La guerra de Ucrania no sólo ha modificado fronteras, mapas o alianzas internacionales. También está transformando la composición de su propio Ejército. Hoy, casi 70.000 mujeres forman parte de las Fuerzas Armadas ucranianas. Una cifra inédita que ilustra hasta qué punto la invasión rusa ha roto estructuras sociales y culturales, obligando al país a repensar incluso quién defiende sus trincheras.
De la retaguardia al frente
Antes de 2014, la presencia femenina en el Ejército ucraniano estaba limitada sobre todo a funciones de apoyo: médicas, enfermeras, personal administrativo. Pero la anexión de Crimea abrió la puerta a un cambio. Y desde febrero de 2022, con la guerra a gran escala, ese cambio se ha acelerado.

“No se escribe sobre ellas ni se las graba. Mientras tanto, trabajan en el Ejército. Realizan su importante labor a diario. Se dedican a garantizar la igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y hombres en el Ejército“, explicó la viceministra de Defensa ucraniana, Hanna Malyar, justo cuando comenzó la ofensiva rusa en suelo ucraniano.
La visibilidad de estas combatientes ha crecido a la par que el número de inscripciones voluntarias: no son pocas las que, tras ver a sus ciudades bombardeadas, decidieron vestir uniforme.
Una revolución silenciosa
Las cifras muestran una tendencia clara: según datos oficiales, más de 5.000 mujeres combaten en primera línea y cerca de 20.000 ocupan posiciones militares que, antes de 2018, les estaban prohibidas por ley. Esa reforma legal permitió acceder a 63 profesiones dentro de las Fuerzas Armadas, entre ellas francotiradora, comandante de tanques o jefa de artillería.
No se trata solo de estadística. Es, en palabras de analistas ucranianos, “una revolución silenciosa” en un país marcado por tradiciones conservadoras y estructuras profundamente masculinas. El uniforme, en este caso, es también un símbolo de ciudadanía y pertenencia a un Estado que resiste.
El coste personal
Pero detrás del heroísmo, también están las fracturas. Las mujeres en el frente sufren discriminación, falta de uniformes y equipamiento adaptado, e incluso resistencia cultural entre sus propios compañeros de armas. “Es una doble batalla: contra el invasor y contra el machismo dentro de las filas”, señala la investigadora Diana Branco Morais, que ha documentado testimonios de combatientes.

El relato oficial celebra la integración, pero muchas denuncian que la igualdad es todavía parcial. Algunas deben demostrar continuamente su capacidad, otras regresan a casa sin reconocimiento alguno. Y los riesgos -heridas, muerte, secuelas psicológicas- son los mismos que los de los hombres. Según datos oficiales, desde que comenzó la guerra 107 mujeres han muerto en el campo de batalla.
La lectura política
El aumento de mujeres en el Ejército ucraniano tiene también una dimensión política. A ojos de la comunidad internacional, refuerza la narrativa de un país moderno, europeo, donde la defensa de la democracia implica a toda la sociedad. Internamente, erosiona una cultura patriarcal que parecía intocable hasta hace poco.
El presidente Volodímir Zelenski lo sabe. De hecho, la imagen de mujeres soldado ha sido incorporada a la comunicación oficial como símbolo de resiliencia nacional. Ucrania no solo se defiende con armas; se defiende con un relato donde las mujeres ya no son víctimas pasivas de la guerra, sino combatientes activas de su futuro.

Un cambio que trasciende la guerra
El interrogante es qué ocurrirá cuando el frente se disuelva. Si esas 70.000 mujeres regresarán al silencio o si la experiencia militar abrirá paso a nuevas formas de liderazgo social y político. En un país donde la igualdad de género avanzaba lentamente, el Ejército se ha convertido, paradójicamente, en un acelerador de cambio.
La guerra, con toda su crudeza, ha dejado una certeza: el rostro de la defensa ucraniana ya no es exclusivamente masculino.