A más de 1.500 kilómetros de la Península y al suroeste del archipiélago canario, se levanta la isla de El Hierro, la más joven de las Canarias. Ha sido durante siglos considerada “el fin del mundo conocido”. Hoy, ese aislamiento se ha convertido en su mayor tesoro. Con apenas 10.000 habitantes, su ritmo pausado y su compromiso con la sostenibilidad la han convertido en un refugio natural y humano donde cada rincón invita a detener el tiempo. Declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO y Geoparque Mundial, El Hierro se enorgullece de ser la primera isla del mundo capaz de autoabastecerse casi por completo con energías renovables. La central hidro-eólica de Gorona del Viento es símbolo de ese modelo sostenible que ha permitido mantener su paisaje intacto.
Un paisaje volcánico y diverso
El Hierro ofrece un contraste de paisajes en apenas 268 kilómetros cuadrados. En el norte, los bosques de laurisilva del Parque Rural de Frontera recuerdan el origen húmedo y verde de las islas. En el sur, los restos de erupciones volcánicas dan paso a un terreno áspero y rojizo, donde la vegetación se abre paso entre la lava solidificada. Uno de los lugares más emblemáticos es El Sabinar, en la Dehesa. Sus árboles de sabina se han convertido en símbolo de la resistencia de la isla.

El Hierro se disfruta también desde las alturas. El Mirador de la Peña es parada obligada. Desde su terraza suspendida sobre el acantilado se contempla el Valle del Golfo, una enorme depresión creada por un antiguo derrumbe volcánico. Entre plataneras y viñedos, pequeños pueblos como Frontera o Sabinosa conservan el carácter rural que ha definido siempre la isla.
Entre volcanes y piscinas naturales
La actividad volcánica, que ha moldeado El Hierro durante millones de años, dejó tras de sí un litoral singular. En lugar de playas amplias, la costa está salpicada de piscinas naturales de agua marina. Una de las más conocidas es La Maceta, en el municipio de Frontera, donde varias pozas de roca negra permiten disfrutar del baño con seguridad incluso cuando el mar golpea con fuerza. Más al sur, Tacorón ofrece un contraste sorprendente: aguas tranquilas, casi sin olas, y una cala de piedra rojiza que parece un pequeño anfiteatro natural. Los amantes del buceo encuentran en La Restinga, al sur, uno de los mejores fondos marinos del Atlántico. La erupción submarina de 2011 atrajo una nueva vida a la zona, y hoy las aguas transparentes del Mar de las Calmas son un santuario para peces, tortugas y mantarrayas.
Un modelo de turismo tranquilo
A diferencia de otras islas más turísticas, El Hierro ha apostado por un modelo de turismo responsable y de baja densidad. Aquí no hay grandes hoteles ni autopistas. Las casas rurales, los senderos señalizados y los pequeños restaurantes familiares son los pilares de una oferta que busca preservar la identidad local. El visitante puede recorrer a pie parte de los 250 kilómetros de senderos que atraviesan la isla, muchos de ellos antiguos caminos reales.
Cómo llegar y qué no perderse
El Hierro está conectada por ferry con Tenerife y Gran Canaria, y también por avión desde Tenerife Norte. Aunque las distancias son cortas, las carreteras serpentean por montañas y valles, por lo que conviene tomarse el viaje sin prisas.Entre los lugares imprescindibles figuran el Charco Azul, una cueva marina de aguas turquesas; el Ecomuseo de Guinea, que recorre la historia y arquitectura tradicional de la isla; y el Parador Nacional, encajado entre acantilados en la costa este, donde amanecer con el rumor del océano resulta casi una experiencia espiritual.