Una imagen para la historia. Por un momento Estados Unidos contuvo el aliento. Un candidato presidencial, disparos en un mitin, caras desencajadas… demasiados recuerdos para un país que aún no ha superado la muerte de John F. Kennedy. El desenlace afortunadamente fue muy distinto. Trump salió como un héroe. Herido en la oreja, levantó el puño e increpó a su agresor que ya había sido abatido por los servicios de seguridad. Un episodio más para la historia de los intentos de magnicidio. La doctora Jessica Trisko Darden, profesora del Departamento de Ciencias Políticas de la Virginia Commonwealth University analiza con Artículo14 la oleada de ataques a políticos.
Los atentados más recientes contra políticos han estado protagonizados por hombres. En el Viejo Continente, el magnicidio que sumió a Europa en una catastrófica guerra mundial fue perpetrado por un joven. El 18 de junio de 1914, el serbobosnio Gavrilo Princip viajó hasta Sarajevo para asesinar al príncipe heredero austriaco, Franz Ferdinand, y su mujer, Sofía. Dos disparos mortales que acabaron con la vida de la pareja. La muerte del heredero al trono austro-húngaro propició el estallido de la sangrienta Primera Guerra Mundial.
At 7:00 p.m. on October 22, 1962, President Kennedy addressed the American people, revealing the evidence of Soviet missiles in Cuba and calling for their removal.
Find out what happened next: https://t.co/80JmhcLybq pic.twitter.com/kcLT8ahnwV
— JFK Library (@JFKLibrary) October 22, 2023
Otro de los asesinatos más trascendentales de las últimas décadas fue el ya citado asesinato del presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963. El asesino, Lee Harvey Oswald, tenía 24 años cuando disparó al presidente 35º mientras cruzaba en un descapotable por la ciudad texana junto a su esposa, la primera dama Jackie Kennedy.
On March 1, 1961, President Kennedy established the @PeaceCorps
by EO 10924, which would send American citizens to developing countries around the globe to volunteer in the struggle against poverty, illiteracy, and disease.Image: JFK w/Peace Corps Trainees, AR7405-H pic.twitter.com/ksfJMyM9cv
— JFK Library (@JFKLibrary) March 1, 2024
“En periodos de intensa polarización, los políticos se convierten en objetivos porque son símbolos de un partido político o una ideología más amplios”, asevera la profesora de la Virginia Commonwealth University.
“Ya no se les ve como miembros de comunidades locales que quieren representar los intereses de esa comunidad. En el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, así como durante la guerra, los partidos políticos de la oposición fueron blanco habitual de la violencia y la represión”. Asimismo, la experta en violencia política reconoce que, no obstante, en muchas democracias jóvenes, “se producen actos de violencia en torno a las elecciones”. La profesora pone como “ejemplo notable” Kenia, “donde la violencia relacionada con los comicios en cada ciclo electoral reciente ha afectado tanto a políticos como a civiles”.
“La mayoría de los perpetradores son hombres”
Al preguntarle a Trisko Darden, que también es coautora de Women as War Criminals: Gender, Agency, and Justice (Las mujeres como criminales de guerra: Género, agencia y justicia), si la violencia política es una cuestión masculina, la experta en género admite que “tanto hombres como mujeres participan en actos de violencia política. Sin embargo, la gran mayoría de los perpetradores son hombres”.
La profesora argumenta que “esto se debe a que la mayoría de las sociedades siguen aceptando los actos violentos como parte habitual del comportamiento masculino (por ejemplo, en las peleas de bar)”. Así, “cuando las mujeres participan en la violencia política, es menos probable que lo hagan directamente. En cambio, ayudan a recaudar fondos para los grupos, difunden su ideología y reclutan a otras personas”.
Pero sí hay una mujer que ha perpetrado un asesinato político. Trisko Darden recuerda el caso de Thenmozhi Rajaratnam, alias “Dhanu”. La joven, que se cree que tenía 22 años, planeó durante meses el ataque contra el ex primer ministro indio Rajiv Gandhi junto a varios cómplices. Cuando llegó al sur de India se plantó unas enormes gafas y pasó casi todo el tiempo sin salir para no llamar la atención dado su pronunciado acento. Los periódicos de entonces narraron cómo la noche anterior a perpetrar el asesinato vio una película. Antes de acudir al acto en el que se encontraba Gandhi, se tomó un helado.
Al igual que en los otros atentados estaba entre la gente que esperaba a Gandhi. El ex primer ministro indio se acercó a hablar con los locales. Una subinspectora de Policía intentó prevenir que Rajaratnam llegará hasta el ex “premier” indio, pero el propio Gandhi lo permitió. Cuando “Dhanu”, en señal de reverencia se agachó, activó el cinturón bomba. Un artefacto RDX cargado con 10.000 bolas de acero de 2 milímetros cada una.
“En 1991, Gandhi fue asesinado por una terrorista suicida”, añade la docente. Rajaratnam pertenecía a los Tigres Tamiles, un grupo separatista de Sri Lanka. Junto al ex “premier” indio mató a otras 13 personas. Gandhi, que buscaba la reelección como primer ministro, “fue asesinado mientras participaba en un mitin electoral en el estado de Tamil Nadu, en el sur de India”. Y es que al igual que los Kennedy en EE UU, el apellido Gandhi en India también ha estado marcado por la tragedia. La profesora recalca que precisamente su madre, Indira Gandhi, “era primera ministra cuando fue asesinada por sus guardaespaldas masculinos”.
Polarización online
En la actualidad estos fenómenos ganan protagonismo. La polarización ha creado ‘cámaras de eco’ en línea que amplifican y refuerzan las ideologías políticas, de modo que los individuos llegan a tener creencias políticas aún más fuertes”. Asimismo, “los extremos permiten que florezcan los bulos y la desinformación porque no hay personas en la conversación que estén dispuestas o sean capaces de rebatir los hechos incorrectos”.
Respecto a cómo paliar la lacra que supone la violencia política, uno de los pasos más importantes es “la condena enérgica de la violencia política por parte de todos los partidos, incluso de aquellos que no se han visto afectados por ella”. Con todo, Trisko Darden asevera que las causas profundas de la violencia política se encuentran en las desigualdades sociales, económicas y políticas. “Los ciudadanos necesitan sentir que el Estado trabaja para todas las personas, independientemente de su afiliación política. Esto es mucho más difícil de conseguir”, concluye la experta.