Brisa, brindis y buena mesa: cuando llegan los primeros rayos cálidos de junio, el asfalto de Madrid se transforma en un tapiz de terrazas vibrantes y mesas donde celebrar lo más sencillo: estar juntas. Las amigas. Las sobremesas que se alargan. Los planes que empiezan con vermú y terminan con cócteles bajo guirnaldas de luces. Es el momento de volver a nuestras costumbres más sabrosas.

1. Bulla
En una de las zonas más vibrantes del norte de Madrid, Bulla ha sabido marcar territorio con una propuesta que va mucho más allá de la cocina. Este espacio multidimensional se ha convertido rápidamente en uno de los imprescindibles del Paseo de la Habana, combinando restaurante, coctelería de autor y un club nocturno (Bulla The Club), todo bajo un mismo techo. La terraza de Bulla, amplia y bañada por una luz dorada al atardecer, invita a quedarse. Música, ambiente joven y cosmopolita, y ese ritmo progresivo que empieza con un almuerzo distendido y termina en un after-hours improvisado. Aquí, la sobremesa se alarga sin mirar el reloj, entre cócteles bien ejecutados, risas, y platos que fusionan creatividad y sabor.
La carta, diseñada por el chef Carlos Fernández Miranda, es un viaje informal pero inteligente por sabores reconocibles con un toque diferencial. Los mac & cheese son un placer sin remordimientos; los fagotinis de pera y ricotta combinan dulzura y textura con un punto gourmet; la ya mítica “Sexi Pasta” no solo seduce por el nombre, y las pizzas -finas, bien horneadas, y con ingredientes premium– se han convertido en iconos del lugar. Especial mención a la pizza de pera, gorgonzola y trufa, un acierto absoluto.
Recomendación: reserva con antelación -las mesas exteriores vuelan- y no te pierdas su terraza. Es el lugar perfecto para empezar con una caña o una comida deliciosa y dejar que el plan fluya hacia la noche sin necesidad de cambiar de escenario. Bulla es eso: comida que se saborea, música que acompaña y energía que te atrapa.

2. Santo Mauro
Situado en el corazón de Chamberí, el Hotel Santo Mauro ocupa un majestuoso palacete de finales del siglo XIX que en su día fue residencia de la aristocracia madrileña. Hoy, convertido en uno de los hoteles más exquisitos de la ciudad, guarda entre sus muros una de las terrazas más encantadoras y sofisticadas de Madrid. Rodeada de jardines burgueses y resguardada por frondosos árboles y ventanales clásicos, esta terraza se convierte en un oasis de calma y elegancia, ideal para desconectar del ritmo acelerado de la ciudad sin salir de ella.
Aquí, la cocina contemporánea y los vinos naturales se sirven como conversación pausada entre amigas. El legendario bikini (pan de miga, panceta, Comté y lomo) es una joya que no se puede obviar. Perfecto para un brunch de fin de semana o un almuerzo de carácter sofisticado, sin el bullicio urbano. Cada detalle está pensado para ofrecer una experiencia envolvente: desde la vajilla al ritmo del servicio, que aquí es atento sin resultar invasivo.
Recomendación: Este lugar es perfecto tanto para un brunch de fin de semana, especialmente los domingos. Ideal para una experiencia tranquila y cuidada, como para un almuerzo pausado a media semana o una cena con encanto.

3. Cabaña Marconi
A escasos minutos del bullicio urbano pero con el alma puesta en otro ritmo, esta terraza al norte de Madrid (La Moraleja) se presenta como un refugio verde donde el tiempo se ralentiza. Enmarcada por encinas centenarias que dan sombra y frescor incluso en los días más cálidos, y con un diseño cuidado al detalle -natural, elegante, sin artificios-, el espacio invita a la calma desde el primer paso.
La cocina, de inspiración internacional y enfoque contemporáneo, apuesta por productos frescos, recetas equilibradas y sabores que se comparten mejor entre risas pausadas. A medida que cae la tarde, la atmósfera se transforma: cócteles bien elaborados, una selección musical suave pero con carácter, y una iluminación cálida convierten esta terraza en un escenario perfecto para desconectar sin desconectarse del todo. Desde hace años, figura entre las terrazas más solicitadas de la ciudad, y no es difícil entender por qué: aquí todo está pensado para reconectar cuerpo, mente y apetito. Entre los imprescindibles de la carta, destacan su risotto cremoso de temporada, las ensaladas frescas con producto de mercado y platos ideales para compartir: delicados pero llenos de sabor, diseñados para prolongar la conversación más allá del postre.
Recomendación: eligid una tarde de sábado y el risotto o alguna de sus ensaladas de estación, acompañadas con una copa fría y dejad que el entorno haga el resto.
4. Café Comercial
Frente a la Glorieta de Bilbao, este emblemático café con terraza combina más de 135 años de historia con un ambiente actual y acogedor. Fundado en 1887, es uno de los pocos espacios centenarios de Madrid que ha logrado fusionar tradición y modernidad. La terraza, con su toldo clásico, sillas de mimbre y vistas a la plaza, es el punto de encuentro ideal para desayunos, meriendas, brunch de fin de semana o una comida relajada.
En su barra encontrarás especialidades como huevos benedictinos, torrijas de pan brioche, salmorejo con jamón ibérico, o clásicos castizos como croquetas de jamón, callos a la madrileña o mejillón tigre. El ambiente, enriquecido por su pasado como tertulia literaria y antiguo club de ajedrez, sigue atrayendo a un público variado: desde locales fieles hasta visitantes que buscan un café cargado de historia. Ideal tanto para un desayuno pausado con prensa y café filtrado, como para comer o cenar con calma en un entorno donde se respira Madrid.
Recomendación: reserva mesa en la terraza para brunch en fin de semana (sábados, domingos y festivos, de 10:30 a 13:00). Pide un capuccino o café filtrado con una torrija o huevos benedictinos, acompáñalo de un salmorejo con jamón y deja que el bullicio de la plaza y los aromas del café te envuelvan. Un plan que combina autenticidad, sabor y carácter castizo, sin prisas.

5. Café del Nuncio
Este clásico bistró madrileño, presente desde 1980, sigue conservando su esencia parisina. Columnas de hierro, un piano, mesas a diferentes alturas… todo envuelve una atmósfera íntima para charlas prolongadas. La cocina es sencilla pero refinada: tapas, platos ligeros y vinos bien escogidos que estimulan las sobremesas. Su terraza en dos niveles ofrece la esencia de Madrid de siempre: espontánea, acogedora y sin artificios.
Recomendación: reserva una mesa superior, cerca del piano, y disfruta de su repertorio musical mientras el sol desciende sobre La Latina.
