En el tablero global de los bienes de consumo, pocas operaciones condensan tanto peso económico y controversia política como la que acaba de anunciar Kimberly-Clark. La compañía estadounidense, fabricante de productos como Kleenex, Huggies y Scott, comunicó la compra de Kenvue por más de 40.000 millones de dólares (35.000 millones de euros). Este grupo tiene en su cartera marcas emblemáticas como Tylenol, Neutrogena y Listerine.
El anuncio, que en circunstancias normales simbolizaría la creación de un nuevo gigante del sector, llega en medio de una tormenta mediática y científica con el expresidente Donald Trump acusando públicamente a Tylenol de causar autismo si se utiliza durante el embarazo. La afirmación, sin respaldo médico ni evidencia concluyente, ha sacudido la confianza de los consumidores y reabierto un debate donde se insertan política, salud pública y economía.
Una fusión de escala histórica
Kimberly-Clark, con sede en Irving (Texas), detalló que la operación combina efectivo, deuda y acciones. Los accionistas de su firma poseerán alrededor del 54% de la compañía resultante, mientras que los de Kenvue conservarán el 46%. La integración está prevista para la segunda mitad de 2026.
Mike Hsu, presidente y consejero delegado de Kimberly-Clark, definió la transacción como “la unión de dos empresas icónicas destinadas a crear un líder mundial en salud y bienestar”. Según sus previsiones, el grupo combinado alcanzará unos ingresos anuales de 32.000 millones de dólares y generará sinergias por 2.100 millones al año gracias a la reducción de costes operativos.
La adquisición refuerza el giro estratégico de Kimberly-Clark hacia negocios de mayor margen y crecimiento, tras décadas dominadas por productos de papel, pañales y artículos de higiene. Con Kenvue, el grupo incorpora una sólida cartera de salud y cuidado personal que incluye a Johnson ‘s Baby, Band-Aid, Aveeno, Zyrtec y el propio Tylenol. Precisamente, esta enseña atraviesa su mayor crisis reputacional en décadas.
Las declaraciones de Trump
En septiembre, Donald Trump reavivó la controversia al publicar un mensaje en sus redes sociales en el que advirtió a las mujeres embarazadas que no tomaran Tylenol salvo que fuera “absolutamente necesario” y pidió a los padres evitar administrarlo a los niños pequeños. También reiteró su conocida postura sobre las vacunas infantiles, al sugerir que debían aplicarse de forma separada y en citas médicas distintas.
Días después, en una conferencia en la Casa Blanca, insistió en que el uso del medicamento durante el embarazo podría aumentar el riesgo de autismo, recomendando “evitarlo por completo” y afirmando que “existían señales preocupantes”.
Las declaraciones, difundidas sin respaldo científico, tuvieron una repercusión inmediata en la bolsa. El precio de las acciones de Kenvue cayó con fuerza y las ventas del analgésico se resintieron. Además, algunos estados, como Texas, iniciaron demandas contra la empresa por supuestamente ocultar los riesgos asociados al producto.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y el Departamento de Salud reaccionaron señalando que no existen pruebas concluyentes que vinculen el acetaminofén, principio activo de Tylenol, con el autismo, recordando que sigue siendo el único analgésico de venta libre aprobado para su uso durante el embarazo.
“We are sharing this information not to confuse, but to empower parents to make the best choices when taking medications during pregnancy.” – Acting Assistant Secretary for Health, Dorothy Fink M.D.
MAKE AMERICA HEALTHY AGAIN! pic.twitter.com/utlVWq8FHN
— The White House (@WhiteHouse) September 24, 2025
Las mujeres embarazadas sufren las consecuencias
Kenvue reaccionó de inmediato. En un comunicado, la compañía expresó que las investigaciones independientes y los estudios clínicos revisados por pares demuestran que el uso responsable de acetaminofén no causa autismo, y advirtió sobre el riesgo que supone difundir información médica sin fundamento.
Sin embargo, el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., añadió confusión al debate al afirmar que, aunque no hay pruebas definitivas, “los indicios de una posible relación son muy sugestivos”. Su ambigüedad alimentó el enfrentamiento entre la evidencia científica y la narrativa política.
El reto de Kenvue
En este contexto, Kenvue, recién escindida de Johnson & Johnson en 2023, enfrenta la doble presión de, por un lado recibir demandas judiciales vinculadas a sus productos, y por otro, la pérdida de confianza en su marca más rentable.

El mercado reaccionó a la noticia de la compra con movimientos opuestos. Si bien las acciones de Kenvue subieron un 17% tras conocerse la operación, impulsadas por la prima ofrecida, las de Kimberly-Clark retrocedieron un 12%. Los analistas interpretan que el mercado teme que los riesgos legales y reputacionales de Kenvue pesen más en Kimberly-Clark que sus beneficios potenciales.
Para la nueva compañía, sin embargo, la jugada responde a una lógica de largo plazo. La polémica en torno a Tylenol ha depreciado el valor de mercado de la empresa, lo que permite adquirir activos de alta calidad a un coste inferior. Si logra estabilizar la percepción pública y reafirmar la evidencia científica, la compañía podría transformar la crisis en una palanca de crecimiento. Este caso ilustra cómo la política puede alterar el curso de una empresa global en cuestión de días. Las declaraciones de Trump, amplificadas por redes sociales y medios afines, convirtieron un debate médico en un asunto ideológico. La marca Tylenol, durante décadas símbolo de confianza, se vio súbitamente cuestionada.
Un mercado en crecimiento
El mercado del autocuidado y la salud de consumo sigue creciendo, incluso en entornos de desaceleración económica. Las marcas de Kenvue, con fuerte reconocimiento internacional, pueden aportar márgenes superiores y una diversificación clave frente al estancamiento de los productos de papel. El consumidor estadounidense se ha vuelto más sensible al precio, producto de una inflación que encarece los costes de producción y, como consecuencia, el sector de bienes de consumo se desplaza hacia formatos más pequeños y estrategias de valor.
Para Kimberly-Clark, el reto consiste en gestionar la fusión no sólo en términos financieros, sino también comunicativos. Deberá proteger la reputación del nuevo grupo y evitar que el ruido político eclipse el valor industrial de la operación.
El nuevo conglomerado nace con una escala que lo sitúa entre los mayores del mundo en bienes de consumo. Sus marcas estarán presentes en más de 175 países y alcanzarán a cerca de una cuarta parte de la población mundial. Pero su éxito dependerá tanto de la gestión de sus cifras como de su capacidad para sostener la confianza del público.
La adquisición de Kenvue por Kimberly-Clark simboliza una era en la que la economía y la narrativa social se entrelazan. Los mercados ya no reaccionan sólo a los resultados financieros, sino también a las percepciones y creencias que circulan fuera de ellos. Trump ha colocado a Tylenol en el centro de un debate político y científico. Kimberly-Clark hereda, junto con una valiosa cartera de marcas, la responsabilidad de demostrar que la evidencia y la gestión pueden imponerse al ruido.


