Invasión rusa

Madres en Ucrania: con hijos menores al cargo, viudas de guerra y sirviendo en el Ejército

En el día de la madre en Ucrania, Artículo14 habla con varias mujeres en el frente: "A veces me pregunto si soy buena madre, pero no quiero dejarle esta guerra en herencia a mis hijos"

UCrania
Olena Hergel, madre, viuda de guerra y militar en la 93 Brigada del Ejército de Ucrania (María Senovilla)
María Senovilla

Hoy se celebra el Día de la Madre en Ucrania. “Hay fechas que no son muy felices cuando estás lejos de tus hijos, y el Día de la Madre es una de ellas. También me perdí el momento en el que mi hija se graduó en el Jardín de infantes, mientras yo estaba jurando bandera en el Ejército”, dice Olena Herhel. Empieza a relatar su historia desde el centro militar donde trabaja atendiendo a las familias de los soldados caídos y desaparecidos en el frente de combate, y situado a escasos 20 kilómetros de las líneas rusas.

El marido de Olena es uno de esos miles de desaparecidos en combate que está dejando esta guerra. “No he podido recuperar el cuerpo aún, pero sabemos que él y todo su escuadrón fueron abatidos cuando estaban en una misión de reconocimiento”, continua. Ella es una viuda de guerra, y cuando su esposo Vasyl cayó –en junio de 2022– se quedó sola con tres hijos menores a su cargo.

Viuda de guerra en Ucrania

“Al principio fue realmente difícil, muy, muy difícil. Por recomendación de mis amigos, que también habían sufrido pérdidas, hice una terapia con medicamentos antidepresivos, pero después tuve que contárselo a los niños… Para el mayor fue más fácil, porque ya era adulto, pero mi hija, ella todavía piensa en su padre todos los días y lo espera. Tiene 7 años y todavía cree que él regresará algún día”, relata.

Después de perder a Vasyl, Olena se fue con su familia a Rumanía, donde vivieron durante algunos meses como refugiados. Pero desentenderse de Ucrania nunca fue una opción para ella. “Regresé y empecé a trabajar como voluntaria, al tiempo regresaron también mis hijos y hace algo más de un año me alisté en el Ejército“, resume.

Del teatro al frente de combate

Hoy Olena trabaja en el Servicio de Patronato de la 93 Brigada del Ejército de Ucrania, pero antes tuvo que pasar por una formación militar completa. “En realidad soy directora de teatro dramático, esa es mi formación académica; y cuando me alisté tuve que aprender muchas cosas: aprendí a disparar, a cavar trincheras y a todo lo que se enseña en el adiestramiento“, confiesa.

“Cuando mis hijos me vieron vestida de uniforme dijeron, por supuesto, que su madre seguía siendo la mujer más bella“, dice riendo. Pero la pregunta seria es inevitable: “Y cuando ellos te vieron vestida de militar, ¿no pensaron en su padre, no tuvieron miedo de perderte a ti también?”.

Vasyl Parfenkov, el esposo de Olena (izquierda) y Olena junto a sus dos hijos pequeños Milan y Solomiya (derecha).
CEDIDA

Olena no duda: “Cuando partí hacia Kramatorsk no creo que ellos estuvieran preocupados ni sintieran miedo. Me extrañan tanto que quieren que esté allí, claro, pero no tienen miedo. Saben bien que en Kiev la cosa puede ser incluso más aterradora que aquí”.

Olena hace referencia a los continuos bombardeos rusos contra ciudades y objetivos civiles en Ucrania, que se han multiplicado desde hace meses y están dejando un reguero de muertos a diario –aunque ya no ocupen las portadas de los periódicos–. “Cuando hay ataques yo no duermo, y ellos tampoco. Sólo piensas ¿están a salvo?, ¿habrá caído algo cerca de ellos?…”, reconoce.

