Desaparecida

¿Hay esperanza para Madeleine McCann?

La Policía británica busca contrarreloj pruebas que eviten que el principal sospechoso de su desaparición salga de la cárcel

La desaparición de Madeleine McCann continúa ejerciendo, 18 años después, una excepcional atracción que combina la fascinación que inspiran las investigaciones policiales con la inevitable escabrosidad generada por los casos no resueltos. En este arranque de junio, agentes de seguridad, en este caso alemanes, regresaban de nuevo a la pequeña área del Algarve portugués donde, en 2007, una familia británica levantaba la voz de alarma sobre la ausencia de su primogénita, a nueve días de su cuarto cumpleaños. Comenzaba así una de las búsquedas más extensas del siglo XXI y el rostro de Maddie, como la llamaban en su entorno, pasaba a formar parte del imaginario popular.

Una movilización supranacional prácticamente sin precedentes, pesquisas de departamentos de policía de varios países, detectives privados y 13 millones de libras (unos 15,4 millones de euros) gastados por el Gobierno británico, que recientemente anunciaba 150.000 euros más para mantener el proceso activo, no han sido suficientes para responder a la pregunta de qué ocurrió con Madeleine.

La única pista fiable

La única pista hasta ahora procede de Alemania, donde, en 2020, la Fiscalía y la Oficina Federal de Policía Criminal (‘Bundeskriminalamt’), equivalente germano al FBI, dijeron tener a un sospechoso no solo de la desaparición, sino crucialmente del asesinato, un término jamás empleado por la policía británica. Se trata de Christian Brückner, un criminal con un historial de delitos sexuales, drogas, robo o fraude, en prisión desde 2019 por la violación, también en Portugal, de una turista norteamericana de edad avanzada en 2005.

Las autoridades portuguesas y alemanas están buscando a Madeleine McCann en una vasta zona entre las ciudades de Lagos y Praia da Luz en Lagos, Portugal, el 5 de junio de 2025.
EFE/EPA/JOAO MATOS

Residente en el Algarve entre gran parte de los años 2000 y 2017, públicamente las evidencias contra él se basan en comentarios que habría hecho a un amigo sobre la muerte de Madeleine y el hecho de que un móvil vinculado a él estuviese en la localidad de Praia da Luz, donde los McCann pasaban sus vacaciones, la noche de la desaparición. Brüeckner esta considerado como sospechoso (‘arguido’, en portugués) por la policía lusa desde 2022, pero no ha sido imputado y él niega tener nada que ver.

Se acaba el tiempo a los investigadores

A los investigadores alemanes, sin embargo, se les acaba el tiempo, puesto que está previsto que Brückner salga de prisión, como tarde, a principio de 2026. De ahí la presencia en el Algarve de agentes que rastrearon la zona próxima a donde solía residir, en busca de algo, cualquier señal, que permita actuar y evitar su puesta en libertad. Según la BBC, uno de los oficiales implicados habría admitido que no habían hallado nada significativo.

Para la familia, esta nueva incursión policial se suma a las numerosas expectativas, siempre truncadas, desde aquella fatídica noche del 3 de mayo de 2007, cuando sus vidas cambiaron para siempre. Su historia es tanto el relato de un proceso imperfecto, marcado por los fallos policiales, como la crónica de quienes se vieron obligados a protagonizar en el ojo público la peor pesadilla para una madre y un padre.

El acusado Christian Brueckner llega al inicio de su juicio en el Tribunal Regional de Braunschweig, en 2024
Efe

La opinión pública juzgó a los padres de Madeleine

Cada uno de sus movimientos, tanto antes como después de la desaparición, acabaron transformados en munición para un juicio popular alentado por la propia prensa británica. Desde la controvertida decisión de dejar a los niños durmiendo en el apartamento del complejo Ocean Club mientras cenaban en un restaurante a cien metros, a la supuestamente anormal reacción emocional de la madre, los McCann pasaron con asiduidad, a su pesar, de víctimas a villanos.

Kate McCann fue, probablemente, quien padeció el litigio más severo. Médica de profesión, como su marido, Gerry, y con tres hijos, además de Madeleine, los gemelos Amelia y Sean, de apenas dos años cuando la familia alcanzó la más indeseada fama mundial, el oprobio se basó en algo tan subjetivo como no evidenciar suficiente aflicción. Apenas meses después de que la pista de Madeleine se perdiera para siempre, su madre sufrió el escarnio adicional de ver cómo su diario personal copaba las portadas de los tabloides de su país.

Las autoridades portuguesas y alemanas están buscando a Madeleine McCann en una vasta zona entre las ciudades de Lagos y Praia da Luz, en Lagos, Portugal, el 5 de junio de 2025.
EFE/EPA/JOAO MATOS

Los McCann, en el punto de mira

Reflexiones comunes en la maternidad, como considerar la crianza extenuante, fueron empleadas para reforzar su perfil de mujer fría y calculadora y, lo que es peor, para considerarla, junto a Gerry, de alguna manera culpable. Ambos fueron, de hecho, declarados ‘arguidos’ por la Policía lusa durante casi un año, desde septiembre de 2007, cuando abandonaron Portugal, cuatro meses después de que Madeleine se desvaneciese sin dejar rastro.

Los efectos en la familia fueron devastadores. Los McCann tuvieron que convencer a los servicios sociales británicos para mantener la custodia de los gemelos y Kate dejó su trabajo para centrarse en la campaña de búsqueda de Madeleine e, inevitablemente, porque la ausencia de esta generó una sobreprotección hacia sus otros dos hijos. Hoy en día trabaja con personas con demencia y, durante la pandemia del coronavirus, regresó a primera línea para contribuir como sanitaria.

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Arranca una nueva búsqueda para hallar a Madeleine McCann
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18 años a la sombra de la desaparición de Madeleine McCann

Dieciocho años después, Kate y Gerry siguen viviendo en la misma casa en la localidad de Rothley, en el condado de Leicestershire. Los gemelos han abandonado el nido para estudiar en la universidad. Todos siguen conmemorando cada cumpleaños de Madeleine, el 12 mayo, y Kate confiesa que deja regalos en su habitación, que permanece con estaba, por si algún día puede abrirlos. También mantienen vigilias de recuerdo cada 3 de mayo, pero la familia dice sentirse agradecida de haber podido vivir una vida relativamente normal, pese a la sombra que la desaparición de Madeleine proyectará siempre sobre sus vidas.

La propia Kate expuso en sus memorias, publicadas en 2011, las dimensiones del impacto, para empezar, por la amenaza sobre su matrimonio. “La primera consecuencia de la desaparición fue mi incapacidad de permitirme ningún placer, ya fuese leer un libro, o hacer el amor con mi marido. La segunda provino de la repugnancia generada por mi miedo a que Madeleine hubiese sufrido lo peor que nos podíamos imaginar: caer en las manos de un pedófilo”, escribió, en un libro en el que admitió cómo estos pensamientos la “torturaban” hasta el punto de considerar el sexo “repulsivo”, una consecuencia que la llevó a temer que su relación de pareja colapsase.

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