La narrativa oficial del Kremlin ha dado un nuevo giro con su más reciente objetivo: la supuesta propaganda “child-free” en medios internacionales. Bajo esta lupa ideológica, obras mundialmente conocidas como Harry Potter y Juego de Tronos podrían ser vetadas en Rusia, al ser acusadas de promover una vida sin hijos, un estilo de vida que las autoridades rusas consideran contrario a los intereses del Estado. Esta ofensiva forma parte de una tendencia cada vez más explícita del gobierno de Vladimir Putin, que busca controlar los mensajes culturales que considera perjudiciales para su estrategia de incremento demográfico.

La ley que permitiría prohibir el contenido “child-free” fue aprobada en primera lectura y contempla sanciones contra materiales que, según su criterio, propaguen la negativa consciente a tener hijos.
Esta medida podría llevar a la censura o retirada de contenidos como Sexo en Nueva York, Juego de Tronos y Harry Potter, cuyas tramas, aunque no giran explícitamente en torno al rechazo a la maternidad o paternidad, incluyen personajes que deciden no tener hijos, o representan estilos de vida que, según los legisladores rusos, pueden influenciar negativamente. La ley aún no está en vigor, así que hasta su implementación el 1 de septiembre no sabremos con seguridad la lista de películas y series vetadas.
Harry Potter es “propaganda child-free“
En cuanto a los motivos, algunos están cogidos con pinzas… Harry Potter es una película que ensalza la amistad y la valentía, pero que el Kremlin podría no considerar apta por personajes como Minerva McGonagall, profesora de Hogwarts de quien no se conocen hijos ni marido. Aunque podríamos suponer que lo que incomoda no es simplemente la ausencia de descendencia en un personaje secundario, tal vez lo verdaderamente problemático para el Gobierno ruso sea que la trama principal gira en torno a un protagonista que lucha contra fuerzas oscuras empeñadas en someter al mundo bajo el control de un líder autoritario.

En el caso de Juego de Tronos, la justificación también gira en torno a mujeres como Brienne de Tarth que optan por no ser madres.

Llegados a este punto, lo de Sexo en Nueva York es una obviedad: mujeres en sus treintas que —a excepción de Charlotte— no tienen la maternidad en sus planes. Por supuesto, la más problemática para esta ley es Samantha, quien no quiere tener hijos e incluso durante la serie confiesa haberse sometido a dos abortos.
No es la primera vez que la serie tiene problemas con Rusia. En 2022 con la nueva temporada de la serie And Just Like That… —la continuación de Sexo en Nueva York— fue objeto de boicots por parte de la comunidad rusa. Según medios rusos, los espectadores criticaron que en una escena, cuando Carrie pregunta cómo una joven puede permitirse un piso en el Upper East Side, su amiga agente inmobiliaria responde sin rodeos: “Prostituta rusa”. Al cuestionarla, la mujer añade que “es algo habitual en los inmuebles caros”. Esa línea bastó para ofender a mujeres rusas, que se sintieron menospreciadas con el comentario.

Natalidad como prioridad de Rusia
Desde hace años, y con mayor intensidad desde la invasión a Ucrania en 2022, Vladimir Putin ha reforzado su discurso sobre la necesidad de aumentar la población rusa, identificando la caída demográfica como una amenaza existencial para el país.
El presidente ha promovido planes explícitos para fomentar la natalidad incluso entre adolescentes. En abril de 2025, Putin presentó presentado nuevas medidas orientadas a promover embarazos tempranos, argumentando que la juventud debe asumir “su papel en la construcción del futuro de la nación”. Estas medidas incluyen incentivos económicos y propaganda institucional que ensalza la maternidad desde edades tempranas, bajo un enfoque marcadamente tradicionalista.
De hecho, en octubre de 2024, se reportó que el Kremlin impulsaba un proyecto legal que prohibiría explícitamente el ideal de “no tener hijos” como opción legítima de vida. Bajo este marco, la cultura “child-free” no solo es vista como un problema ideológico, sino como una amenaza directa al objetivo estatal de revertir la caída demográfica.

La política anti-“child-free” de Rusia no es única en el escenario internacional. Tanto Vladimir Putin como Donald Trump han coincidido en promover una visión natalista del mundo, donde la maternidad es vista como un deber patriótico. Esta coincidencia revela una estrategia compartida entre sectores conservadores globales: controlar las narrativas culturales para alinearlas con objetivos demográficos y geopolíticos.