En las últimas semanas, han resurgido las conversaciones sobre una posible tregua entre Rusia y Ucrania. Esta idea de una tregua temporal que pueda abrir una vía hacia la paz. La iniciativa partió de Donald Trump, quien propuso una pausa de un mes en los combates. Sin embargo, su propuesta fue rechazada por el Kremlin. Ahora, son varios países europeos —Francia, Alemania, Reino Unido y Polonia— quienes han recogido el testigo y presionan para forzar ese alto el fuego, añadiendo una amenaza de sanciones si Rusia no accede.
El problema es que para Putin, aceptar una tregua en este momento significaría congelar la guerra sin haber alcanzado sus objetivos. A cambio, el presidente ruso ha respondido con una oferta ya conocida: reanudar las negociaciones desde el punto donde se rompieron en Estambul, cuando Ucrania aún estaba acorralada militarmente. Una propuesta que para Kyiv no es más que una repetición de las exigencias de siempre: rendición, cesión de territorios, desarme y un cambio de gobierno.
“Con cada sonido de sirena, tienen que correr a refugiarse en el sótano”
Desde Italia, Kateryna, una joven ucraniana, comparte su visión sobre el conflicto, las negociaciones y el impacto que la guerra ha tenido en su vida y la de los suyos: “Después de la pandemia y el estallido de la guerra en 2022, mi vida cambió muchísimo, aunque viva en Italia. Cada verano pasaba tres meses en Ucrania con mis abuelos y familia, pero a causa del conflicto, esto es imposible de mantener”.

Para los ucranianos fuera de sus fronteras, está siendo muy difícil ver la situación que están viviendo sus familiares en Ucrania: “Han pasado seis años desde la última vez que los vi: aún me recuerdan como una niña de 11 o 12 años, y ahora tengo 18. Es extraño hablar con ellos por teléfono y oír de fondo el ruido de los aviones o las sirenas. Afortunadamente viven en la región de Ivano-Frankivsk, en el suroeste del país, que por ahora es una de las zonas más tranquilas. Pero duele saber que, con cada sonido de sirena, tienen que correr a refugiarse en el sótano.”
“Hacer en vano el sacrificio de las víctimas ucranianas”
Kateryna también expresa su deseo de volver a su país, aunque la incertidumbre lo complica: “Me gustaría volver a Ucrania. Sin embargo, mi pasaporte ucraniano está caducado [aclara tener dos -el ucraniano y el italiano-, pero Ucrania no reconoce la doble ciudadanía]. Podría entrar con el italiano y renovarlo una vez allí, pero eso exige permanecer al menos 14 días. Si pasa algo durante ese tiempo, no podría marcharme.” Sin embargo, el suyo no es el peor de los casos, algunas personas ni siquiera pueden pisar su propia tierra sin acabar en el frente: “Mi padre, en cambio, ni siquiera puede intentarlo: sería reclutado inmediatamente y no se le permitiría salir del país.”
A medida que la guerra se prolonga y los recursos se agotan, se suman las peticiones a Ucrania para contemplar una solución negociada. Pero para la mayoría, ceder territorios no es una opción.

Keteryna comparte postura con el presidente Zelenski, quien ha declarado públicamente en numerosas ocasiones que no negociará sobre Crimea ni las regiones ocupadas del Donbás. Para Ucrania, la paz solo puede llegar con la retirada completa de las fuerzas rusas. Ella afirma que la historia de Ucrania es una historia de resistencia: “Primero contra la Horda de Oro, luego contra Rusia. Esta siempre ha intentado apoderarse de estos territorios, atraída por la fertilidad del suelo y los recursos naturales. Trump ha propuesto varias veces congelar la situación actual para terminar el conflicto, pero eso significaría hacer en vano el sacrificio de las víctimas ucranianas. El pueblo ucraniano es profundamente patriótico y orgulloso de sus raíces; está dispuesto a morir con tal de defender su tierra. Aceptar ceder los territorios ocupados, como propone Trump, equivaldría a una humillación y daría a Rusia la señal de que, si lo hizo una vez, podrá hacerlo de nuevo. Por eso Ucrania se niega categóricamente a renunciar a lo que le pertenece.”

“Rusia no se detendrá”
Sobre Putin y su posible papel en una futura negociación de paz, Kateryna no tiene dudas: “No me fío de Putin. Sé que, si Zelenski aceptara un acuerdo de paz con él, habría una tregua solo momentánea. Rusia no se detendrá: su objetivo es aniquilar al pueblo ucraniano, tal como intentó durante la Segunda Guerra Mundial. Es un país capaz de todo. En la época del Holodomor, deportaban a los ucranianos del este a Siberia, sustituyéndolos por familias rusas. La opresión ha sido constante: mis abuelos me cuentan que en esa época estaba prohibido hablar ucraniano, se veían obligados a estudiar y vivir en ruso. Ni siquiera pudieron asistir a la universidad en su idioma. Esta presión cultural y política ha durado cientos de años.”

Ese miedo a que cualquier acuerdo con Rusia sea solo una pausa táctica está muy extendido entre la población ucraniana. Los paralelismos con Minsk I y Minsk II, los fracasados acuerdos firmados tras la ocupación de Crimea en 2014, alimentan la desconfianza. Muchos en Ucrania creen que Rusia solo usará cualquier tregua para reagruparse y atacar más adelante.
Cuando se le pregunta qué espera del futuro o de la comunidad internacional, Kateryna responde con resignación: “Sinceramente, no sé qué esperar. No sé cómo irá ni cuál sea la mejor solución. Por desgracia, no podemos hacer más que esperar y ver qué pasará”.