En plena comarca cacereña, bajo las tranquilas aguas del embalse de Valdecañas, reposa uno de los enclaves megalíticos más sorprendentes de la península: el dolmen de Guadalperal, un conjunto de piedras prehistóricas que muchos comparan con Stonehenge por su antigüedad y singularidad. Todo comenzó en 1925, cuando el arqueólogo alemán Hugo Obermaier, que entonces ejercía de capellán para la casa de Alba, pasaba una temporada en la finca de Guadalperal, en el término de El Gordo, cerca de Peraleda de la Mata. Al observar unas piedras apenas visibles sobre el terreno, decidió iniciar una excavación que, años más tarde, sacaría a la luz un impresionante monumento funerario de entre 4.000 y 5.000 años de antigüedad.
Durante décadas, el dolmen permaneció visible, hasta que en los años sesenta, la construcción del embalse de Valdecañas condenó al yacimiento a quedar bajo las aguas del río Tajo. Desde entonces, solo en ocasiones excepcionales —coincidiendo con largos periodos de sequía— vuelve a emerger por completo, como ocurrió durante el verano de 2022. Y, con la actual falta de lluvias, todo apunta a que pronto podría volver a aparecer.
Una estructura monumental única
Del conjunto se conservan más de 100 ortostatos de granito, varios aún en pie, que delinean una estructura ovalada. Se distingue claramente la cámara principal, así como los restos de un corredor de unos 20 metros, que habría conectado en su día la orilla del río con el santuario. Destaca especialmente un gran menhir, donde se ha tallado un misterioso motivo en forma de serpiente, aunque algunos expertos, como Ángel Castaño, presidente de la asociación cultural Raíces de Peraleda, sugieren que podría tratarse de una representación esquemática del curso del Tajo, flanqueado por sus afluentes Gualija e Ibor.
Los estudios apuntan a que este enclave fue, en su tiempo, un centro religioso y comercial estratégico, por su situación en uno de los escasos puntos de paso natural del río en dirección norte-sur.
¿Salvarlo o dejarlo donde está?
La reaparición del dolmen ha reabierto el debate sobre su conservación. Aunque desde la asociación local se ha reclamado insistentemente su traslado a una zona segura y accesible, tanto el Ministerio de Cultura como la Junta de Extremadura consideran que mover el monumento supondría una pérdida irreversible. En su lugar, se contemplan medidas urgentes de documentación, estabilización y protección in situ, para evitar que el paso del tiempo y la erosión del agua sigan deteriorándolo.

Según los especialistas, el dolmen de Guadalperal es uno de los más antiguos e importantes del país, motivo por el cual se ha ganado el apodo de “Stonehenge español”. Su valor histórico es incalculable y su estado actual, extremadamente vulnerable.
El riesgo de su fama
La visibilidad del dolmen ha provocado un auge de visitantes espontáneos, lo que ha generado preocupación entre los expertos y vecinos. Actualmente, el yacimiento no cuenta con vigilancia ni medidas de protección, lo que aumenta el riesgo de daños por parte del turismo descontrolado. Por eso, desde Raíces de Peraleda piden no acudir al lugar, y recuerdan que la intervención humana —por bienintencionada que sea— podría suponer un daño mayor que la propia acción del embalse.
Un pasado sumergido
El dolmen de Guadalperal no es el único vestigio milenario oculto por las aguas de Valdecañas. La antigua ciudad romana de Augustóbriga también quedó bajo el embalse, aunque parte de sus restos fueron rescatados y reubicados sobre una colina cercana. Dos templos romanos fueron reconstruidos piedra a piedra, junto a la carretera que bordea el embalse, como testimonio visible de un pasado que, aunque escondido, sigue muy presente.