El reciente concierto sanitario firmado por Muface con las compañías aseguradoras ha encendido las alarmas entre los funcionarios públicos. La salida de DKV del sistema ya era conocida. Pero lo que muchos no esperaban era que el cambio supondría una drástica reducción de servicios por parte de las mutuas que han continuado: Adeslas y Asisa. Cada vez son más las voces que denuncian una atención mermada, un acceso limitado a profesionales y una gestión marcada por la incertidumbre.
La situación se ha vuelto crítica para quienes dependen de Muface para recibir tratamiento médico continuado. Las quejas, lejos de ser casos aislados, revelan una posible tendencia estructural en el nuevo modelo concertado.
“Me quedo, literalmente, tirada”
Una mutualista que había estado recibiendo atención con DKV decidió cambiarse a Asisa el pasado 6 de mayo, confiando en que podría continuar su rehabilitación tras una operación de hombro. “Elegí Asisa porque quería que me tratara el mismo fisioterapeuta que ya me atendió el año pasado”, explica en una carta recogida por El Periódico. Según relata, el profesional aparecía en el catálogo oficial que Muface le envió para 2025. Y además ella misma lo confirmó por teléfono.
Sin embargo, apenas unas semanas después recibió una noticia inesperada. “El jueves 29, el fisioterapeuta me dijo que acababa de recibir un escrito donde Asisa le comunicaba que el 31 de mayo sería el último día que trabajaría con Muface”. A pesar de haber iniciado la rehabilitación confiando en la continuidad del servicio, la afectada se encontró sin cobertura y sin alternativas inmediatas: “El día 30 es mi última sesión de rehabilitación y me quedo, literalmente, tirada”.

Muface ha defendido durante años la eficacia de su modelo sanitario. Un modelo basado en la colaboración con aseguradoras privadas. Sin embargo, la reciente retirada de DKV y la respuesta de las otras dos aseguradoras han puesto en entredicho la viabilidad del sistema. La afectada señala: “Me pregunto si a estas alturas no habría sido mejor destinar todo el dinero inyectado a estas mutuas a reforzar el Sistema Nacional de Salud y acabar con este sistema avariento”.
La falta de una transición planificada, la escasa transparencia en las redes de profesionales y la eliminación progresiva de servicios han provocado un alud de críticas. La incertidumbre generada por los cambios en Muface no solo afecta a la atención médica, sino también a la confianza de miles de funcionarios en el sistema.
La rehabilitación, un servicio crítico en retroceso
Los servicios de rehabilitación se han convertido en el principal foco de quejas en el nuevo marco de Muface. La reducción de profesionales concertados y la dificultad para encontrar alternativas en los catálogos de Adeslas y Asisa son una constante. “Hoy mismo he comenzado a buscar rehabilitación y tardan, mínimo, semana y media en atenderme”, relata la usuaria afectada.
Este retraso, aunque pueda parecer leve, supone un perjuicio real en procesos de recuperación que requieren continuidad y planificación médica. Para muchos mutualistas, el cambio de mutua ha significado también el final abrupto de un tratamiento esencial.

El debate en torno a Muface no es nuevo. Sin embargo, el caos desatado por el nuevo concierto sanitario ha reavivado las críticas contra un modelo que algunos consideran obsoleto. Organizaciones de profesionales de la sanidad y plataformas ciudadanas han defendido reiteradamente la integración del colectivo Muface en el Sistema Nacional de Salud.
Desde esa perspectiva, el dinero público destinado a financiar los conciertos con aseguradoras privadas podría haberse usado para mejorar los recursos públicos en sanidad. Especialmente, en rehabilitación, atención primaria y especialistas. Lo ocurrido en mayo con el concierto de Muface ha reabierto la discusión: ¿se ha blindado un modelo que ya no responde a las necesidades de sus usuarios?