En las últimas semanas se ha observado un aumento de denuncias por tocamientos no consentidos a mujeres en entornos de ocio, hoteles o espacios públicos. Lo que antes se silenciaba o se asumía como un comportamiento “incómodo pero normal”, hoy empieza a ser identificado como una agresión sexual. Sin embargo, la gran pregunta sigue siendo la misma: ¿Están ocurriendo más estos hechos o simplemente se denuncian más?
José Antonio García, psicólogo especializado en violencia de género, lo resume así: “Siempre estamos en esa tesitura, no sabemos si hay más denuncias porque hay más hechos, o si por el contrario ahora hay más conciencia y las mujeres están dando el paso de denunciar este tipo de conductas”.
Sea una cosa o la otra, García considera que el cambio es innegable. Y ese cambio tiene nombre: La Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida como la ley del “solo sí es sí”. “Esta norma rompe con la antigua distinción entre abuso y agresión. Ahora todas las conductas sexuales sin consentimiento son agresiones. Si no hay consentimiento, hay delito”, explica. El psicólogo recuerda que el artículo 178 del Código Penal contempla estos tocamientos no consentidos como delitos de naturaleza sexual, aunque sean de carácter leve. “No hablamos de tocar un codo o una rodilla: hablamos de partes íntimas, de actos con un sentido sexual claro y sin permiso”, precisa.
De la cultura de la impunidad al consentimiento
Para García, lo que estamos viviendo es la consecuencia directa de un cambio cultural profundo: “Venimos de la cultura de la violación, de la impunidad hacia los hombres. Las mujeres crecieron con la idea de que debían aguantar, que eso era normal. Los hombres crecimos creyendo que teníamos derecho a hacerlo”.
El psicólogo sostiene que ese modelo está en transición. “Estamos pasando de una sociedad que normalizaba esas conductas a una que empieza a rechazarlas. Las mujeres están poniendo límites, la ley las respalda y las instituciones se están sensibilizando. Pero aún cuesta entender que lo que antes estaba permitido, y ahora no”.
Esa resistencia social, explica, tiene efectos psicológicos en las víctimas: dudas, inseguridad, miedo al juicio social. “Todavía hay quien minimiza estos hechos con frases como ‘no pasa nada’, ‘es una tontería’. Y eso hace que muchas mujeres se lo piensen dos veces antes de denunciar”, afirma.
Los datos oficiales confirman que las denuncias por delitos sexuales no dejan de crecer
Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior, en 2023 se registraron 21.825 delitos contra la libertad sexual en España, un 14,2% más que el año anterior. De ellos, una de cada cinco denuncias fue por violación con penetración.
El Ministerio de Igualdad, en su última Macroencuesta de Violencia contra las Mujeres, señala que el 6,5% de las mujeres mayores de 16 años ha sufrido violencia sexual fuera de la pareja. Y un dato especialmente revelador: casi un 18% de esas agresiones ocurrieron en bares o discotecas.
Sin embargo, el propio García recuerda que las cifras oficiales son “solo la punta del iceberg”. A su juicio, la infradenuncia sigue siendo alta, sobre todo en los casos de tocamientos o agresiones leves. “No porque no duelan, sino porque aún hay vergüenza o miedo. Las víctimas temen no ser creídas, o que se relativice lo ocurrido”.
El psicólogo insiste en que la fuerza de las palabras también está transformando la sociedad: “Antes se hablaba de abuso, y eso rebajaba la gravedad. Decir agresión es otra cosa. Es llamar a las cosas por su nombre, y eso frena comportamientos”.
García considera que, más allá de las sanciones penales, que en los casos leves suelen traducirse en multas, lo realmente importante es el cambio social que se está consolidando: “El mensaje que hay que mandar es claro: esto es una agresión, es un delito, y está penado. No hay mayor forma de frenar a los agresores que haciéndoles ver que son agresores”.
El especialista también advierte sobre el perfil de las víctimas. “Las denunciantes suelen ser mujeres jóvenes, más sensibilizadas y con menos años arrastrando esa cultura del silencio. Pero eso no significa que las agresiones no ocurran en otros grupos de edad. El riesgo aumenta cuanto más joven es la víctima, como confirman los datos del Ministerio del Interior y del Ministerio de Igualdad”.
Pese a las resistencias, García se muestra optimista. “Estamos recogiendo los frutos de una educación distinta. Desde pequeños enseñamos que el cuerpo es tuyo, que nadie puede tocarte sin tu permiso. Esa base encaja perfectamente con el consentimiento en la vida adulta. Y ahora, gracias a movimientos como el #MeToo, las mujeres han encontrado una voz colectiva para decir basta”.
En su opinión, el cambio no solo transforma a las mujeres, también a los hombres. “La sociedad está cambiando a los hombres porque las mujeres están cambiando la sociedad”, dice. Y añade con ironía: “Cuando algunos dicen ‘ya no podemos hacer nada’, yo respondo: no podéis hacer nada que sea una agresión. No puedes tocarle el culo a una mujer sin su consentimiento. Es así de sencillo”.
Y como concluye García, “Aún queda mucho por hacer, pero estamos en el camino. Hemos pasado de la cultura de la impunidad a la era de los derechos humanos y de la libertad sexual. Y eso, aunque algunos se resistan, ya no tiene marcha atrás”.
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