendo desde los 12, asistiendo como espectadora a varias de sus ediciones. Hasta entonces, que las mujeres participasen en los 42 kilómetros se consideraba por parte de muchos expertos como un riesgo para su salud.
Pero tras una tanda de 50km su entrenador, Arnie, le insistió en apuntarse, estaba plenamente en forma, tenía grandes cualidades para ello y quería que lo demostrase públicamente. Se inscribió con siglas en lugar de de su nombre para que su identidad no fuese descubierta. Tras escuchar el pistoletazo de salida, empezó a correr, los demás participantes la animaban, el coche de prensa filmaba aquel logro, pero una vez que fue descubierta por la organización, fue interceptada por el director de la prueba.
“Voy a acabar esta carrera arrastrándome si es necesario. Si no la acabo, nadie creerá que las mujeres pueden hacerlo”
En una entrevista durante las jornadas de BBVA 2020, Switzer recuerda, “Vi la cara más furiosa que jamás había visto a alguien, me agarró, me tiró, intentó quitarme el dorsal mientras gritaba: sal de mi carrera y devuélveme el dorsal”. Con la ayuda de su entrenador y de su pareja que también estaban allí, se zafaron del organizador. “Me sentía humillada, avergonzada y con miedo, pero estaba orgullosa de mí misma y quería terminar la prueba”. Se dijo a sí misma y a Arnie “voy a acabar esta carrera arrastrándome si es necesario, porque si no, nadie creerá que las mujeres pueden hacerlo”. Algunos corredores también se solidarizaron con su causa y la protegieron hasta terminar. Cruzó la línea de meta en 4 horas y veinte minutos. “Empecé el Maratón de Boston como una niña y lo acabé como una mujer adulta”.
“Empecé el maratón como una niña y lo acabé como una adulta”
Lo que Kathrine no sabía es que acababa de convertirse un icono de igualdad. Las imágenes de cómo trataban de impedirle seguir corriendo dieron la vuelta al mundo. “Quería transmitir un mensaje a las mujeres. A partir de ahí se convirtió en mi estilo de vida”.
La repercusión y su lucha consiguió la participación de las mujeres en una de las carreras más famosas del mundo. De hecho, pioneras como Bobbi Gibb que también había corrido ese año y el anterior la carrera, pero sin dorsal para no ser descubierta, pudieron ser reconocidas en la historia del palmarés de Boston desde 1966. Y a partir de ahí el efecto dominó fue permitiendo el resto hasta la actualidad. La prueba olímpica no se permitió a las mujeres hasta 1984 en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
En 1974 Kathrine Switzer volvió a escribir su nombre en la historia del atletismo. Ganó la maratón de Nueva York, y al año siguiente volvió a subirse al podio colgándose una plata. Su último fue en 2017, a los 70 años completándolo en 4 horas y 48 minutos.
261, tres números por la igualdad
Su número de dorsal no se hizo popular hasta 45 años después de disputarse la carrera. Kathrine ya era una gran leyenda por sus logros, daba conferencias que ayudaban a difundir su mensaje. Pero con la explosión de internet esos tres números, el 261 se volvieron todo un símbolo por la igualdad de género en el deporte.
Hoy, pueden ver a muchas mujeres que utilizan el 261 para tatuárselo en la piel, adornar sus pancartas o firmar con él. El 261 es el número que nos recuerda que todo es posible.
Desde el año 2015 ordenó todos sus contactos y esfuerzos en una fundación, 261 fearless, traducido al español como 261 sin miedo. Una ONG que trata de promulgar la educación, hábitos saludables, de las mujeres en el deporte, su empoderamiento a través de una potente red de mujeres a lo largo y ancho del planeta. Desde Albania hasta Zambia, su fundación trata de seguir sumando mujeres libres que quieran correr por la igualdad.
“Cuando empecé a ver a mujeres con tatuajes del 261 me di cuenta del poder que esos números tenían” reflexionó Switzer.
Desde este viernes Kathrine ha protagonizado como cada edición del maratón de Boston numerosos actos para seguir promoviendo el deporte entre las mujeres.