En Gaza, Israel y el mundo entero se contuvo el aliento al escuchar el discurso de Donald Trump y Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca, en que el presidente estadounidense presentó su plan para terminar la guerra en Gaza, devolver a los rehenes israelíes y abrir una nueva era de paz y prosperidad para Oriente Medio.
A la espera de conocerse la respuesta del grupo islamista Hamás, Netanyahu se vio forzado a dar su visto bueno a la propuesta, pese a que entierra el sueño de sus socios de extrema derecha de ocupar y asentar la Franja de Gaza. “Me pregunto por qué se tardó tanto tiempo, los planes estaban sobre la mesa hace un año o más”, recuerda a Artículo14 Ksenia Svetlova, exdiputada en el parlamento de Israel, directora ejecutiva de The Regional Organization for Peace (ROPES) e integrante del think tank Chatham House.
“Se podrían haber ahorrado tantas víctimas”
Diplomáticos y analistas conocedores de las negociaciones multilaterales para resolver la crisis de Gaza daban por hecho que la solución pasaría por involucrar a estados árabes y musulmanes, así como la inclusión de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para la gobernabilidad del devastado territorio. “Es un alivio, pero a la vez es frustrante, se podrían haber ahorrado tantas víctimas y tiempo perdido”, considera.

Svetlova apunta a los factores que imposibilitaron el entendimiento. “Hamás no hizo nada positivo para promover un alto al fuego, y sus patrocinadores de Qatar o Turquía no ejercieron suficiente presión”, apunta. Por otro lado, “Netanyahu estaba interesado en alargar la guerra para salvar su coalición, y con el ojo puesto en las próximas elecciones”. Mientras casi todo el liderazgo militar israelí dimitió por el fracaso que facilitó la masacre del 7 de octubre, el premier israelí pretende mantenerse en el poder para eludir su responsabilidad.
La analista también culpa a la anterior Administración de Joe Biden porque “no hizo lo suficiente”. Finalmente, Trump impuso sus condiciones -con amplio respaldo regional-, en un plan que “ya estaba escrito desde su visita al Golfo Pérsico el pasado verano”. Pese a la esperanza desatada, sobre el terreno la situación es agónica: la guerra continúa costando víctimas en Gaza y los 48 rehenes israelíes siguen en los túneles de Hamás.
La presión de Turquía y Qatar sobre Hamás
“Ahora hay mucha presión de Turquía y Qatar sobre Hamás, que debería aceptar el acuerdo, pero también saben jugar sus cartas. Puede que presenten alegaciones, la clave estará en los detalles y como se implementa”, prosigue Svetlova. Pero avisa: “Me preocupa que el plan caiga, no estoy segura de que la Administración Trump y los países árabes lo puedan implementar”.

Respecto a la presión de la ultraderecha judía, que exige a Netanyahu no parar la guerra -aunque Israel quede totalmente aislado en el mundo-, la analista aclaró que el primer ministro israelí “no tiene más opción que aceptar a Trump. Si sus ministros no le apoyan, el gobierno caerá y tendremos elecciones. En todo caso, estamos a las puertas de un año electoral”, recuerda la analista.
Netanyahu, en clave electoral
Netanyahu es un líder hábil, capaz de sobrevivir en tiempos revueltos. “Cada día en el poder es valioso para él, y sus aliados son menos importantes ahora que hace un año. Actúa con un ojo puesto en las elecciones”, matiza. Aunque los sondeos todavía no apuntan a una mayoría del bloque de Netanyahu, el premier logró reparar parcialmente su popularidad tras el desplome del 7 de octubre de 2023. Los éxitos militares contra Hamás, Hizbulá o Irán le auparon ligeramente en las encuestas.
“Netanyahu es el actor más experto, no solo en Israel, también en el mundo. Será capaz de identificar los puntos débiles de la administración Trump, no tiene prisa. Si el acuerdo no llega en los próximos días, podrá alegar que él aceptó y Hamás lo rechazó”, aclara Svetlova. Esta disyuntiva la permitiría alargar el conflicto y mantenerse en el cargo.
La mayoría de israelíes recibió con alivio y esperanza el plan de Trump. “El 75% de la población pide parar la guerra y devolver a los rehenes, la gente es cautelosamente optimista”, destaca Svetlova. Pero concluye: “Hay muchas dudas sobre la implementación del plan, aunque es un primer paso. Tenemos experiencia con otros planes que sonaban genial pero luego no llegaron a buen puerto”.