Dinamarca es un país dirigido por Mette Frederiksen, a quien a veces se denomina la “Dama de Hierro escandinava”. Parece que la primera ministra danesa nunca está mejor que ante la adversidad. Donald Trump ha amenazado con anexionarse Groenlandia, Putin ha introducido sus drones en el espacio aéreo danés. Frederiksen se enfrenta a un desafío político de una magnitud sin precedentes.
Durante mucho tiempo, el nombre de Mette Frederiksen fue prácticamente desconocido en Europa, y apenas familiar en Escandinavia. Pero desde que el todopoderoso y voluble Donald Trump juró apoderarse de Groenlandia y ella, la primera ministra del pequeño reino de Dinamarca, le plantó cara, insistiendo en que el territorio ártico autónomo “no estaba en venta”, se ha convertido en una celebridad. El pasado enero, una tormentosa y muy publicitada conversación telefónica con el presidente de Estados Unidos la catapultó al manto de la resistencia al autoritarismo.
Esta semana, hace saber a sus colegas europeos y atlánticos que el peligro de Rusia está a nuestras puertas. La primera ministra danesa advierte de la guerra híbrida de Putin. Pide a Europa que abandone su postura defensiva tras una serie de incursiones de drones, ciberataques y sabotajes destinados a dividir a sus aliados.
La primera ministra de Dinamarca no se anduvo con rodeos: Europa debe prepararse para una intensificación de los ataques híbridos por parte de Rusia. Advirtió que estas ofensivas probablemente no han hecho más que empezar, y que su principal objetivo es dividir a los europeos. Viktor Orban puede estar tranquilo. No escuchará un ataque de drones desde Moscú. Europa debería apartar temporalmente a Hungría, cuyo líder prefiere seguir los comentarios de su amigo ruso antes que obedecer las normas y valores de la Unión Europea.
Para Mette Frederiksen, la OTAN ya no puede contentarse con una postura reactiva. Violaciones del espacio aéreo, ciberataques, drones misteriosos sobre emplazamientos militares y sabotaje de infraestructuras. Son todos incidentes que la Dama de Hierro danesa describe como piezas de un rompecabezas estratégico, con un objetivo claro: amenazar a los europeos, desestabilizarlos y enfrentarlos entre sí.

Estas incursiones se producen tras una serie de incidentes atribuidos más directamente a Moscú. El mes pasado, las fuerzas aéreas rusas -drones y aviones tripulados- aumentaron sus intrusiones en el espacio aéreo de la OTAN. Por primera vez desde 2022, cazas aliados derribaron drones rusos sobre Polonia. En dos ocasiones, la Alianza convocó reuniones de emergencia, denunciando “actos irresponsables”.
Al mismo tiempo, la organización atlántica lanzó una nueva operación de vigilancia denominada “Eastern Sentry”, movilizando recursos adicionales de Dinamarca, Francia, Reino Unido y Alemania.

La primera ministra se ha dado cuenta de que ha llegado el momento de presionar a todos los Estados miembros de la UE, así como a los aliados de la OTAN. Está insistiendo en que responder a esta ofensiva híbrida rusa no es sólo cuestión de comprar nuevas tecnologías, porque no se detendrá sólo con la mejora de las capacidades.
Este tipo de guerra juega precisamente con la vulnerabilidad a las divisiones entre los miembros de la organización atlántica. En un momento en el que Donald Trump parece distanciarse de la Unión Europea y Rusia ataca el flanco oriental de Europa, los proyectos de defensa están sobre la mesa en la cumbre danesa.

Dados los recientes incidentes de drones sobre los aeropuertos de Copenhague y Oslo, en el espacio aéreo polaco, y en los últimos días sobre lugares sensibles alemanes en Kiel, el proyecto de muro antidrones parece el más oportuno y urgente. Requiere un complejo sistema de mando y control con un coste de más de 100.000 millones de euros, que abarca miles de kilómetros desde Finlandia hasta Bulgaria. Además, los drones se modernizan constantemente, por lo que un muro antidrones de este tipo quedaría obsoleto desde el primer día. La inversión en este ámbito debe ser constante.
Los rusos no son capaces de amenazar seriamente a Europa con tanques, buques de guerra y aviones, pero pueden disparar misiles contra nuestras capitales, puertos y centrales eléctricas. Tuvimos un sistema de defensa aérea de este tipo contra aviones y misiles rusos durante la Guerra Fría, pero fue desmantelado en la década de 1990 y sustituido por defensas aéreas limitadas en torno a infraestructuras críticas como puertos y cuarteles militares.

Un sistema de defensa aérea Patriot, por ejemplo, cuesta mil millones de euros. El sistema de vigilancia de la guerra híbrida está aún en pañales. La guerra híbrida abarca campañas de desinformación, noticias falsas, ataques (cibernéticos) contra centrales eléctricas, oleoductos, plantas de tratamiento de aguas residuales y cables de datos, intentos de asesinato, ciberataques contra hospitales, etc.
La única respuesta posible es aumentar la resiliencia de la sociedad: garantizar la solidez de las infraestructuras críticas, la continuidad de los suministros de electricidad y agua, los canales de comunicación y el sistema de mando. Esta resiliencia debe reforzarse en cada país de la UE, que tendrá que asumir el coste individualmente. Frederiksen y sus homólogos lo saben. La seguridad total es imposible e inasequible.