Pederastia

El caso Epstein: una de las historias más oscuras y sórdidas de nuestro tiempo

Los archivos ocultos del caso Epstein que podrían arrastrar a Trump y otras figuras clave de la élite global a un escándalo sin precedentes

El caso de Jeffrey Epstein no es simplemente otro escándalo de explotación sexual y tráfico humano. Es, posiblemente, el mayor encubrimiento de la élite global del que se tenga registro. Desde su muerte sospechosa en una prisión de Nueva York en 2019, el silencio del FBI ha sido ensordecedor. Aunque se han publicado documentos como los registros de vuelo de su jet privado —el infame “Lolita Express”— y su “libreta negra” con contactos de alto perfil, lo que se conoce hoy sigue siendo apenas la punta del iceberg. Todo apunta a que los llamados “archivos Epstein” contienen una verdad tan corrosiva, que ni las instituciones más poderosas del mundo están dispuestas a enfrentar.

Jeffrey Epstein, junto a su socia sentimental y cómplice, Ghislaine Maxwell, dirigieron una de las redes de tráfico sexual más extensas y sofisticadas de la historia. Sus víctimas, algunas de apenas 14 años, eran trasladadas en aviones privados a sus mansiones alrededor del mundo, donde sufrían los abusos de Epstein y una corte de élite de amigos poderosos. Maxwell fue condenada a 20 años de prisión. Epstein, por su parte, apareció muerto en su celda antes de enfrentar su juicio, en circunstancias que aún generan sospechas y que jamás han sido esclarecidas por el FBI.

Los registros de vuelo revelan los nombres de Donald Trump, Bill Clinton, el príncipe Andrés, Kevin Spacey, Chris Tucker, Naomi Campbell… Algunos han admitido haber volado en el avión, aunque niegan cualquier implicación. Otros simplemente guardan silencio. Pero lo que más inquieta no es quiénes aparecen en las listas, sino lo que podría revelar la información que aún no ha sido desclasificada.

Jeff Epstein y Donald Trump, en Florida durante el año 1997
Jeff Epstein y Donald Trump, en Florida durante el año 1997
Davidoff Studios Photography

A pesar de la presión pública y el clamor de las víctimas, el FBI permanece callado en una inexplicable pasividad. Tras el arresto de Epstein en 2019, se incautaron computadoras, discos duros, carpetas negras llenas de CDs etiquetados, y cámaras ocultas de varios de sus inmuebles, incluyendo su mansión en Manhattan y su isla privada en el Caribe. Se dice que algunas de las grabaciones muestran a figuras de alto perfil en actos sexuales con menores de edad. Sin embargo, no se han presentado cargos contra más personas.

Uno de los testimonios más impactantes proviene de Sarah Ransome, una víctima británica que afirma que Epstein grababa en secreto encuentros sexuales para luego extorsionar a sus participantes. De ser cierto, estaríamos ante una maquinaria de chantaje global, diseñada no sólo para satisfacer los deseos perversos de Epstein, sino para controlar a políticos, empresarios, celebridades y miembros de la realeza. Este tipo de afirmación debería haber encendido todas las alarmas en los organismos de justicia. Pero, en lugar de eso, el silencio institucional ha sido absoluto.

El caso Epstein, reabierto en la batalla de Trump y Musk
El caso Epstein, reabierto en la batalla de Trump y Musk

La administración Trump, en su momento, prometió una investigación sobre los archivos clasificados del caso. Pero, a día de hoy, esa investigación tampoco ha visto la luz. El paripé de mostrar los archivos censurados a cuatro influencers sigue siendo una puesta en escena sin sustancia de las muchas que se organizan en La Casa Blanca de Trump.

¿Es posible que el presidente de Estados Unidos tenga razones para mantener todo en la sombra? Según los registros, Trump voló al menos ocho veces en el avión de Epstein entre 1993 y 1997. Incluso su entonces esposa, Marla Maples, y su hija Tiffany, estuvieron presentes en uno de esos vuelos. Aunque Trump ha afirmado haberse distanciado de Epstein años antes de su arresto, la relación existió. Lo mismo puede decirse de Clinton, quien abordó el avión al menos 17 veces en viajes a destinos tan diversos como Marruecos, Armenia y Siberia.

