El 14 de diciembre de 2024, Isak Andic, fundador del grupo Mango y uno de los grandes referentes del textil español, falleció tras caer por un barranco en la zona de Montserrat. Aquello se consideró un accidente.
Diez meses después, el giro judicial ha sacudido el panorama empresarial: los Mossos d’Esquadra investigan a su hijo, Jonathan Andic, como posible implicado en la muerte. El caso, bajo secreto de sumario, ha pasado de tragedia personal a asunto penal.
La noticia, adelantada por El País y confirmada por fuentes judiciales, sitúa al heredero de Mango en el centro de un proceso que ha despertado el interés de medios internacionales como The Guardian y Reuters. Estas publicaciones destacan que Jonathan, ex director ejecutivo y uno de los rostros más visibles del grupo, ha pasado de testigo a investigado. La familia, en un escueto comunicado difundido por El Confidencial, ha declarado su plena colaboración con la justicia y su confianza en que “la verdad saldrá a la luz”.
El entorno de los Andic, tradicionalmente reservado, enfrenta ahora una exposición inédita. A la tragedia se suma un complejo escenario sucesorio: la pareja sentimental de Isak, Estefanía Knuth, ha iniciado un proceso judicial para reclamar una parte mayor de la herencia, lo que ha tensado aún más la relación con los tres hijos del fundador. En sus declaraciones, Knuth aludió a discrepancias recientes entre padre e hijo, un detalle que, según fuentes próximas al caso, forma parte de las diligencias.
Mientras tanto, Mango intenta blindarse institucionalmente. Tras la muerte de Isak, la presidencia del grupo pasó a manos de Toni Ruiz, quien mantiene la línea corporativa con discreción y distanciamiento del proceso judicial. Sin embargo, la marca, valorada en más de 2.000 millones de euros y con presencia en más de 110 países, no puede evitar verse afectada por la proyección mediática de la investigación.
El daño potencial no proviene de la justicia, sino de la percepción pública. La dirección de Mango ha optado por el silencio institucional, una estrategia habitual en crisis corporativas, pero arriesgada cuando la presión mediática crece. En el ámbito del negocio de la moda, donde la imagen lo es todo, el impacto reputacional puede ser más profundo que el financiero. A corto plazo, los expertos prevén estabilidad comercial -la marca sigue operando con normalidad-, pero el verdadero reto estará en el relato: cómo desvincular la identidad de Mango del drama personal que rodea al apellido Andic.
Si la justicia archiva el caso o exonera a Jonathan, la empresa podría recuperar su posición intacta, con un discurso de transparencia y cierre de ciclo. Pero si el proceso avanza hacia una acusación formal, el daño simbólico será difícil de revertir. Ahora, Mango podría enfrentarse a una tormenta de la que solo saldrá reforzada si logra separar -con hechos y narrativa- la historia del hombre que la fundó de la marca que lleva su nombre.