Cataluña

El pueblo de la Costa Brava que no tiene fama, pero es un refugio de ensueño

Resulta inevitable pensar que la belleza de Tamariu reside, en parte, en que no es conocido por las grandes masas

Tamariu - Sociedad
Una fotografía panorámica de Tamariu
Visita Costa Brava

En una Costa Brava marcada por nombres que resuenan con fuerza en las guías turísticas —como Tossa, Calella de Palafrugell o Cadaqués—, aún pervive un secreto que se resiste a la estridencia del turismo masivo. Ese secreto se llama Tamariu, un antiguo pueblo de pescadores que ha sabido conservar el alma de la costa catalana más auténtica.

Sin grandes hoteles ni avenidas abarrotadas, Tamariu se presenta como un refugio de ensueño. Una postal viva donde la belleza reside en lo sencillo y lo silencioso.

Tamariu es uno de esos lugares que parecen hechos para desaparecer en ellos. Su playa principal, de aguas cristalinas y arena dorada, se abre tímidamente entre dos promontorios de roca y pinos, como si no quisiera ser descubierta. Este recato natural es parte de su encanto. Esta localidad no busca brillar, simplemente existe. Y esa honestidad lo convierte en uno de los pueblos más bellos de la Costa Brava, aunque no tenga la fama que otros exhiben con tanto orgullo.

Tamariu, donde la naturaleza dicta el ritmo

Lo primero que llama la atención al llegar a Tamariu es la armonía con la que conviven las casas blancas, el mar y la vegetación. La arquitectura tradicional del pueblo se ha mantenido sin estridencias, permitiendo que la naturaleza siga siendo la protagonista. Desde cualquier rincón de esta localidad se escucha el rumor de las olas rompiendo contra las rocas, el susurro del viento entre los pinos y ese silencio peculiar que solo se encuentra en los lugares donde el tiempo parece haberse detenido.

Playa de Tamariu - Sociedad
Una fotografía panorámica de la playa de Tamariu
Costa Brava Pirineu de Girona

Este equilibrio convierte a Tamariu en un destino idóneo para quienes buscan desconectar. No hay discotecas, ni centros comerciales, ni atracciones artificiales. Solo el mar, los caminos de ronda que serpentean entre acantilados y calas escondidas, y un ritmo de vida que invita a la contemplación. Aquí, uno no viene a hacer, sino a estar.

Calas secretas y aguas transparentes

Además de su playa principal, Tamariu guarda pequeños tesoros en forma de calas recónditas. Una de las más bellas es Aigua Xelida, a la que se accede tras un breve paseo por un sendero rodeado de bosque mediterráneo. Esta pequeña cala, de aguas profundamente turquesas, es ideal para practicar snorkel o simplemente dejarse llevar por la inmensidad del azul.

También destacan otras calas como Aigua Dolça o Cala Pedrosa, rincones silenciosos donde el Mediterráneo muestra su versión más íntima. En todas ellas, la palabra que mejor define la experiencia es claridad: la del agua, la del paisaje, la del alma cuando por fin se despoja del ruido del mundo. Por eso Tamariu no es solo un destino físico, sino también emocional.

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