El cóctel es el único sitio donde caben el alcohol, la técnica, la narrativa y la noche, todo en una sola copa. Hay días para el café, para la hamburguesa, para el yoga y hasta para el community manager. ¿Por qué no iba a tener uno el cóctel, que ha hecho mucho más por la felicidad del ser humano que la mayoría de los anteriores? Así que hoy, que es su día, toca brindar con conocimiento. No por brindar, sino por saber por qué y dónde.
Madrid tiene cinco paradas obligatorias si uno quiere beber en condiciones y, ya puestos, hacerlo con cierta elegancia para reconciliarse con lo sofisticado. Estos son los cinco bares que deberías pisar si piensas tomarte en serio eso de celebrar el Día Internacional del Cóctel. Pero de verdad.

1. Castellana 8
Aquí no se improvisa nada. Castellana 8 es más que un bar, es la sala de espera del lujo. Entra luz natural, huele a cuero del bueno y todos los cócteles salen con el mismo nivel de precisión que una orquesta afinada por un suizo. Una reinvención del clásico music hall con un entorno de atmósfera onírica que se erige como un santuario de la mixología contemporánea.
Su carta, impregnada de la simbología del número ocho, ofrece una selección de cócteles de autor que fusionan ingredientes clásicos con toques vanguardistas. Desde el cóctel Belgravia, que combina Beefeater Black con un cordial de pimienta de pomelo, vermut y un sutil toque de aceite de oliva, hasta el exótico The Lost Geisha, elaborado con Roku, vino fino, vainilla, lichi y mosto.
Sus distintos espacios, como el sofisticado Piano Room “Le Dome”, donde la música en vivo envuelve a los asistentes en una atmósfera íntima, o el enigmático Red Room, un speakeasy de terciopelo rojo que invita a descubrir placeres ocultos, hacen de cada visita una aventura. Este enclave no solo redefine la coctelería en Madrid, sino que también ofrece un viaje sensorial donde la tradición y la modernidad se entrelazan en cada rincón.

2. The Dash
En The Dash no hay prisa y tampoco debería haberla. Este sitio es como un bar de Tokio, escondido, casi secreto, donde el bartender sabe más de ti que tú mismo solo por cómo pides el primer cóctel. El espacio es íntimo y oscuro, pero no en plan sórdido, sino como una novela de Murakami: todo es delicado, introspectivo, con una copa en primer plano.
Aquí manda el trago bien construido. Pide el Hanky Panky con toque de absenta, un trago que no perdona despistes, o su mezcal sour con sal de gusano y chile ahumado, que es como un poema mexicano que quema y acaricia a la vez. También tienen un Rob Roy que hace llorar a los escoceses. Todo está medido al milímetro y servido con la cortesía de quien sabe que una buena copa puede salvar una mala semana.

3. Bikini Bar
Bikini Bar es la apuesta gastronómica del chef Rafa Zafra, donde el lujo se saborea con las manos. Con una carta de entrepanes y bikinis elaborados con productos de primera, combina sofisticación y placer en cada bocado. La propuesta se completa con cócteles clásicos y de autor para redondear una experiencia hedonista y vibrante.
Es el antídoto contra la seriedad excesiva de algunos bares de autor. No por ello es menos riguroso: aquí el ron es tratado como una religión. Un equipo de cinco mixólogos han cocinado, más que mezclado, una carta de cócteles que se presenta como una especie de mapa emocional dividida por sabores: cítricos que despiertan, dulces que abrazan, picantes y fuertes. Entre los habituales de siempre -el Tom Collins, el Negroni, como dos viejos conocidos en la barra- se cuelan criaturas nuevas como el Tierra de Fuego, el Mezcalita o el Madriz: nombres que suenan a territorio, a lugares que aún no existen pero a los que da gusto viajar copa en mano.
4. Salmón Gurú
Hay bares y hay espectáculos; Salmón Gurú es ambas cosas. Entras y no sabes si estás en un episodio de Black Mirror o en una barra de cómics neoyorquinos. Diego Cabrera ha creado un templo donde cada cóctel es una obra de teatro: hay guion, dirección artística, escenografía y final feliz (o no, depende de cuántos tomes).
Entre las creaciones más destacadas se encuentra el Panthera Jackson, un atrevido milk punch que combina pisco, agua de mango y salsa de pescado, ofreciendo un perfil umami inigualable . Para los amantes de los sabores picantes, el Yellow Chili ofrece una mezcla de whisky macerado con chile, cardamomo y jengibre, mientras que el Chipotle Chillón sorprende con su combinación de mezcal, limón y sirope de chile chipotle . Si prefieres notas más afrutadas, el Monster Joe, con pisco, licor de flor de saúco y puré de pera, es una opción refrescante y aromática. Además, el Inspiración Paloma, elaborado con tequila Mijenta, cordial de fresa casero y albahaca, ofrece una reinterpretación fresca y floral del clásico mexicano .
5. Angelita
Angelita es un bar honesto. Cada cóctel que sale de esa barra tiene alma de huerto y precisión de laboratorio. Los hermanos Villalón han hecho aquí un milagro: una coctelería que piensa como un sommelier y actúa como un agricultor. Huerta, vino y cóctel son los tres conceptos que definen a esta coctelería; una propuesta revolucionaria sin herramientas ni desperdicios donde la ciencia es aplicada a cada cóctel.
Simbiosis es el menú de Angelita que explora la asociación entre plantas a través de cócteles que combinan ingredientes de su propia huerta. Inspirado en la “asociación vegetal” de Humboldt, cada trago refleja la conexión entre especies y con el entorno, con énfasis en la estacionalidad, el aprovechamiento integral y el uso de destilados y mocktails propios. Con el paso de “la huerta al vaso” a “la huerta a la botella”, Angelita colabora con La Destilateca y Kampanera para crear bebidas embotelladas artesanales, sostenibles y listas para disfrutar. Todo forma parte de un homenaje líquido a la tradición agrícola y a la innovación gastronómica.

El cóctel, cuando está bien hecho, también es un estado de ánimo, una microficción que empieza en la barra y acaba en la conversación. En estos cinco bares se bebe bien, sí, pero sobre todo se bebe con intención. Hoy es su día. No lo celebres con una caña.