La moda tiene pocas frases que hayan cruzado con tanta naturalidad de la pantalla a la realidad como la de Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York: “It’s not a bag, it’s a baguette!” (¡No es un bolso, es un Baguette!). Detrás de esta afirmación hay toda una revolución. En 1997, Silvia Venturini Fendi creó un bolso pensado para llevarse pegado al cuerpo, bajo el brazo, como el pan francés al que alude su nombre: pequeño, rectangular, con una solapa que cae con gesto preciso y una hebilla frontal que hace “clic” como si fuese un cierre de joyería. Así nacía el Fendi Baguette, un objeto de deseo.
El Baguette condensaba dos herencias. Por un lado, la romana; es decir, la obsesión de la casa por la artesanía y los materiales, y por otra, la gráfica, con ese cierre con la doble F, diseñado por Karl Lagerfeld en 1965, el famoso Fun Fur que se convirtió en la firma más lúdica del lujo italiano. Ese monograma, dibujado para modernizar el ADN de Fendi, se volvió el sello que remataba la silueta más deseada del cambio de siglo.
El día que el Baguette se convirtió en mito ocurrió en Manhattan. Temporada 3, episodio 17, emitido el 8 de octubre de 2000: un ladrón encañona a Carrie en SoHo y exige su bolso. Ella responde, con esa insolencia adorable que aún citamos: “No es un bolso. Es un Baguette”. El modelo era una versión morado lentejuelas de la colección otoño-invierno 1999/2000; la escena cerró la alianza entre la cultura pop y el lujo, y el Baguette pasó de accesorio a It bag.
Fendi entendió que la magia del Baguette estaba en su capacidad camaleónica y, en apenas unos años, la casa produjo centenares -y luego más de mil- interpretaciones: en lona y en pitón, bordado y beaded, en raso, napa, rafia o con técnicas de atelier dignas de alta costura. La historia quedó documentada en Fendi Baguette (Rizzoli, 2012), un volumen de culto que celebra su 15º aniversario y funciona como archivo razonado de un icono nacido para coleccionarse.
La relación con Sarah Jessica Parker, tanto la mujer como el personaje, seguiría escribiéndose a fuego. En 2019, Fendi relanzó el bolso con la serie de cortos #BaguetteFriendsForever y una aparición sorpresa de SJP, que volvía a reclamar “su” Baguette en Nueva York. Era una declaración de intenciones que venía a decir que esta historia no había terminado.
El círculo se cerró 21 años después del robo televisivo, cuando el Baguette morado de lentejuelas reapareció en And Just Like That… (2021) como un guiño a la memoria de Carrie y a la infancia de toda una generación fashion. Ese mismo invierno, Fendi reeditó el modelo, recordándonos que el archivo puede latir como novedad cuando la emoción es auténtica.
En septiembre de 2022, el Baguette celebró su 25º aniversario en Nueva York (la ciudad que lo consagró) con un desfile-homenaje en el Hammerstein Ballroom y colaboraciones que expandieron su lenguaje: Marc Jacobs jugó con la desmesura y las proporciones; Tiffany & Co. bañó piezas en su azul icónico, cristal y plata; Porter aportó utilitarismo japonés; y Sarah Jessica Parker firmó su propia iteración. Fue una carta de amor a un objeto que sabe hablar muchos dialectos sin perder acento.
Parker, además, lanzó una edición limitada de Baguettes con lentejuelas maxi en degradé rosa/fucsia -vistos por primera vez en el reboot y después disponibles en tienda-, que devolvió al bolso su carácter de talismán sentimental y su brillo de alfombra roja. La unión actriz–bolso, ahora bidireccional, elevó el Baguette de objeto representado a objeto co-creado.
Pero más allá del hype, la grandeza del Baguette está en la mano. Proyectos como Fendi Hand in Hand han llevado la silueta a talleres históricos de toda Italia para reinterpretarla con técnicas locales: terciopelos venecianos, hebillas talladas en piedra, marroquinería de precisión. La idea es simple y sofisticada a la vez: una forma moderna puesta al servicio de un saber ancestral.
Hoy, el Baguette sigue operando como una cápsula del tiempo. Puede vestirse de logomanía o de minimalismo, brillar en cristal o sobrefiltrarse en un lino casi monástico. Puede ser micro y joya; maxi y trofeo. Puede, incluso, convertirse en pequeño manifiesto personal: llevarlo bajo el brazo es, a su manera, una postura…, la de quien entiende que el lujo no es sólo lo que llevas, sino cómo lo llevas. Y sí, siempre habrá nuevas versiones (coleccionistas, atención), nuevas apariciones en la pantalla -porque Carrie y su Baguette siguen encontrándose– y nuevas colaboraciones que expandan su lenguaje sin traicionar su silueta.
Quizá por eso aquella frase, repetida y memetizada, no ha perdido filo. Porque no es un bolso cualquiera: es el primer gran personaje de la era del It bag, un guiño compartido entre Roma y Manhattan, entre el archivo y el ahora. Es un Baguette. Y en esa precisión, en llamarla por su nombre, reside su eternidad.