¿Modificar los cuerpos en favor de la moda o el arte?

A FAVOR
Charo Lagares
Jefa de moda de la revista Yo Dona

"Solo es la sublimación de un fenómeno natural presente"

Estoy a favor de la modificación de los cuerpos cuando no provoque un problema de salud.  Desde la manicura a las mechas, el baby bótox o depilarse las cejas, todo supone una modificación del aspecto físico en pos de una tendencia estética. Lo que hace Kim Kardashian solo es la sublimación de un fenómeno natural presente en todas las civilizaciones. La diferencia tal vez es el grado de atención que recibe y la presión a la que ella se debe de someter para lograr seguir mereciéndola. Yo no lo haría porque yo ya ni siquiera uso tacones de más de cuatro centímetros. Si algo no me permite estar cómoda, comer, bailar, sentarme, respirar o salir corriendo detrás del coche en el que se escapa el amor de mi vida (o el ladrón de mi móvil), no me interesa. Comprendo el atractivo de jugar con las proporciones y escapar, en apariencia, de las medidas humanas. Pero yo prefiero ahorrarme la embolia. En conclusión: estoy a favor cuando no provoque un problema de salud y cuando se sea consciente de por qué se hace.

EN CONTRA
Paloma Sancho
Jefa de belleza de la revista Telva

"El problema central surge cuando no es saludable"

Es un tema con muchas aristas y muchos matices. La respuesta es sencilla: no estoy a favor de la modificación de los cuerpos. Sin embargo, en la aparición de Kim Kardashian en la Met Gala lo que ella emplea es un corsé, es decir, busca acentuar su figura. Desconozco los motivos que la llevan a ello: no sé si es una cuestión estética, si hay una provocación, si busca llamar la atención… eso no entro a juzgarlo. Subjetivamente, encuentro ridículo llevar una pieza de moda que te impide caminar y respirar. Un vestido puede modificar un talle natural, pero hacerse un aumento mamario o cualquier otra cirugía estética también, pero de otra forma. El problema central es que haya una razón saludable: estoy en contra de todo aquello que traspasa la frontera enfermiza, que entra en la obsesión por la imagen o en una mala relación con uno mismo, y menos por cumplir un canon estético.

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