La presentación del nuevo plan de paz de la Administración Trump para la guerra en Ucrania ha reabierto un debate sobre un conflicto encallado. Líderes aliados de Ucrania reunidos en la cumbre del G-20 celebrada este sábado en Johannesburgo (Sudáfrica) han expresado su rechazo a parte del plan de paz confeccionado por Estados Unidos. Los mandatarios rechazan varios puntos que aparecen en el documento norteamericano, como la cesión territorial de la región oriental ucraniana del Donbás a Rusia o a la reducción de las fuerzas militares de Ucrania.
La propuesta, filtrada en Washington y concebida sin participación europea, plantea cesiones territoriales por parte de Kiev, una reducción drástica de su capacidad militar y ambigüedades en torno a unas hipotéticas garantías de seguridad. Pero el presidente de Estados Unidos tiene prisa y ha dado a su homólogo ucraniano hasta el 27 de noviembre para aceptarlo. Para muchos analistas, el documento se asemeja más a un catálogo de exigencias dirigido únicamente a Ucrania que a un marco equilibrado de negociación.
La experta Maria Martisiute, analista especializada en defensa, considera que el plan constituye una vía abierta para consolidar los objetivos estratégicos de Moscú y un retroceso peligroso para la seguridad europea. En conversación con Artículo14, analiza las implicaciones del documento, la situación en el frente ucraniano y los dilemas que enfrenta el continente ante una Rusia que, asegura, ya se comporta como si estuviera en guerra con Europa.

-¿Cuál fue su primera reacción al conocer el plan de paz presentado por la Administración Trump?
-La primera impresión es que no estamos ante un plan de paz, sino ante un plan para la ocupación de Ucrania por Rusia. Todos los puntos enumerados en la propuesta reflejan una aproximación maximalista y abiertamente favorable a Moscú: desde la renuncia a la integridad territorial hasta la imposición del ruso como lengua oficial. No hay exigencias reales hacia Rusia. Es un documento que sorprende incluso dentro del Congreso estadounidense, aunque no debería extrañarnos, dado el peso que tienen las narrativas rusas en el círculo más cercano a Trump.
-¿Por qué cree que la administración estadounidense se mueve en direcciones tan contradictorias, con sanciones recientes y ahora una propuesta que parece alinearse con Moscú?
-La estrategia parece diseñada para generar confusión. Llevamos casi un año de presidencia de Trump y no hemos avanzado hacia la paz porque Putin solo negociará cuando sus objetivos máximos estén garantizados. Lo decepcionante es que Estados Unidos siga su juego. Solo así se explica que, tras sanciones duras contra empresas rusas, llegue un plan que básicamente legitima las ambiciones de Putin.

-Uno de los aspectos más controvertidos es la cesión permanente de territorios en el Donbás y la reducción del ejército ucraniano. ¿Qué implicaciones tendría?
-Es profundamente ofensivo para Ucrania. Se exige al país agredido que renuncie a parte de su soberanía y reduzca su capacidad defensiva, mientras que las garantías de seguridad prometidas son vagas e insuficientes. Además, si no existe un mediador neutral que determine responsabilidades —algo que ni EE. UU. ni Rusia pueden ser—, cualquier garantía carece de credibilidad. Habría que crear un nuevo mecanismo internacional de supervisión, posiblemente con actores europeos o incluso China.
-La propuesta también menciona blindar en la Constitución ucraniana la renuncia a ingresar en la OTAN.
-Es inaceptable. Ni EE UU ni Rusia pueden decidir en nombre de Ucrania o de la OTAN. Son decisiones soberanas. Obligar a Kiev a renunciar a su libertad de alineamiento supondría institucionalizar la esfera de influencia que Moscú busca desde hace décadas.

-¿Esperamos algún tipo de contrapartida exigida a Rusia?
-No por parte del círculo de Trump. Quizá congresistas o senadores planteen algo, pero no la Casa Blanca. Por eso el documento es tan desequilibrado. Y por eso es peligroso que Europa lo acepte siquiera como base. Aunque, según sé, algunos líderes europeos podrían hacerlo simplemente para poder modificarlo después de manera sustancial.
-¿Considera que Europa está reaccionando con suficiente preocupación?
-Curiosamente, no. La reacción ha sido calma resignada. La repetición constante de propuestas de esta naturaleza ha creado una especie de indiferencia. Europa intentará hacer “control de daños” y ajustar el plan hacia posiciones más equilibradas, pero sigue habiendo falta de liderazgo, desacuerdo interno y dependencia de EE UU para definir la estrategia de seguridad.

-¿Cree probable que Ucrania sea finalmente presionada para ceder territorios?
-Sí. Creo que implícitamente muchos actores europeos ya asumen que habrá que renunciar a parte del territorio para llegar a un acuerdo. Ucrania lo rechazará en público, porque lo impide su Constitución, pero podría aceptar una cesión de facto a cambio de fuertes garantías de seguridad. Zelenski tendría que justificarlo como la única vía para detener la guerra.
-¿Cómo describiría ahora mismo el estado del conflicto sobre el terreno?
-Es una guerra de desgaste en la que nadie avanza decisivamente. Pero hay novedades importantes: Ucrania ha logrado golpear entre el 20% y el 25% de las refinerías rusas, atacar infraestructuras militares cerca de Moscú y mejorar enormemente sus capacidades tecnológicas con drones y guerra electrónica, que explican cerca del 70% de las bajas rusas recientes. Además, Ucrania ya produce alrededor del 60% de sus armas, incluidos misiles de crucero como el Flamingo, lo que reduce su dependencia de Occidente.

-A pesar de ello, Europa sigue sin acordar un uso efectivo de los activos rusos congelados.
-Efectivamente, es un fracaso. Bélgica sería la principal responsable si esos fondos se liberaran y la Comisión Europea no ha logrado un mecanismo justo de reparto de riesgos. Esto refleja la descoordinación europea y la falta de visión sobre cómo debería terminar la guerra.
-Si este plan no es una solución, ¿qué escenario considera capaz de garantizar una paz real?
-Solo la derrota militar de Rusia. No creo que sea factible a corto plazo, pero es la única garantía duradera para Ucrania y para Europa. Cualquier acuerdo negociado en condiciones actuales será un “mal acuerdo”, que permitirá a Rusia rearmarse y atacar de nuevo, quizá incluso a la propia OTAN o la UE en 2027.

-¿Es tan grave la amenaza para Europa?
-Sí. Rusia ya opera como si estuviera en guerra con nosotros: sabotajes ferroviarios, barcos espía, drones sobre capitales europeas, incursiones aéreas… y la respuesta europea sigue siendo “profunda preocupación”. Esa pasividad alimenta la agresión. Tarde o temprano, uno de estos ataques híbridos provocará víctimas masivas y Europa se verá obligada a decidir si aplica el Artículo 5 de la OTAN. Y no estamos preparados.
-¿Cómo definiría este plan?
-Tal como está concebido, es un plan para la ocupación de Ucrania por Rusia, no un plan de paz. Quizá el producto final sea distinto si Europa actúa con firmeza, pero la propuesta inicial marca un terreno de juego muy peligroso para Ucrania y para la seguridad de todo el continente


