Washington amaneció el lunes con una sacudida política cuando el presidente Donald Trump anunció, desde el atril de la Casa Blanca, que asumía el control de la Policía Metropolitana de la capital y que pondría a Pam Bondi, su fiscal general, al mando. Como si fuera poco, ordenó el despliegue de la Guardia Nacional y cientos de agentes federales para “restaurar el orden” en la ciudad.
“Hoy es el Día de Liberación en D.C.”, proclamó, con el característico puñetazo verbal que lo ha hecho célebre. “Vamos a recuperar nuestra capital”. Su declaración, transmitida en vivo, sonó más a arenga de campaña que a anuncio administrativo. Pero el efecto fue inmediato al derrocar el poder local de la alcaldesa Muriel Bowser quien veía cómo le arrebataron, al menos por un mes, el control de su fuerza policial.

La ley, en el filo
Trump se ampara en la Sección 740 de la Home Rule Act, una norma de hace décadas que permite al presidente asumir temporalmente el mando de la policía del Distrito si considera que existen “condiciones especiales de emergencia”. Según la ley, ese control expira en un máximo de 30 días, salvo que el Congreso decida extenderlo.
Para Bowser, esas “condiciones especiales” no existen. “No estamos viviendo un repunte de criminalidad”, dijo en la cadena MSNBC, recalcando que el crimen violento ha caído un 26% en lo que va del año. Pero su argumento legal no detuvo la maquinaria federal.
Trump, por su parte, repitió que Washington es “más peligrosa que Bagdad, Bogotá o la ciudad de México” y que las cifras oficiales están manipuladas. Con una sonrisa, añadió que, si hace falta, “habrá más que Guardia Nacional… podemos traer al Ejército”.
Un operativo a escala federal
Detrás de la retórica, el movimiento es masivo. Más de 500 agentes federales han sido movilizados: FBI, ATF, DEA, Servicio de Alguaciles y hasta personal de ICE patrullarán las calles. Los puntos turísticos, las zonas de bares y los vecindarios con historial delictivo tendrán vigilancia reforzada.
El detonante, según el relato presidencial, fue el violento intento de robo del auto de Edward Coristine, exintegrante de un equipo de eficiencia gubernamental de la Casa Blanca. Las imágenes del joven ensangrentado circularon en redes sociales y fueron exhibidas por Trump en la conferencia, como prueba de que “nadie está seguro en esta ciudad”.
La otra batalla: los sin techo
Pero el plan de Trump no se limita a perseguir criminales. Desde el domingo, su mensaje ha sido claro: “Los sin hogar tienen que irse, de inmediato”, aunque no explica a donde. En su narrativa, las tiendas de campaña y los campamentos en la vía pública son símbolo de decadencia. “No puedo ir a Rusia el viernes cuando la ciudad está así. Es una vergüenza”. Aunque prometió reubicarlos en alojamientos “de calidad” lejos del centro.
Community Partnership, una ONG que atiende a la población sin vivienda, calcula que unas 3,782 personas están en esa situación en D.C., con unas 800 durmiendo en la calle. Los defensores de derechos humanos temen que este “despeje” sea más una operación de limpieza visual que una solución real.
Según la alcaldesa Bowser, la prioridad no debe ser la militarización, sino más jueces, más fiscales y más recursos para programas de vivienda. “La Guardia Nacional no es la herramienta adecuada para hacer cumplir las leyes locales”, ha insistido. Para la regidora “cualquier comparación con un país devastado por la guerra es exagerada y falsa”.
Trump en estado puro
El lunes, la sala de prensa de la Casa Blanca se convirtió en escenario de un acto cuidadosamente diseñado. Detrás de Trump, funcionarios alineados; frente a él, periodistas lanzando preguntas sobre la legalidad de la medida. El Presidente Norteamericano se movió entre las críticas y las cámaras como pez en el agua. Exhibió fotos de calles sucias, habló de “crimen, brutalidad e inmundicia”, y presentó su nuevo operativo “D.C. Segura y Hermosa”. Prometió “tolerancia cero” y arrestos inmediatos. No dio detalles legales, pero sí muchas frases de impacto. “Este lugar tiene que ser el mejor administrado del país, no el peor”, sentenció.

Un choque con eco internacional
La pelea entre Trump y Bowser no es un caso aislado. En Los Ángeles, la alcaldesa Karen Bass —también afroamericana, también demócrata— ha vivido en sus carnes su propia confrontación con el presidente por el despliegue de la Guardia Nacional en operativos migratorios.
Ambas lideresas han hecho de la vivienda asequible y la justicia social sus banderas. Ambas gobiernan grandes ciudades con realidades complejas y visibles problemas de personas sin hogar. Y ambas se han convertido en objetivo de la narrativa trumpista de “ley y orden”.
El trasfondo político
Más allá del discurso de seguridad, esta intervención en D.C. es un ensayo de poder federal sobre gobiernos locales. Washington tiene un estatus especial: no es un estado, y el Congreso —junto con el presidente— conserva la capacidad de anular decisiones locales. Sin embargo, la Home Rule Act fue creada precisamente para dar autonomía a los residentes de la capital.
Romper ese equilibrio, aunque sea temporalmente, envía un mensaje político complicado porque el presidente está dispuesto a usar al máximo sus prerrogativas para imponer su visión, incluso si las cifras no respaldan su diagnóstico de “crisis”.
Muriel Bowser y Karen Bass: dos mujeres, un mismo objetivo
Muriel Bowser ha sido alcaldesa de D.C. desde 2015. Ha invertido más de mil millones de dólares en vivienda asequible, ha guiado a la ciudad a un crecimiento económico sostenido y ha afrontado crisis tan duras como la pandemia y el asalto al Capitolio del 6 de enero. Es la segunda persona en ser elegida tres veces como alcaldesa de la capital, y la primera mujer afroamericana en lograrlo.
Karen Bass, alcaldesa de Los Ángeles desde 2022, llegó al cargo tras una carrera en el Congreso y décadas de trabajo comunitario. Ha centrado su gestión en reducir el número de personas sin hogar y mejorar la seguridad, enfrentándose a un problema de escala mucho mayor que el de D.C.
Ambas son símbolos de liderazgo femenino afroamericano en ciudades estratégicas. Ambas han sido atacadas por Trump con argumentos similares: que sus urbes son “caóticas”, “sucias” y “peligrosas”. Y en ambos casos, las tensiones han desembocado en despliegues federales y choques legales.
Trump las usa como ejemplos de lo que, según él, es “mala gestión demócrata”. Pero para sus defensores, Bowser y Bass representan la resistencia de las ciudades frente a un gobierno federal que, más que ayudar, busca imponer. Lo que está en juego no es solo el control policial o el destino de las personas sin hogar, sino el modelo de ciudad que impera en Estados Unidos y quién decide cómo debe funcionar.