El debate sobre la energía nuclear ha encontrado en las elecciones en Extremadura un escenario inesperado pero decisivo. Lo que durante años fue un asunto técnico y casi tabú se ha convertido ahora en una cuestión política de primer orden, con la central nuclear de Almaraz como epicentro de una discusión que atraviesa ideologías, territorios y modelos energéticos. En esta campaña, el futuro de la instalación ya no se decide solo en despachos ministeriales, sino en las urnas.
La central de Almaraz no es un enclave cualquiera. Está situada en un entorno natural privilegiado, junto al embalse de Arrocampo y muy cerca del parque nacional de Monfragüe. La imagen de fauna salvaje moviéndose con normalidad alrededor de las instalaciones choca con los prejuicios que aún acompañan a la energía nuclear. Y, sin embargo, ese contraste resume bien el momento político que viven las elecciones en Extremadura. Una revisión forzada de viejas certezas.
De energía cuestionada a eje del debate político
Hasta hace pocos años, el cierre progresivo de las centrales nucleares parecía un camino inevitable en España. Almaraz 1 y 2 tenían fechas marcadas en rojo: 2027 y 2028. Pero la crisis energética derivada de la guerra de Ucrania y la decisión de la Comisión Europea de considerar la nuclear como energía verde han cambiado el tablero.
Ese giro ha convertido a las elecciones en Extremadura en un plebiscito indirecto sobre el modelo energético. La continuidad de Almaraz ha pasado de ser una reivindicación técnica a un asunto central del discurso político. Hasta el punto de que ningún candidato con opciones reales se atreve ya a defender abiertamente su cierre.
Uno de los factores que más peso tiene en estas elecciones en Extremadura es el impacto económico de la central. Almaraz genera en torno a 4.000 empleos directos, indirectos e inducidos, y más de 400 empresas dependen de su actividad. En una comunidad con problemas estructurales de empleo, la central es vista como un pilar de estabilidad.
El argumento se repite en la comarca y fuera de ella. Cerrar Almaraz supondría un golpe difícilmente asumible para Navalmoral de la Mata, Cáceres y buena parte del norte extremeño. Por eso, la central se ha convertido en un símbolo territorial que pesa tanto como cualquier promesa electoral en estas elecciones en Extremadura.
Seguridad y funcionamiento, el otro gran argumento
Quienes defienden la continuidad de la central subrayan de forma insistente dos conceptos: seguridad y calidad. El funcionamiento de Almaraz está sometido a controles constantes y a evaluaciones internacionales periódicas. Tanto sus reactores como los de Trillo figuran entre las centrales mejor valoradas en los rankings de seguridad.
Este discurso técnico ha ido calando en el debate público y ha desdibujado parte del miedo histórico asociado a la energía nuclear. En el contexto de las elecciones en Extremadura, la percepción ciudadana ya no se articula solo en términos ideológicos, sino también pragmáticos:
- Suministro eléctrico
- Estabilidad
- Ausencia de alternativas inmediatas
Otro elemento clave en estas elecciones en Extremadura es la fiscalidad. Almaraz pagará en 2025 unos 435 millones de euros en impuestos. Una cifra muy superior a la de hace apenas seis años. La presidenta en funciones, María Guardiola, ha prometido reducir el tramo autonómico a partir de 2027, mientras que el candidato socialista también defiende alargar la vida útil de la central.
Esta coincidencia revela hasta qué punto el debate ha cambiado. El problema no está ya en Extremadura, sino en la política energética nacional, tradicionalmente más beligerante con la nuclear. Esa tensión entre territorio y Gobierno central también se dirime en las elecciones en Extremadura.