Ayudar a otras madres

Después de esas temidas noches de bombardeos masivos, cuando Olena llega a su puesto de trabajo a la mañana siguiente, a su continúa preocupación como madre se suma la preocupación por los hijos de otras madres, por los maridos de otras mujeres, por sus hermanos.

“Hay días más o menos tranquilos, pero otros podemos tener de 100 a 200 llamadas a la línea directa que tenemos para las familias”, explica. Afortunadamente no está sola: en este Servicio de Patronato trabajan otras tres militares, todas mujeres, y todas han sufrido pérdidas personales.

“Aún así no somos suficientes, son más familias cada día las que están perdiendo a sus seres queridos. Incluso cuando se recupera el cadáver y es enterrado, siguen necesitando asistencia psicológica”, prosigue Olena. “Y para la familia de las personas desaparecidas y de los prisioneros de guerra, es una espera constante, un estrés constante y la incertidumbre de no saber qué sucederá mañana”.

“Emocionalmente es muy difícil para ellos, por esta pérdida incierta y por los años de espera, así que nosotras les dedicamos la mayor atención y el mayor tiempo posible”, subraya esta viuda de guerra.

La jefa del Servicio, Alina Karnakhova, se incorpora a la conversación. Ella también perdió a su marido en junio de 2022. “Antes de la invasión vivíamos en Donetsk, nos tuvimos que mudar a Berdyansk –una ciudad que también está ocupada actualmente–¬ y perdimos nuestra casa por segunda vez“, relata.

Alina Karnaukhova, madre, viuda de guerra y jefa del Servicio Patronario de la 93 Brigada del Ejército de Ucrania (María Senovilla)
María Senovilla

Sin embargo, perder tu hogar –dos veces– no significa nada en comparación con perder al amor de tu vida. “Cuando se pierde a un ser querido todo lo demás pierde su significado, y la pérdida de una casa, del trabajo, de los amigos no importa ya”, reflexiona. “Es una libertad tan aterradora cuando, por un lado, no tienes nada en este mundo a lo que aferrarte, y por otro lado, no tienes ningún lugar en este mundo donde alguien te espere o algún rincón propio, y parece que tienes todo abierto para ti, pero no hay nada”.

Las mujeres y la victoria

Tres meses después de que mataran a su marido, Sergii, Alina se alistó en la misma brigada en la que él servía. “Creo que todos en nuestro país deben luchar por nuestra independencia y yo no soy una excepción. Desafortunadamente, estamos perdiendo cada día más hombres en batalla y no ganaremos esta guerra si las mujeres no participan en la victoria“, sentencia.

Alina y su difunto esposo Sergii (izquierda) y el hijo de ambos, Anton (derecha). Cedida
CEDIDA

“El Ejército tiene muchos puestos que pueden ocupar las mujeres –que también pueden ir a primera línea si lo desean–; yo al principio serví en el Servicio Financiero de la brigada porque mi profesión civil es economista, pero después me di cuenta de que quería sumarme al apoyo a las familias de los muertos y desaparecidos”.

“Cada familia es diferente: hay familias que tienen muy claro que la probabilidad de que sus seres queridos mueran es altísima, hay otras que creen que esto no va a suceder nunca. Muy a menudo, nos llaman simplemente para preguntarnos por qué no pueden localizar a sus seres queridos, pero estos están bien, simplemente no pueden comunicarse porque están en posición”, dice.

Alina coincide con su compañera Olena en destacar cuál es la parte más dura de este trabajo: “Hay situaciones en las que ya sabemos que una persona está muerta o está desaparecida, cuando ya tenemos información confirmada de su unidad de combate, pero la familia aún no lo sabe y nosotras no se lo podemos decir por teléfono”, explica Olena.

“La ley establece que la notificación de muerte o desaparición a la familia debe realizarse exclusivamente en persona, no por teléfono. Los representantes de la oficina de reclutamiento deben llevar un documento a la casa de la familia, y desde aquí no debemos adelantarles la información”, se lamenta Alina.

