NAVARRA

El tesoro medieval del siglo XIII que casi nadie visita y tuvo un zoo entre sus murallas

La historia de España no tiene fin y ha dejado lugares que sorprenden por su pasado, como el Castillo Real de Olite, que tuvo un zoo entre sus murallas

El Castillo de Olite, en Navarra
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Entre los tesoros escondidos de Navarra hay uno que aún parece sacado de un sueño medieval. Está declarado Bien de Interés Cultural, fue durante siglos uno de los castillos más lujosos de Europa, alojó animales exóticos como jirafas, leones o avestruces… y, sin embargo, sigue siendo uno de los rincones menos conocidos por el gran público. Se trata del Castillo de Olite, una joya patrimonial en pleno corazón de Navarra que aspira a ser uno de los grandes destinos culturales del norte de España.

A simple vista, el Castillo Real de Olite sorprende por su silueta, con torres, almenas y ventanales sin seguir un plan definido. Pero su irregularidad es solo aparente: cada piedra, cada arco y cada terraza responde a siglos de historia acumulada, de reconstrucciones, incendios y restauraciones. En efecto, esta fortaleza fue levantada en varias fases desde el siglo XIII sobre antiguos restos romanos y, más adelante, convertida en palacio real por Carlos III “el Noble”, el monarca que trató de hacer de Navarra un reino a la altura de las grandes cortes europeas.

Una zona del Castillo de Olite, en Navarra
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Castillo Real de Olite: un palacio sin igual y con zoo incluido

Entre 1387 y 1425, Olite fue mucho más que una residencia real: fue el epicentro cultural y festivo del Reino de Navarra. Carlos III decidió alejarse del carácter austero y militar de Pamplona y transformó Olite en su corte favorita. Allí no solo se celebraban cortes y recepciones diplomáticas, sino también justas, fiestas, bailes, banquetes e incluso, había espectáculos con animales exóticos.

Porque sí, entre los muros del Castillo de Olite existió uno de los primeros zoológicos de Europa, en una época en que la posesión de animales raros era símbolo de poder y sofisticación. Se sabe que en sus patios y jardines convivieron especies como leones, jirafas, avestruces, monos, búfalos, serpientes, ocelotes, cisnes o incluso un dromedario. También había halcones, pavos reales, antílopes y gamos. Todos eran traídos desde tierras lejanas como muestra del alcance diplomático y comercial del Reino de Navarra.

El esplendor perdido y rescatado

El Castillo de Olite siguió siendo residencia real hasta el siglo XVI, cuando pasó a manos de la Casa de Alba. A partir de entonces, entró en una larga decadencia. Fue incendiado durante la Guerra de la Independencia, víctima de una decisión militar estratégica que muchos historiadores consideran hoy innecesaria. Las bóvedas, las maderas nobles, las decoraciones y parte de su archivo histórico ardieron o fueron saqueados. Durante casi un siglo, el castillo fue una sombra de lo que había sido, reducido a ruinas dispersas por el casco antiguo de la localidad.

Afortunadamente, en el siglo XX comenzó una nueva etapa. En 1913, la Diputación Foral de Navarra adquirió lo que quedaba de la fortaleza y, tras declararlo Monumento Nacional, se encargó una ambiciosa restauración. Lograron reconstruir gran parte del castillo respetando su trazado gótico original. Gracias a este esfuerzo, hoy podemos ver una imagen muy próxima a la que tuvo en tiempos de esplendor.

Un presente de cultura, turismo y misterio

A pesar de su historia excepcional y su belleza arquitectónica, el Castillo de Olite sigue siendo un lugar relativamente desconocido fuera de Navarra. Mientras otras fortalezas más mediáticas reciben millones de visitantes al año, Olite conserva aún ese encanto tranquilo de lo que no ha sido masificado. Pero quienes lo descubren, rara vez lo olvidan.

En la actualidad, el castillo se puede visitar casi en su totalidad. Cuenta con torres accesibles, jardines restaurados, galerías y salas que evocan la vida palaciega. En una de sus alas más antiguas, incluso funciona un Parador Nacional, donde los visitantes pueden dormir entre muros centenarios. Además, el palacio es sede de festivales culturales como el Festival de Teatro Clásico de Olite; visitas teatralizadas y exposiciones, y la leyenda de los fantasmas que habitan en sus salas sigue alimentando el imaginario popular.

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