Opinión

Otro 12 de octubre

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Santiago Martínez Vares
Actualizado: h
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De nuevo otros siete días que terminarán hoy con el habitual desfile del 12 de Octubre por la Castellana. Otra semana que Pedro Sánchez continúa con su ejercicio de resistencia mientras llueve ácido a su alrededor. Ha conseguido sacar adelante el decreto de embargo de armas a Israel tras un tira y afloja con Podemos que ya es parte de la rutina. Los de Ione Belarra volvieron a exprimir sus cuatro escaños para granjearse su cuota de foco, pero finalmente acabaron pasando por el aro. Anda, no obstante, algo soliviantada y taciturna la izquierda de nuestro país tras el anuncio del ensayo de paz en Gaza y la reciente elección de María Corina Machado como Premio Nobel de la Paz.

Ni Sánchez ni ningún miembro del Gobierno, siempre tan dados a las loas gratuitas, han querido felicitar a la galardonada. Tampoco han derrochado efusividad con el alto al fuego en Palestina, pareciera que han recibido la noticia como una especie de chasco, una cortada de punto. No en vano, de ser por Yolanda Díaz y Gerardo Pisarello, que recomendaron a las autoridades palestinas no sentarse a la mesa, este acuerdo jamás hubiera llegado. Uno se queda con la duda de si en realidad estaban gozando con el sufrimiento ajeno, divirtiéndose entre flotillas y activismo de salón, encantados de andar colocándose sandías en las camisetas mientras intentaban tapar el olor a parrilla de las chistorras que andan en el fuego de la opinión pública.

Sin embargo, Pedro Sánchez aún tiene carrete del que tirar para seguir en esa ensoñación suya de proclamarse líder del mundo libre. La oportunidad se la dio Donald Trump, que antes de volver a resucitar su guerra arancelaria con China decidió proponer la expulsión de España de la OTAN por la baja inversión en materia de Defensa que ha llevado a cabo nuestro país. Un nuevo match-ball que sin duda alguna aprovechará nuestro presidente, que, además, continúa frotándose las manos al ver lo que tiene enfrente. Ya hablamos aquí la semana pasada de la torpeza supina del Partido Popular en Madrid al dejarse llevar por Vox y poner de nuevo a circular el debate sobre el aborto. De ello se ha servido el PSOE para proseguir instalado en un marco en el que se siente muy a gusto. A eso hay que sumarle que, en su lógica polarizadora, Isabel Díaz Ayuso, militante del Isabel Díaz Ayuso club de fútbol, haya entrado como elefante en cacharrería (“Váyanse a abortar a otro lado”), dejando a Alberto Núñez Feijóo, y su intentona de carta para marcar la posición de su partido, colgado de la brocha.

Estos enfrentamientos entre la Puerta del Sol y Génova 13 son un eterno Día de la Marmota. Recuerda mucho el comportamiento de la líder madrileña al de aquella Esperanza Aguirre obsesionada con marcar perfil propio frente a la dirección nacional. Parece que la lealtad que hasta ahora le venía brindando Ayuso al clan gallego va poco a poco mermando. Y, cómo no, desde Ferraz han detectado la grieta y se han lanzado a hurgar en esa presunta herida rescatando de una manera un tanto ridícula y obscena ese argumentario que reza que Feijóo correrá la misma suerte que Pablo Casado.

Esto ocurrió en el Congreso, cuando al ser preguntado por el líder de la oposición acerca de toda la corrupción que le rodea, Il Número Uno, en una nueva masterclass de desfachatez y soberbia infantiloide, respondió con apenas dos palabras a la tromba de hechos que le acorralan: “Ánimo, Alberto”, soltó con una risita burlesca el kíe de la rosa marchita. No tardaron, por supuesto, en salir todas las huestes de la sincronizada a aplaudir como focas esta soberana tontería, que quisieron hacernos ver que se trataba de una virguería estratégica a la altura del “Váyase, señor González”. Hay veces que uno piensa que este contorsionismo está mal pagado, pero no, el caso es que está bien remunerado.

A todos estos balones de oxígeno que contamos hay que añadirle la crisis abierta en el Ejecutivo de Juanma Moreno por el escándalo de los cribados en el cáncer de mama. Como ya apuntábamos el pasado miércoles aquí, era cuestión de tiempo que dejaran caer a Rocío Hernández, la consejera de Sanidad de la Junta de Andalucía. Y así fue, parece noticia que alguien dimita en este país en el que se había puesto de moda atornillarse sin pudor alguno al cargo, pero es que no había otra salida tras un despropósito que aún sigue latente y que Moreno se ha fijado arreglar antes de que termine el año. Juanma, que anda desangrándose, sabe que esto le ha podido costar la mayoría absoluta. No solo tiene a todo su flanco izquierdo avasallándole con catapultas, también tiene a un Vox que ha olido sangre y que le va comiendo un terreno demoscópico crucial. No en vano, el viernes Santiago Abascal se acercó a las puertas del Parlamento en Sevilla para pedir la dimisión del presidente andaluz.

Los de la calle Bambú tienen clara la estrategia, y por primera vez en mucho tiempo parece que tienen algo parecido a una hoja de ruta. La primera clave es pasear poco a Abascal, al que lo sacan en contadas ocasiones, dosificando sus intervenciones en pos de camuflar su incapacidad manifiesta. La segunda es seguir con esa veta antisistema de antaño. Hoy, por ejemplo, han decidido ausentarse del Palco de Autoridades y ver el desfile desde la calle para desmarcarse y conseguir la imagen de un baño de masas con un público casero. La derecha vuelve a estar partida en dos, con el voto repartido, y Sánchez goza el auge de la extrema derecha como un regalo de Reyes Magos anticipado.

Hoy le sabrán a gloria los pitos y los insultos, que seguro que los habrá. Es consciente de que es gasolina para ese electorado suyo, que lo volverá a ver como el gran dique de contención contra la fachosfera. La misma bolsa de votantes que observarán orgullosos cómo mañana lunes se trasladará hasta Egipto para la firma del acuerdo sobre el plan de paz para Gaza, donde sin duda intentará hacer ver que sin él no se hubiera parado la guerra. Ya si Trump le dice algo, le habrá tocado la lotería. Seguimos, otra semana más…