La “libreta negra” de Epstein incluye, entre otros, los nombres y contactos de Tony Blair, Henry Kissinger, John Kerry, Chelsea Clinton y Naomi Campbell. Algunos de estos contactos están anotados bajo la categoría “masajes en Palm Beach”, una referencia directa al sistema de captación y abuso sexual que Epstein y Maxwell operaban desde su mansión en Florida.

Algunas de las presuntas víctimas del fallecido financista Jeffrey Epstein, incluida Virginia Roberts Giuffre (C), salen del Tribunal Federal de los Estados Unidos en Nueva York, Nueva York, EE. UU., el 27 de agosto de 2019.
EFE/EPA/ALBA VIGARAY

Virginia Giuffre, una de las principales demandantes, ha sostenido durante años que el príncipe Andrés la agredió sexualmente cuando ella era menor. Otro testimonio, de Johanna Sjoberg, afirma que Andrés le tocó el pecho mientras se encontraban en el departamento de Epstein en Manhattan. La respuesta oficial de Buckingham y del propio duque ha sido negarlo todo. Pero negaciones no son pruebas de inocencia. Son, en todo caso, otro ladrillo en el muro de silencio que rodea este caso.

La conexión Trump-Epstein: entre grabaciones, silencios del FBI y nuevas revelaciones

La filtración de grabaciones inéditas entre Epstein y el periodista Michael Wolff —autor del célebre ‘Fire and Fury’— durante la campaña presidencial reavivó la controversia. En estas conversaciones, registradas en 2017, Epstein se refiere a Trump como su “mejor amigo” durante una década, y asegura conocer sus más íntimos secretos sexuales además de describirlo como un hombre moralmente vacío, mujeriego compulsivo y, a menudo, cruel con sus propios amigos.

El revuelo no se detiene ahí. Elon Musk, CEO de Tesla y una figura dominante en el mundo tecnológico y político, (hasta ahora uña y carne de Trump) ha denunciado abiertamente que el presidente aparece en los archivos Epstein.

Esta declaración de Musk no es trivial. Marca un punto de ruptura en la narrativa republicana y podría tener un impacto directo en las próximas votaciones del llamado ‘midterm’ en noviembre del 2026. La opinión pública, ya acostumbrada a los escándalos del presidente, se enfrenta ahora a una avalancha de detalles que podrían ser demasiado perturbadores como para ignorar.

No hay pruebas concluyentes de que Trump haya viajado a la isla privada de Epstein en las Islas Vírgenes, conocida por ser un centro de abuso sistemático de menores. Sin embargo, las grabaciones de Epstein obtenidas por Wolff y publicadas por el Daily Beast ofrecen un retrato perturbador de su vínculo con Trump.

Un retrato descarnado desde dentro

En las grabaciones, Epstein afirma sin tapujos que Trump “ama acostarse con las esposas de sus mejores amigos”. Incluso relata un supuesto episodio en que Trump habría tenido relaciones sexuales con Melania por primera vez en el avión de Epstein.

Epstein
Virginia Giuffre
Instagram

Epstein detalla con precisión los métodos de seducción que, según él, Trump empleaba para manipular a mujeres: desde usar llamadas en altavoz para generar traición emocional, hasta separar a mujeres de sus parejas en casinos y eventos sociales. Todo esto, en palabras de Epstein, era parte de un patrón calculado y recurrente.

Sobre el carácter del presidente, Epstein no es menos incisivo: “Es funcionalmente analfabeto, no puede leer un balance financiero. Es un hombre sin brújula moral.” Aun así, en un gesto de ambigüedad, también lo llama “encantador en un sentido perverso”, destacando su habilidad para persuadir y dominar conversaciones.

Aunque Trump no ha sido acusado formalmente de ningún delito vinculado al caso Epstein, la suma de circunstancias —testimonios, vuelos, agenda personal, grabaciones y ahora las denuncias públicas de Musk— podría tener consecuencias políticas devastadoras.

Qué pasa si Musk presiona al FBI

En un momento donde la opinión pública es extremadamente sensible a los abusos de poder, la imagen de Trump como “depredador entre élites” podría solidificarse. Más aún si surgen nuevas grabaciones o si Musk insiste en presionar al FBI para liberar los archivos restantes.

No se trata únicamente de una cuestión legal. La narrativa de un presidente que fue, según Epstein, su “mejor amigo” y cómplice de excesos sexuales, mientras el aparato judicial lo protege, es explosiva. Y en un país donde la transparencia institucional está siendo puesta a prueba, el caso Epstein vuelve a arder como una herida que no cierra.