Las verdad que no puedo negarles el gran cariño que siento por esta pasarela. Una pasarela que, aunque hoy me quede lejana, nos vió crecer, evolucionar y madurar a muchos diseñadores de este país, entre los cuales me encuentro. Hoy, tras años de intentar volver a consolidar el proyecto como lo que en su día fue, parece que ondean buenas noticias y saludables perspectivas para la segunda pasarela más importante de nuestro país.
La última edición de la 080 Barcelona Fashion Week, celebrada recientemente, ha dejado claro que algo está cambiando. No solo en la moda catalana, sino en el modo en que esta pasarela —históricamente vanguardista y con vocación experimental— está redefiniendo su identidad. Tras años de cierto estancamiento que no podemos negar, 080 parece ahora mostrarse más ambiciosa, más sólida y, sobre todo, más consciente de su papel como escaparate del talento español.

Lo más comentado de esta edición no han sido los desfiles en sí, sino el anuncio de un cambio de rumbo geográfico: la 080 se despide del Recinte Modernista de Sant Pau, su sede casi permanente durante demasiadas temporadas, para abrir un nuevo capítulo en localizaciones aún por revelar. Este giro es, en esencia, un regreso a su espíritu inicial —cuando cada edición se convertía en una experiencia inmersiva en un lugar emblemático distinto de Barcelona—. Esa voluntad de sorprender, de vincular la moda con la arquitectura, la cultura y el territorio, fue precisamente lo que hizo de 080 un referente internacional en sus primeros años y que, en mi opinión, nunca debió dejar de ser así.
Fortalezas y debilidades de una pasarela en evolución
080 ha demostrado una capacidad notable para adaptarse. Hoy es una pasarela más profesional, más conectada con las dinámicas digitales y con una comunicación sólida. Su mayor fortaleza reside en su apuesta por la diversidad creativa: desde firmas jóvenes que comienzan a despuntar hasta nombres consolidados que simbolizan la madurez y coherencia de la moda que presenta la ciudad condal, fuera ya de prejuicios de ser sólo una moda catalana, para ser un moda ambiciosa que represente a todo el país y que ahora, además, cuenta con el nuevo gobierno de Jaume Collboni como nuevo partner institucional.
Probablemente el reto para los próximos años será encontrar una voz unificada, una visión reconocible que la posicione como algo más que una plataforma: como un ecosistema creativo que represente el ADN cultural de Barcelona. Y ojo que, en un mundo donde la moda parece cada vez interesar menos, o por decirlo de otra forma, ser cada vez menos necesaria para muchas personas, el gran reto de las pasarelas reside ahora en saber encontrar una fórmula disruptiva capaz de aportar algo más.
La importancia de recuperar su espíritu original
Volver a apostar por localizaciones singulares no es una simple cuestión estética: es una declaración de intenciones. En sus orígenes, 080 desfiló en lugares icónicos como el Museu Marítim, el Born, el DHUB o el Palau de Pedralbes, convirtiendo cada edición en una experiencia sensorial. Ese diálogo entre moda y espacio —entre tejido y piedra, entre luz y ciudad— era su mayor valor diferencial frente a otras pasarelas europeas.
Recuperar esa esencia no solo reaviva su identidad, sino que refuerza el vínculo emocional con la ciudad, su historia y su público. Por no hablar de cuánto los diseñadores valoran el valor añadido de presentar sus colecciones en lugares diferentes edición tras edición, con el dinamismo que eso les da.
El hecho de que en 2025 la organización haya decidido decir adiós a Sant Pau es, por tanto, motivo de celebración. No se trata de nostalgia, sino de renovación: de volver a ser imprevisible, a sorprender, a conectar con la creatividad viva de Barcelona, esa que respira en sus calles, su arquitectura y su gente.
080 y MBFWMadrid: dos visiones, una misma meta
Durante años, se ha hablado de la rivalidad entre 080 Barcelona Fashion Week y Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, como si fueran dos polos opuestos que compiten por el liderazgo de la moda española. Nada más lejos de lo deseable. Ambas pasarelas cumplen funciones distintas y complementarias. Mientras Madrid apuesta por una estructura más institucional, con calendarios estables y un enfoque más comercial e internacional, Barcelona ofrece un formato más libre, experimental y vinculado a la cultura contemporánea.
Esa diferencia no debería entenderse como una brecha, sino como una oportunidad. España necesita ambas visiones: la precisión estructurada de Madrid y la creatividad inquieta de Barcelona. Cada una atrae a un tipo de diseñador distinto, demostrando que no son excluyentes, sino complementarias. Lo ideal sería que ambas se nutrieran mutuamente, compartiendo talento, experiencias y audiencias.
Quizás haya llegado el momento de imaginar alianzas entre ambas capitales, de construir una “Marca España” de la moda basada en la colaboración, no en la competencia. Porque, al final, ni Madrid ni Barcelona necesitan coronarse: necesitan caminar juntas. Muchos en el sector llevamos años esperando esos pequeños guiños y complicidades que refuercen la unión de las dos grandes ciudades creativas del país. Me atrevo a decir que con los nuevos liderazgos que asumen hoy en día las direcciones de ambas pasarelas, algo así podría no tardar en llegar.
080 Barcelona Fashion Week parece reencontrarse con su alma: esa mezcla de vanguardia, identidad local y espíritu libre que la hizo única. Si consigue mantener esta dirección —apostando por nuevos espacios, nuevos talentos y una narrativa común—, puede volver a ser lo que siempre debió ser: una pasarela con carácter propio, espejo de una ciudad que no entiende de fronteras entre arte, diseño y emoción.



