Rehenes

Dos años de espera interminable

"Seguimos en la lucha hasta que el último regrese, vivos o muertos". La joven Yulie Ben Ami, cuyos padres fueron secuestrados en Gaza, repite su historia para que el mundo no olvide y se logre liberar a los 48 rehenes en manos de Hamás

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Ohad Ben Ami se reencuentra con sus hijas
GPO

El 7 de octubre de 2023 amaneció como un día festivo en el kibutz Be’eri. Estaban previstas celebraciones por el 77 aniversario de la comunidad, actividades para los niños y un ambiente de alegría. Sin embargo, esa mañana se transformó en un infierno que todavía hoy, dos años después, sigue marcando la vida de Yulie Ben Ami (29 años) y de toda su familia. En el centro de operaciones del Foro de Familias de los cautivos en Tel Aviv, la joven repite a Artículo14 y otros medios su historia por enésima vez, con esperanza de que el mundo no olvide su causa.

“Me desperté a las seis y media con alarmas y sonidos de bombas”, recuerda Yulie. Al principio pensó que era algo rutinario: “duermo en el cuarto protegido y es algo muy común en donde vivo, así que regresé a dormir”, recuerda. Pero en cuestión de minutos comprendió que aquello no era una situación habitual. “Entendí que algo malo estaba pasando. A las siete recibimos un mensaje en el móvil que había terroristas dentro del kibutz”, prosigue.

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Yuli, Natalie y Ella hablan con su padre Ohad Ben Ami junto a su abuela Esther tras su liberación
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Lo que parecía ser un ataque puntual se convirtió en un asedio interminable. A las nueve de la mañana, los padres de Yulie confirmaban que los terroristas habían entrado en sus casas. Una hora más tarde, llegó el silencio más aterrador: “A las 10 de la mañana mi papá mandó a mi hermana un mensaje que decía: ‘los terroristas están adentro del refugio. Shema Israel (rezo judío). Y no escuchamos nada más de ellos”, lamenta.

A las 11, una fotografía publicada en Telegram revelaba a Yulie lo impensable: su padre estaba en Gaza. La familia no sabía nada de su madre. La esperanza de que estuviera escondida se desmoronó días después, cuando Yulie recibió una foto en su teléfono: su madre había sido secuestrada, en pijama y descalza. “En la foto tiene mucho miedo, no entiende qué está pasando, pero sí entiende que la van a llevar a Gaza”, recuerda su hija.

Los detalles de aquellos momentos quedaron grabados con crudeza. Su madre había intentado ocultarse bajo una manta, pero los hombres armados la descubrieron. “La amenazaron con un martillo de cinco kilos y le dijeron que iba a ir con ellos. Obviamente ella fue, pidió llevar su medicina, pero no la dejaron”, dice. Fue subida a una motocicleta, escoltada por dos hombres de Hamás que la golpearon con violencia.

El padre de Yulie también fue llevado cautivo, primero a una vivienda y después a túneles. Durante casi 500 días vivió en condiciones inhumanas: raciones mínimas de comida compartidas entre seis prisioneros, una manta para todos, ausencia total de luz solar y baños esporádicos con agua salada. “Cuando regresó había perdido 35 kilos. Tenía 3,5% de grasa corporal. Los doctores dijeron que, si hubiera quedado ahí dos o tres semanas más, no regresaba”, explica.

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Los familiares rehenes en Gaza demandan que termine la guerra
Efe

La madre, en cambio, fue liberada en el día 54 gracias a un acuerdo de intercambio durante la primera tregua, en noviembre de 2023. Yulie todavía recuerda la incertidumbre de esas jornadas: “Esperamos varias noches, esperando que estuviera en la lista. Y en la sexta noche, a las tres de la mañana, nos llamaron para decir que sí”, recuerda. El reencuentro fue agridulce: la ausencia del padre mantenía la herida abierta.

Durante 491 días, la familia Ben Ami vivió en un estado de angustia permanente. Yulie y sus hermanas se aferraban a cada rumor, a cada lista, a cada indicio de que su padre seguía con vida. “Pensamos que iba a durar una semana, dos semanas máximo. Y duró 491 días”, resume.

Cuando finalmente volvió, su padre estaba irreconocible. “Parecía un sobreviviente del Holocausto”, describe Yulie. Aunque hoy está en proceso de recuperación, cada gesto cotidiano le recuerda a quienes siguen en cautiverio. “Si come, piensa en si ellos comen. Si duerme en su cama, piensa en dónde estarán ellos”, continua.

Protestas en Jerusalén de familiares de rehenes israelíes
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Ese dolor compartido es lo que mantiene a Yulie movilizada, viajando y hablando ante comunidades y parlamentos. “La razón por la que sigo haciéndolo es primero por los quedaron atrás. Seguimos en la lucha hasta que el último regrese, vivos o muertos”, promete.

“Para nosotros no hay vacaciones, no hay fiestas de familia. Toda gira alrededor de los que siguen allá”, explica la joven. Los recuerdos de su padre sobre los túneles son insoportables: colchones húmedos, ratas en la cara, ropa cambiada una vez al mes. La falta de vitamina D por no ver la luz del sol. Y, sobre todo, la sensación de abandono. “Hoy el mundo sabe, pero sigue sin hacer nada”, lamenta.

El padre y la madre de Yulie tratan de recuperar una cotidianidad imposible. Su cuerpo aún necesita cuidados médicos regulares, fisioterapia y terapia psicológica. Yulie, por su parte, ha asumido una misión: contar una y otra vez lo que vivió su familia para mantener viva la memoria y la presión internacional.

Familiares de rehenes israelíes retenidos por Hamás en Gaza
EFE/EPA/ABIR SULTAN

“Mi papá dice que fue llevado de la casa, del lugar donde más seguro se sentía, y que nunca podrá regresar ahí. Pero también dice que no podemos dejar de luchar. Porque hasta que todos vuelvan, no hay final posible”, continua. La mayoría de supervivientes no volverán a vivir a la zona cero de la tragedia.

Dos años después del 7 de octubre, Yulie Ben Ami sigue viviendo entre la memoria de aquella mañana y la esperanza de que las sillas vacías en las mesas familiares vuelvan a ocuparse algún día. En plena festividad de Yom Kipur, el día más sagrado del calendario judío, los familiares esperan que Hamás acepte el plan de paz de Trump. “Sin los rehenes, no puede haber recuperación, ni sanación, ni restauración para el pueblo de Israel”, denuncia el Foro de Familias.