Dolor a nivel nacional

Todo tiene una explicación. “No podemos dar estas noticias por teléfono porque no sabemos cuál será la reacción de la persona, y hay casos en que los familiares quieren suicidarse. En esos casos, nosotras no podemos hacer nada desde aquí, pero cuando se lo notifican en persona, un psicólogo o un médico puede trabajar con ellos”, añade Alina.

Nadie te enseña cómo comunicarse con las personas en duelo, cómo informarles de la muerte de un ser querido… todos estamos aprendiendo sobre la marcha, en medio de la guerra”, subraya. “Lo más importante es mantener una conexión emocional con las familias, hacerles entender que una desaparición no siempre significa la muerte, que es posible que hayan sido capturados por los rusos”, dice con esperanza.

La valentía de estas mujeres se entrelaza con una humanidad infinita. “Después de la muerte de mi marido toda mi familia estaba en un estado psicoemocional difícil, por eso de alguna manera fue tan natural y armonioso continuar esta lucha ayudando a otras familias”, admite Alina.

Alina, junto a la tumba de su esposo, después de alistarse en la misma brigada a la que él perteneció
CEDIDA

¿Se supera una pérdida así? “Creo que ya lo he superado, al menos lo he aceptado“, responde Olena. “También estoy preparada si llega el momento de no poder recibir nunca el cuerpo y no poder enterrar a mi marido; para mí el recuerdo de él es mucho más importante que el mío personal”.

“Hacer este trabajo me ayuda, porque desgraciadamente esto ya es un dolor a nivel nacional. Hay muchas familias que han perdido a sus seres queridos, y nuestra tarea es intentar devolverlos a casa y darles a esas familias la oportunidad de enterrarlos”, añade. “Y cuando la guerra acabe, seguiremos trabajando para recuperarlos a todos, porque necesitamos que todos regresen, ya sea vivos del cautiverio o muertos”.

Madres al otro lado del teléfono

Mientras velan por los hijos de otras mujeres, los suyos están a cientos de kilómetros –cuidados por sus abuelas–. “Nos llamamos constantemente, sobre todo mi hija pequeña, ella quiere hablar conmigo todo el tiempo; los chicos son más mayores, y bueno, son chicos… para ellos una llamada a la semana sería suficiente”, cuenta Olena con una sonrisa de orgullo en la cara, mientras señala que su hijo mayor ya ha empezado la universidad.

“Sé que realmente ayudo a las familias de nuestros muertos y desaparecidos en este trabajo”, prosigue. “Yo personalmente he recorrido todo este camino, y después de la muerte de mi esposo sé cómo ayudarlos. La decisión de alistarme fue la mejor, y también el momento en que la tomé, porque los niños han crecido y sé que me necesitan donde estoy ahora”, concluye.

Olena, en su puesto de trabajo en el Servicio Patronario de la 93 Brigada en el Dombás (María Senovilla)
María Senovilla

“Mi hijo Anton tiene ahora 16, y creo que el año pasado lo vi un total de diez días“, interviene Alina. “Vive con mis padres en Inavo-Frankiv, así que nos comunicamos a diario por teléfono”, coincide con su compañera. “Yo le pido que me cuente cosas sobre su novia, sobre sus amigos. Tratamos de no hablar de la guerra todo el tiempo, porque ya hay demasiada información sobre ella en nuestras vidas”.

“Es una elección realmente difícil… A veces pienso que soy una mala madre por estar aquí, pero si hoy no logramos esta victoria para nuestros hijos, mañana ellos estarán en esas trincheras defendiendo nuestra Patria, así que sacrificamos el tiempo que deberíamos pasar con ellos para que no hereden esta guerra”, continúa.

¿Y si tu hijo quisiera ser soldado cuando cumpla la mayoría de edad? “Creo que ninguna madre querría que su hijo participara en una guerra, especialmente en una tan sangrienta como la que está viviendo Ucrania, pero cuando mi hijo se convierta en un hombre adulto, si puede tomar sus propias decisiones, entonces lo habré criado correctamente”, sentencia Alina.