Elisa (nombre ficticio, en adelante n.f., para proteger su identidad) quería dejar su casa. Necesitaba huir. Desde pequeña, su madre la maltrataba: la manipulaba y le pegaba. “Me daba con palos, con cables de móviles y con cualquier cosa que se encontraba”. Así lo explica a este periódico, casi diez años después, todavía sobrecogida por su traumático pasado.
Elisa (n.f.) nunca tuvo padre —cuenta — lo que la llevó a “buscar en hombres mayores” una figura que, de alguna forma, lo sustituyera. Tenía solo 11 años cuando sufrió su primera violación. Un hombre se aprovechó de ella, se ganó la confianza de una niña a la que luego manipuló y finalmente agredió sexualmente.
Maltratada y violada desde su infancia
Tampoco recibió nunca una educación sexual que le permitiese diferenciar lo sano de lo tóxico. En casa era habitual consumir telenovelas, películas o programas que romantizaban, de alguna forma, el mundo de la prostitución y las relaciones de poder.
A los 14 años sufrió su segunda violación. Con tan corta edad ya arrastraba varios traumas de los que nadie se hizo cargo. “Yo no sé cómo no me suicidé. Era una adolescente. Estaba comenzando a vivir. Era una niña y nadie me protegió. Mi familia me dio la espalda; nunca me sentí hija en mi propia casa, me sentía un estorbo”. Se convirtió en un “blanco muy fácil para la prostitución”, asegura.
Con la mayoría de edad recién cumplida consiguió salir definitivamente de su casa. Voluntariamente entró en páginas que le ayudaron a contactar con un proxeneta. Nunca pensó que fuera tan grave porque “lo que hacía con otros hombres ahora lo iba a hacer cobrando”, recuerda. Nada más lejos de la realidad.
“Me convertí en un objeto sexual por 150 euros”
“Acababa de cumplir 18 años, así que mi perfil se vendía así, como una niña. Me dijo que debía tener un perfil infantil. No hablaba con los hombres. Me los encontraba directamente en la habitación”. El proxeneta de Elisa (n.f.) era el encargado de gestionar a sus clientes.
“Desde el minuto uno en el que toqué la primera habitación del primer cliente, entré y supe que ya no era yo. Ya no era una persona. Me convertí en un objeto sexual por 150 euros la hora. Me podían hacer de todo”. Elisa (n.f.) se dio cuenta entonces de que todo lo que había visto en televisión era mentira.
Vivía en piloto automático
Elisa (n.f.) tenía entre tres y cuatro clientes al día. Su proxeneta quiso tener sexo también con ella, pero se negó. Entonces, él también la violó: “Me quedé en shock. En ese momento mi vida ya no me pertenecía. Después de eso lo que me dijo fue: ‘tienes un cliente’. Me hizo sentir que no valía para nada más”.
Al tiempo la obligaron a acostarse con un anciano de 80 años. Veinte por encima del límite que había marcado. 62 años mayor que ella. “No podía escapar, la puerta estaba cerrada con llave”.
España es el tercer país en consumo de prostitución
Según los datos de la Asociación Amar Dragoste, la explotación sexual es el tercer negocio criminal más lucrativo del mundo. España es el primer país de destino de trata de personas de Europa y el tercero en el mundo en consumo de prostitución. Las investigaciones sostienen que la gran mayoría de mujeres prostituidas han sufrido agresiones sexuales en su infancia.
El verano en España es sinónimo de temporada alta de explotación sexual. Miles de mujeres y niñas son trasladadas y explotadas sexualmente en las ciudades de costa más turísticas. Baleares, Comunidad Valenciana, Málaga, Marbella, entre otras zonas, son los lugares donde más aumenta el consumo de prostitución durante estos meses. Mujeres tratadas como mercancía al servicio del ocio masculino. Es la época de maximizar beneficios.
“Hay zonas que en invierno están casi vacías y que en verano se convierten en auténticos focos de consumo de prostitución. Utilizan lugares que pasan desapercibidos como pisos clandestinos, hoteles o casas rurales. Sin demanda no hay prostitución, y sin prostitución no hay trata” afirma la directora de la Asociación Amar Dragoste, Carolina Sánchez.
En estos pisos clandestinos muchas veces hay instaurados sistemas fortísimos de multas que generan constantemente deudas en la mujer. “Tienen multas si no vas maquillada, si no llevas tacones, si no has comprado en el piso clandestino tu comida, tienes que pagar por los preservativos, por la habitación, por el lavado de sábanas, decenas de multas que imposibilitan que una mujer pueda llegar a salir de esa situación de explotación”, explica Sánchez.
Además, a esto se suman las constantes amenazas con represalias contra sus familias para que no se escapen o denuncien ante las autoridades.
El deseo no se puede comprar
Después de que Elisa (n.f.) se viese obligada a mantener sexo con el anciano, manifestó que se quería marchar. En esos días un cliente se ofreció a comprarla. Negoció con su proxeneta para que la joven se convirtiese es su prostituta privada.
“Pagar por tener sexo es deshumanizar a una persona. Cuando ellos dan el dinero piensan que han ligado. Es su fantasía. Pero no es real. El consentimiento se puede comprar, pero el deseo no”, añade Elisa (n.f.).
El hombre, de más de 40 años tenía mujer e hijos, pero se obsesionó tanto con ella que intentó localizar a su familia en otro país, la amenazaba si no le contestaba al minuto e incluso llegó a maltratarla aprovechándose de saber cómo lo hacía su madre cuando era pequeña.
“No le bastó con violarme durante un año siete veces al día. Quería hacerme daño. Se dedicó todo el año a machacarme y a decirme que siempre iba a ser una puta. Me decía que la única persona que me iba a querer siendo prostituta era él”, recuerda.
Finalmente, Elisa (n.f.) contactó con la Asociación Amar Dragoste, donde comenzó su recuperación durante cuatro años. Fue un proceso largo, duro y que requirió mucho esfuerzo y constancia por su parte.
“Las investigaciones dicen que el trauma que trae una mujer que ha sido prostituida es semejante al de las torturas en las guerras”, afirma la directora de Amar Dragoste. Esta asociación acompaña a las víctimas en su camino para recuperarse y reinsertarse en la sociedad. Son mujeres supervivientes.
Mujeres supervivientes sin cartel de ‘exprostituta’
Elisa recibió terapia psicológica grupal e individual, formación en educación sexual, consiguió terminar sus estudios, aprendió a diferenciar los comportamientos de manipulación en el ámbito de la pareja, tiene un trabajo estable desde hace siete años, se reconcilió con su familia y, lo más importante: camina sin sentir que lleva un letrero en su cabeza que ponga ‘exprostituta’. “Para mí eso ha sido un logro. La red de apoyo que te dan es indescriptible”, cuenta aliviada. Ahora es feliz.
Desde Amar Dragoste piden que por fin entre en vigor una legislación potente contra la trata y la prostitución pero que “en ningún caso criminalice a las mujeres, sino que las permita tener opciones de salida de esa situación de explotación. Necesitamos legislaciones que permitan a las instituciones apoyar y acompañar mucho mejor a las víctimas”, concluye Carolina Sánchez.