Terminamos el año con unos comicios en Extremadura y lo vamos a comenzar con otros en Aragón. Aunque vivimos en campaña permanente, en momentos así la actividad es todavía más intensa porque los candidatos lo dan todo. El ritmo no para ni parará porque en el horizonte planean Castilla y León y Andalucía.
Habrá que ver si al final hay o no convocatoria de unas generales. Desde luego, el 2026 pondrá de nuevo a prueba el test de resistencia de Pedro Sánchez que se enfrenta a un calendario judicial y a varias investigaciones abiertas, además de a presuntos casos de corrupción y de acoso. Eso sin olvidar las diferencias que con los meses se van acrecentando con sus socios de Gobierno.

Para combatir ese desgaste, el jefe del Ejecutivo abogará por una estrategia más agresiva y, sin duda, seguirá apelando al peligro que supone que Partido Popular y Vox unan sus fuerzas.
Aunque esa técnica puede que ya no le dé resultado. Parece que el hartazgo supera al miedo. Los resultados extremeños son sólo un ejemplo y aventuran que la formación de Santiago Abascal seguirá creciendo porque mucha gente ya no la teme a pesar de sus propuestas radicales.
Así que la mirada de los populares va cambiando. En su comparecencia del lunes, Alberto Núñez Feijóo mantuvo que quiere gobernar en “solitario”. Es su objetivo y lo que lleva diciendo desde su congreso nacional. Pero es consciente de que debe estar preparado para todos los escenarios. Por eso, en su rueda de prensa, indicó que si no hay mayorías, “el cordón sanitario es Bildu, no Vox’.
En esas palabras se atisba que algo ha cambiado. Cuando Feijóo ganó en 2023 no le salían las cuentas con los de Abascal, pero las encuestas apuntan a que los números sí pueden encajar cuando se presente la próxima oportunidad de alcanzar La Moncloa. Si eso sucede, está claro que no se va a quedar de nuevo en el banquillo de la oposición.
¿Entonces qué debe hacer el líder del PP? Ahora mismo está en una encrucijada y debe elegir el camino a seguir. Para empezar, podría impulsar una refundación de la derecha como la que hizo Manuel Fraga integrando a todas las corrientes. Pero no le serviría de mucho porque la respuesta de Abascal a esa propuesta sería un sonoro portazo.
Otra opción es que, llegado el momento, Feijóo reconozca sin tapujos que está dispuesto a alcanzar acuerdos con Vox. En plena caravana cuando los periodistas le pregunten qué va a hacer, puede ser sincero y admitir que trabajará con ellos. En el PP hay quien cree que dar este paso sería un error, pero otros opinan que de ese modo se iría normalizando la situación y se dejaría de poner el foco en este tema para centrarse en lo importante.

La táctica contraria es la que se ha empleado hasta ahora: negar a Vox. Pero ya se ha demostrado que no funciona. Muchos consideran que sólo ha servido “para alimentar al monstruo”. Está claro que a Feijóo no le costaría mucho denunciar su populismo y renunciar a cualquier pacto con ellos,. Sin embargo, en caso de que finalmente tenga que llamar a su puerta, la relación nacería contaminada y sería difícil explicar al electorado ese giro de guion. La incoherencia, tarde o temprano, se paga.
En las filas conservadoras también hay quien sueña en un mundo sin Vox y pide la abstención del PSOE si hace falta. Lógicamente esa posibilidad sólo se produciría si Sánchez ya no moviese los hilos. Suena utópico, pero recuerdan que ahora que se habla tanto de la Transición, lo suyo sería que las dos principales formaciones políticas fuesen capaces de entenderse y de demostrar que tienen sentido de Estado.
De todos modos, hay otras vías. PP y Vox pueden sumar más que la izquierda y entonces sólo sería necesaria su abstención. Ahí la pelota estaría en su tejado y se tendrían que retratar. Nadie entendería un rechazo cuando el enemigo común a batir es Sánchez.
También puede ocurrir que al PP le valga con el respaldo del PNV o Junts. Los tiempos han cambiado, pero en esa tesitura costaría mucho digerir que hay conversaciones con la formación de Carles Puigdemont. Así que lo mejor es seguir apelando a la mayoría. Insistir, insistir e insistir en la importancia de votar al PP para ganar con holgura. Eso harán: recordar que la elección que hace uno tiene un gran valor y no debe tirarse a la basura.

Visto lo visto, la senda se adivina complicada y la impresión generalizada es que en el futuro todos los caminos llevan a Vox



