Tranquila, sencilla, familiar e incluso un poco introvertida. Así se autodefine Eli Amatriain, ex jugadora de pádel profesional y actual psicóloga deportiva y clínica. Esta última parte quizás sí es más conocida, pues es la cara visible de una figura importante en el mundo del pádel. Aunque ahora, alejada y a la misma vez cerca de esos terrenos, le sorprende que los focos sigan apuntando hacia ella.
Lo que a lo mejor no sabe Eli es que sus palabras, inagotables en un mecanismo de defensa con el que combate su timidez, son toda una fuente de sabiduría. Su voz, pensamientos y reflexiones van acompañados de la experiencia, todo un grado en la vida. A sus espaldas, muchos años en la élite como jugadora. En su presente, una nueva etapa vinculada a la psicología deportiva que le permite ser para otros esa ayuda que durante mucho tiempo a ella misma le faltó.
Por eso, entre otros motivos, en la actualidad jugadores como Gemma Triay, número 1 del mundo, o Martín Di Nenno, número 9 del ranking, confían en ella. En Artículo 14, tras poder charlar largo y tendido con Eli, lo entendemos. Con nosotros repasa su retirada, un duelo que le ha costado pese a prepararse previamente, su nueva vida fuera de la pista y su visión sobre el deporte en el que alcanzó la cima mundial.
Un adiós normalizado
Pese a vivir pegada a una raqueta y a una pala desde muy temprana edad, si algo destaca de Eli es que en su mente la idea de la retirada no se veía como un punto dramático de su vida. Obviamente, habituada a una rutina y a un día a día marcado por la dopamina y los estímulos constantes, el cambio sería importante. De ahí que trabajara concienzudamente en prepararse para ese momento.
“Mi profesión tenía fecha de caducidad. El deportista tiene dos certezas, la muerte y la retirada. Siempre fui muy consciente y traté de prepararme, aunque eso no signifique que ha habido momentos en los que me he sentido mal”. En su caso, esa preparación venía de tiempo atrás e impulsada por una familia que le inculcó en valores y apoyo la luz que necesitaba para afrontar ese túnel.
“Siempre me han inculcado que cuantos más caminos abras, más libertad tienes para elegir después. Yo había estudiado ya magisterio, pero decidí abrir el camino de la psicología en mis últimos años de carrera”. Una decisión que no era casualidad. Su carrera deportiva le había conducido hacia un área que descubrió tarde, pero que ha ocupado de lleno el vacío que deja el retiro profesional.
“No me compensaba”
Si Eli Amatriain decidió colgar la pala fue porque había motivos sobrados para hacerlo. Tras compartir el éxito de la mano de Patty Llaguno, la ruptura de la pareja desencadenó el principio del fin. A partir de entonces, el balance de pros y contras perdía equilibrio en favor de los segundos.
“Los peajes que pagaba por mi profesión y que es la cara menos visible del deportista pesaban mucho. Tenía que estar lejos de mi familia y había muchos momentos en los que no me sentía competitiva”. Fue entonces el momento para parar, cerrar una etapa y arrancar con otra que había empezado dentro del propio circuito.
Sus motivaciones a día de hoy son otras, aunque no descarta regresar para recuperar lo que en parte echa de menos. “Igual en algún momento vuelvo a competir. Hay ciertas cosas que echo de menos, esos picos emocionales que solo se dan en la competición… aunque hay otras cosas que agradezco mucho que hayan cambiado”.
La psicología: aprendizaje, apagafuegos y actual ilusión
En la vida de Eli hay tres pilares que explican su actual vínculo con el mundo de la psicología. Ella, apasionada por la lectura y por la formación continua, siempre quiso saber cómo funcionaba su mente. En su cabeza iba a ser algo que le ayudara en su parte deportiva y no se equivocaba, aunque su primer contacto con el mundo de la psicología no fue por elección propia.
Las cargas que pesan en la espalda del deportista terminaron por derribar a la logroñesa y hacerle tocar fondo. “Llegué a un psicólogo deportivo a modo de apagafuegos y me terminé quedando como forma de autoconocimiento. Hubo un momento en el que sentía que no tenía nivel para competir. Y lo empecé a pasar tan mal que necesitaba ayuda, de lo contrario hubiera dejado el pádel antes”.
Ese primer contacto le abrió los ojos y, lo que había sido una parte desconocida de su vida, se convirtió en indispensable. Desde entonces, el psicólogo deportivo pasó a ser una parte más de su equipo de trabajo. Y el destino, caprichoso en tantas ocasiones, le tenía guardado un futuro en el que ella misma ejercería ese papel que sirvió de auxilio cuando tocó fondo.
