El Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se conmemora cada 3 de diciembre, invita a reflexionar sobre la realidad de un colectivo cuya presencia en el mercado de trabajo sigue siendo limitada, a pesar de los avances sociales. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2023 casi dos millones de personas en edad laboral –1.946.800 entre los 16 y los 64 años– tenían reconocido un grado de discapacidad igual o superior al 33%.
Esto supone el 6,2% de la población en etapa productiva. Una proporción significativa como para considerar la discapacidad como un fenómeno marginal dentro del empleo. Sin embargo, la participación laboral de este grupo continúa muy por debajo de la media general, condicionada por barreras estructurales, desigualdades y limitaciones que podrían mitigarse con políticas inclusivas, entornos accesibles y una mayor conciencia social.
La discapacidad se cuadruplica
Un reciente informe de Funcas destaca que este colectivo es “extraordinariamente diverso“. Las diferencias por sexo, edad, tipo de discapacidad o grado de limitación configuran realidades muy distintas entre sí. De los 16 a los 64 años, la prevalencia -proporción de personas con discapacidad reconocida igual o superior al 33% respecto al total- es ligeramente superior entre los hombres (6,9%) que entre las mujeres (5,5%). La diferencia, sin embargo, se va reduciendo a medida que avanza la edad.
Así, solo el 2,7% de la población entre 16 y 24 años presenta una discapacidad, porcentaje que aumenta al 3,3% entre los 25 y los 44 años y se dispara hasta rozar el 10% entre los 45 y los 64 años. Por lo que, la discapacidad se multiplica por cuatro a partir de los 45 años, un fenómeno que, según los autores del estudio, se explica por “los procesos de deterioro de la salud y las condiciones laborales” y en menor medida por “enfermedades crónicas y accidentes”. En las franjas de edad más jóvenes, en cambio, la mayoría provienen de nacimiento.
Mayor castigo en las mujeres
El aumento de la prevalencia con la edad es todavía más pronunciado entre las mujeres. Mientras que entre los 16 y 24 años solo el 2% de las mujeres presenta una discapacidad, esta cifra alcanza el 8,7% en el último periodo de edad laboral. Y supone que la ratio se multiplique por casi el 4,5 en ese tiempo. En comparación, entre los hombres, el porcentaje pasa del 3,3% al 10,7%, lo que equivale a un aumento de 3,25 veces.
En este sentido, la profesora de Economía de la UNED, Cristina Castellanos, defiende que hay “sectores feminizados que no se reconoce su dureza, como las empleadas del hogar o profesiones ligadas a cuidados”. Además, argumenta, la falta de “un diagnóstico temprano en estos puestos” deriva en una situación de “discapacidad o invalidez”. Aunque añade que el principal motivo puede estar en el “peso del cuidado del hogar“, que mayoritariamente recae sobre ellas, lo que “deriva en falta de tiempo que dedicar a la salud, tanto física como mental”.
Actividad laboral: una brecha que persiste
Uno de los datos más reveladores del informe es la fuerte desigualdad en las tasas de actividad. Mientras el 78% de las personas sin discapacidad participa en el mercado laboral, solo el 35% de quienes tienen una discapacidad reconocida lo hace. Es decir, casi dos de cada tres personas con discapacidad en edad laboral están fuera del mercado de trabajo.
Las cerca de 700.000 personas activas con discapacidad representan únicamente el 2,9% del total de la población activa en España. Y la brecha se intensifica en el tramo de mayor edad: entre los 45 y 64 años, donde la caída de la actividad es mucho más acusada en el colectivo con discapacidad.
Pero no todas las limitaciones afectan por igual a la participación laboral. La tasa de actividad de las personas con discapacidad auditiva alcanza el 61%, relativamente cercana a la de la población general. En cambio, las discapacidades de tipo mental o intelectual presentan tasas mucho más reducidas, del 27% y el 34%, respectivamente. Al mismo tiempo que las discapacidades de índole física se sitúan en posiciones intermedias.
Desigualdad salarial
El informe también aborda las diferencias salariales. Según la operación estadística ‘Los salarios de las personas con discapacidad del INE’, los trabajadores asalariados con discapacidad perciben, en promedio, el 81% del salario anual de los trabajadores sin discapacidad. Si se analiza el salario por hora trabajada, la brecha se reduce ligeramente hasta el 84%. Así, una parte significativa de la diferencia anual se explica por “un menor tiempo de trabajo”, alegan los investigadores.
Con todo, la profesora de la UNED justifica que no solo “las organizaciones que emplean a estas personas deben tener beneficios”, sino que “los trabajadores con discapacidad también tienen que ver aspectos positivos para incorporarse al empleo”.
Dependencia
El grado también influye de manera decisiva en la vida diaria y laboral. Entre las personas con una discapacidad igual o superior al 75%, solo el 11% participa en la actividad laboral, y la mayoría (70%) se encuentra en situación de dependencia reconocida. Es decir, necesita ayuda para realizar tareas básicas. En cambio, entre quienes tienen un grado de discapacidad moderado (entre el 33 y el 44%), la participación laboral es mucho mayor. Y solo un 4% se encuentra en situación de dependencia.
Un aspecto destacado es la brecha salarial de género. En el colectivo con discapacidad, esta diferencia es menor que en la población sin discapacidad y prácticamente desapareció en 2022. Aun así, esta igualdad no debe interpretarse como un avance pleno, sino como consecuencia de salarios generalmente más bajos y una estructura laboral más precaria en todo el colectivo.
Para avanzar hacia un mercado laboral más inclusivo, Cristina Castellanos insiste en que hacen falta “políticas laborales activas coordinadas con las sanitarias y sociales”. Y ajustar cada itinerario “al grado y tipo de discapacidad”. “Hay que demostrar que tener una limitación en una determinada cuestión no implica una incapacidad para trabajar de forma remunerada“, zanja la profesora.

