Paris Fashion Week

Matthieu Blazy firma el renacimiento de Chanel en París

El diseñador belga debuta en la casa con un desfile contenido pero firme, que devuelve a Chanel la tensión entre elegancia, estructura y libertad, cerrando una Semana de la Moda parisina más introspectiva que revolucionaria

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Bajo la bóveda del Grand Palais Éphémère, Matthieu Blazy presentó anoche su primer desfile al frente de Chanel; un estreno que se vivió como un ajuste de rumbo, un manifiesto de elegancia que parece marcar el inicio de un nuevo ciclo para la maison.

No se escuchaban suspiros ni flashes frenéticos, sino ese murmullo que anuncia que algo importante está por suceder. En la pasarela, un decorado lunar de superficies metálicas, reflejos tenues y una luna suspendida sobre el aire, como si Chanel se dispusiera a flotar sobre su propio legado.

 

El nuevo Chanel deja claro que se aleja del traje como símbolo de autoridad para transformarlo en una segunda piel más libre y relajada. Las chaquetas de tweed, ese ADN irreductible de la maison, se presentaron sin la rigidez habitual; y los pantalones, amplios y ligeros, caían con la naturalidad de una prenda que ha dejado de intentar impresionar.

El color, otro lenguaje sutil en manos de Blazy, osciló entre los neutros nacarados, los beige deslavados y el negro absoluto, con destellos metálicos que recordaban la luna que pendía sobre la sala. Nada estridente, pero todo con intención. Chanel se movió anoche en un terreno más introspectivo, más europeo en su melancolía que parisino en su brío.

 

Durante los últimos años, bajo Virginie Viard, Chanel había navegado una etapa de elegancia correcta pero previsible. La llegada de Blazy, tras su brillante paso por Bottega Veneta, abre la puerta de un Chanel que mira hacia adelante sin negar su sombra.

El belga no ha querido borrar a Coco ni a Karl, sino establecer un diálogo más silencioso con ambos. Hay ecos de los trajes de los 50, pero también de la androginia que Lagerfeld supo explotar en los 90. Sin embargo, todo está tamizado por su sensibilidad contemporánea; es decir, con líneas que buscan estructura, materiales que apelan a la emoción táctil…, un ritmo que prioriza la calma sobre el impacto inmediato.

En primera fila, embajadoras históricas como Nicole Kidman, Penélope Cruz o Vanessa Paradis compartían espacio con una nueva generación de rostros: actrices francesas emergentes, escritoras, directoras, y ese tipo de mujeres que Chanel siempre ha buscado.

Lo que Blazy mostró no fue tanto un giro de 180 grados, sino un reajuste de brújula. Y así, en una Semana de la Moda parisina marcada por la prudencia, más estrenos que ideas, más diseño que discurso, fue curioso ver que el desfile más comentado no fue el más espectacular, sino el más contenido.

Chanel cierra la temporada sin incendiar el calendario, pero encendiendo una llama que promete ser mucho más duradera; la de la esperanza de que el lujo todavía puede evolucionar sin disfrazarse de tendencia.

Cuando las luces se apagaron y los invitados salieron al aire frío de la noche parisina, el comentario era unánime. “Ha vuelto el Chanel que te hace querer vestirte”, murmuró una editora italiana mientras guardaba su libreta. Quizá no haya mejor resumen. Matthieu Blazy no ha venido a reinventar Chanel, ha venido a devolverle su respiración.

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