La voz de Juan Bordera, activista a bordo, llega entrecortada desde el Mediterráneo. “Hay más de diez embarcaciones. No sabemos qué va a ocurrir. Israel va a detener una flotilla con ayuda humanitaria y los gobiernos nos han dejado tirados”, relata a Artículo14 minutos antes de ser interceptado. La flotilla se encuentra ya a menos de 150 kilómetros de Gaza, dentro de la zona de exclusión impuesta por Israel, y avista decenas de buques militares a lo lejos.
Lucía Muñoz, también activista, confirma a Artículo14 –con el chaleco salvavidas puesto- que “se ha activado ya el protocolo de intercepción. Hemos detectado varias embarcaciones que parecen israelíes para su plan de interceptarnos”, explica.
“No sabemos lo que nos va a pasar, pero sabemos que no va a ser agradable. Será una millonésima parte de lo que sufre el pueblo palestino”, añade Bordera. “Ese bloqueo parece de barcos militares que nos van a impedir el paso. Esperamos que esto sea el principio de una lucha que ponga fin a este genocidio”.
La cuenta atrás en el mar
Los barcos partieron hace un mes de varios puertos europeos, entre ellos Barcelona. Transportan medicinas y ayuda humanitaria con destino a Gaza. Han sobrevivido a varios ataques con drones y a incidentes en alta mar, pero nunca habían estado tan cerca de la interceptación. Ahora navegan ya en aguas que Israel considera bajo control exclusivo.
La madrugada de ayer fue un aviso. Fuentes de la flotilla relatan a este periódico cómo un buque militar rodeó al Alma, la embarcación principal, y “deshabilitó de forma remota todos los sistemas de comunicación”. Durante seis minutos, el capitán maniobró para evitar una colisión. Poco después, la misma operación se repitió contra una segunda embarcación.
Una noche de aislamiento
Las palabras de Bordera reflejan el clima de la tripulación: “Nos aislaron, nos hicieron pensar que íbamos a ser interceptados”. A su lado, Sofía Buchó, otra activista, habla de frustración: “Es duro aceptar que este es el mensaje que nos llega del Gobierno. Que sabiendo que se está violando el derecho internacional no puedan hacer nada, y que, en vez de apoyarnos, intenten echarnos para atrás”.
Ese malestar contrasta con la determinación de los integrantes de la misión. “Seguiremos rumbo a Gaza”, insisten. Y lo harán, nos explican, pese a avistar a lo lejos a decenas de embarcaciones israelíes. El objetivo es desafiar un bloqueo -impuesto por Israel desde el año 2007– que Naciones Unidas cuestiona y que la Corte Penal Internacional declaró ilegal el año pasado.
El papel de España
Desde Copenhague, el Ejecutivo sigue a esta hora atento la señal en directo de la flotilla. El Gobierno español decidió hace una semana enviar al buque Furor para asistir a la flotilla: Un giro tras semanas de presión social y política. Hasta entonces, la misión había navegado sin apoyo oficial.
El buque militar, sin embargo, no ha traspasado la línea de exclusión. “Nos han transmitido que no van a cruzar el bloqueo naval impuesto por Israel”, explica Muñoz. La protección, de momento, se limita a la distancia.
El protocolo israelí
En caso de interceptación, el procedimiento habitual de Israel es claro: detener a los barcos, tomar su control y escoltarlos hasta el puerto de Ashdod, al norte de Gaza. Allí, los activistas son identificados y retenidos. El protocolo prevé la deportación inmediata, pero si alguno de ellos se negara a aceptar la expulsión y la prohibición de entrada en Israel, el destino sería la cárcel.
Este miércoles, las autoridades israelíes reforzaron Ashdod con más de 600 agentes de policía y ocho ambulancias. Un operativo, advierten los expertos, que confirma que el escenario está preparado para recibir a los activistas de la flotilla en cuestión de pocas horas.
Israel cierra el paso
En este contexto, la línea roja marcada por Netanyahu se mantiene intacta. El despliegue por mar, tierra y aire demuestra que Israel ha cumplido su amenaza: no permitirá que los barcos alcancen la costa palestina.
Así, lo previsto se ha convertido en inminente. A menos de un día de llegar a Gaza, y con el horizonte plagado de embarcaciones militares, la flotilla encara el choque final. La frontera invisible ya no es solo una línea en el mar. Es un cerco cerrado con uniformes, agentes y ambulancias esperando en tierra.
“Esperamos que esto sea el principio de una lucha que ponga fin a este genocidio”, insiste Bordera desde cubierta. Sus palabras condensan el espíritu de una misión que avanza con la convicción de haber llegado más lejos que nunca y la certeza de que cada milla puede ser la última. Según el periódico italiano Il Corriere della Sera las fuerzas israelíes ya habrían interceptado el buque principal, el Alma, y habrían detenido a sus activistas y blindado sus comunicaciones.