Una pieza clave
Hasta el punto actual de su vida ha llegado gracias a que la normalización de la figura del psicólogo ha cambiado a nivel social. Antes era un tema tabú, ahora se entiende como una parte diferencial en la vida del deportista. “Esto es un entrenamiento más que se suma a lo técnico, táctico y físico. Se trata de que la mente sea una aliada, no una enemiga”.
Tal es la aceptación que hay que la propia Eli reconoce un cambio de tendencia en la demanda de los jugadores. “Cuando empecé con algunos jugadores, la demanda de la terapia era alguna dificultad concreta. Ahora muchas veces no hay una dificultad, simplemente la demanda se basa en mejorar la parte mental”.
Un cambio cada vez más necesario en un entorno como el del pádel, que ha sufrido grandes avances en los últimos años. “El desgaste es mucho mayor, la inversión también, existe una tendencia al resultado que produce muchos cambios de pareja…”. En definitiva, un conjunto de sucesos que necesitan de trabajo, ya sea individual o de manera colectiva.
“Yo soy partidaria de trabajar en equipo. En psicología hay cuatro pilares básicos: la motivación, la atención, la gestión emocional y el control del pensamiento. En el pádel hay que sumar un quinto: la cohesión de equipo”. Y tanto trabajo junto a jugadores en un contexto en el que ya no está dentro de la pista tiene sus consecuencias…
“Ahora lo paso peor que antes”
Si la dopamina de competir se ha transformado en la vida de Eli, ver a los jugadores que acuden a ella dentro de la pista le devuelve parte de esa emoción. “Consigo entender cómo se sienten y ellos también se sienten comprendidos porque saben que yo lo he vivido. Pero lo paso mucho peor ahora que cuando era jugadora”.
Un sufrimiento que no puede evitar y en el que reconoce tener que trabajar. “Cuando estás dentro de la pista depende de ti y está bajo tu control. Yo prefiero eso a estar fuera y saber que no depende de mí”. Una gestión de emociones que es parte del deporte, una de las más bonitas de hecho.
“El deporte nos hace emocionarnos, sentir… Y a mí ahora me está sacando esa vena hooligan (risas)”. Eso sí, para Eli poder generar e influir en el público es un auténtico privilegio, aunque su conciencia sobre ello haya sido tardía. “Hay cosas de las que uno toma conciencia lamentablemente cuando ya no las vive y las disfruta. Nos pasa a todos, añoramos lo que perdemos”.
El pádel actual
Desde la mirada de alguien que sigue de cerca vinculada al pádel profesional es más sencillo descifrar la situación actual de un deporte que se ha transformado en los últimos años. La entrada de Premier Padel ha internacionalizado un circuito en el que hay aspectos mejorados, pero otros muchos a mejorar.
“Se le está dando un carácter más profesional, con más ganancias para los jugadores, pero con más trabas para otros. Y me asusta que no se le da la voz que debería a los jugadores”. Una situación que no se producía hace no tanto, pero que según Eli es fruto de un avance descompasado de la base y la parte estructural del pádel.
Con tareas por mejorar, como ella misma destaca, pero con un sueño común en el entorno que envuelve al 20×10: ver el pádel como un deporte olímpico. Se está lejos de ese escenario, aunque no tanto como parece.
La nueva vida de Eli Amatriain
Ver el pádel en unos Juegos Olímpicos es una cuestión de la que se obtendrá respuesta en un futuro. Conocer lo que la vida le deparará a nuestra protagonista también es una situación que solo el futuro puede resolver. Sin embargo, apoyada en esa sencillez que tanto caracteriza a Eli, las metas que se plantea casan perfectamente con su personalidad.
“Mi objetivo es despertarme por las mañanas y sentir bienestar, felicidad. Quiero seguir creciendo en la faceta de psicóloga. Y me gustaría darle el tiempo que no le di en su momento a mi familia”. Volver a su Logroño natal es el primer paso para cumplir con esos objetivos.
Durante su vida, sus elecciones le llevaron a volar lejos de los suyos, aunque siempre ha compartido tiempo de calidad con ellos, lo que le deja sumamente tranquila. Pero ahora, inmersa en su nueva etapa, Eli regresa al lugar en el que empezó su historia. Una que le llevó a la cima, a vivir lo que es tocar fondo y a descubrir su actual ilusión, el mundo de la psicología deportiva.