Una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida; una mujer que cambia de bolso, algo en ella se transforma. Lo primero lo sentenció la icónica Coco Chanel. Esto último lo intuimos. En él está contenida el alma. Al mudar de bolso, no la traspasamos por completo, sino que elegimos una nueva versión de nosotras mismas. Es un juego de máscaras, una reinvención, una forma de dejar atrás cargas, emociones o fantasmas. O de hacernos con unos nuevos. Sea lo que sea, no hay bolso vacío.
A nadie le gusta que le abran su bolso. No hay nada más delator que su interior. Guardamos toda una vida en él. Las tarjetas, el móvil, las llaves… eso es lo cotidiano. Lo revelador son esas galletitas, si son para niños o para perros, o el kleenex, si está impecable o lleva la huella del llanto. Hay tanta vida ahí encerrada: la incertidumbre de una cita médica, lo urgente, lo aplazado, lo olvidado, lo soñado, lo innecesario que nos hace sentir seguras, los amuletos o el secreto de nuestros placeres y rutinas. Por eso, el bolso se respeta.
Un mensaje sutil de cómo somos
Su exterior es suficientemente revelador. Es otra forma inequívoca de autoexpresión y de narrar nuestras vidas, más allá de su función utilitaria o indispensable, como decía Christian Dior, para completar el look de una mujer elegante. La psicología del bolso es fascinante. Cada detalle transmite un mensaje sutil de cómo somos, nos desenvolvemos o deseamos presentarnos al mundo.
Si es grande, sugiere una personalidad expansiva, autónoma, práctica. El bolso pequeño delata minimalismo, eficiencia, un enfoque en lo esencial. En cuanto a la estética, un diseño clásico irradia elegancia, refinamiento y sofisticación atemporal. Uno llamativo refleja creatividad, confianza, voluntad de destacar. También la organización de su interior revela algunos detalles íntimos, especialmente si somos personas ordenadas y con necesidad de control o somos espíritus libres, espontáneos y con capacidad de adaptación.

Un bolso bien elegido realza nuestra imagen y nos ayuda a sentirnos listas para conquistar el mundo. El mercado lo sabe y nos sorprende cada año con nuevos diseños de mano, de hombro, de fiesta, bandoleras, totes, clutchs… Estar al día con las tendencias nos permite conectar con el mundo de la moda, aunque también tendemos a crear una profunda conexión emocional con ellos. El mercado de bolsos en España alcanzó un valor de 54,5 millones de euros en 2024. Y tiende al alza.
Estos datos hablan de un accesorio muy dinámico, que se va amoldando a las diferentes etapas de la vida. “Una mujer profesional puede optar por bolsos de cuero estructurados al principio de su carrera, mientras que en etapas posteriores podría inclinarse por opciones más prácticas y versátiles. Los bolsos pueden evolucionar y cambiar con nosotras, adaptándose a nuestro estilo de vida y necesidades”, indica un estudio realizado por el departamento de Psicología de la Universidad de Bangor (Gales).
Un faro de vida para mujeres con demencia
Sus autores han comprobado que, cuanto más insegura se siente una mujer al ver modelos femeninas atractivas, más zapatos y bolsos tienden a poseer. Pero aún hay más. Señalan que este accesorio ayuda a las mujeres con demencia a narrar sus vidas. “Los bolsos están profundamente conectados con los recuerdos, las historias y las identidades. Interactuar con ellos, tocarlos y contemplarlos fortalecen y fomentan la sensación de seguridad”.
Del estudio se desprenden algunas curiosidades más. Por ejemplo, los rasgos que emitimos de nosotras mismas según sea la forma de llevarlo. Quienes lo amarran a su cuerpo suelen ser mujeres prácticas con más gusto por la libertad de movimiento que por la estética. Colgado al hombro sugiere una preferencia por la comodidad. Cruzado con el bolso de frente significa postura de autodefensa o un carácter introvertido. Las mujeres que prefieren cruzarlo atrás suelen ser guerreras urbanas que caminan marcando un paso amplio.
En el brazo, el bolso es sinónimo de elegancia y estatus. ¿Y qué hay de las personas que prescinden de él? Según los investigadores, corresponde a las personalidades más seguras o con un nivel que les permite que sean otros quienes gestionan sus tareas cotidianas.
En su análisis, los autores británicos se han fijado también en el color y las emociones que puede evocar cada tono. “El tono transmite elegancia y autoridad, mientras que colores vibrantes como el rojo o el amarillo sugieren confianza y creatividad. Los tonos neutros pueden significar practicidad, mientras que los estampados o patrones vibrantes comunican una naturaleza lúdica o aventurera”. El marrón encarna una naturaleza relajada y con los pies en la tierra; el azul transmite calma y confiabilidad; el verde refleja creatividad y sentido de aventura. El blanco se asocia con sofisticación y minimalismo; el morado, con la espiritualidad.
Consciente o inconscientemente, cada mujer elige su bolso, y cada uno cuenta su propia historia. Con un significado único, desde la juventud hasta la vejez, es, como dice la filósofa francesa Elsa Godart, nuestra “caja de herramientas”.