Se llama María Martín, preside la Asociación La Volaera y este jueves, en la Universidad de Granada, actualizó el bíblico y romántico enfrentamiento de David y Goliat ante Ana Redondo, la ministra de Igualdad. Con valentía y dignidad. Con la verdad por delante. Contraviniendo el signo de los tiempos: frente a las ovejas mansas que con todo tragan, frente a los carneros que embisten desde la irracionalidad y el hooliganismo, frente a los peces de memoria efímera, frente a todo eso, escuchamos la voz firme, brava y libre de esta mujer feminista y víctima de la violencia de género. A sus pies me tiene, señora.
Conviene recordar que Redondo salió indemne del escándalo que, hace un par de meses, destapó la Memoria Anual de la Fiscalía de García Ortiz: “una gran cantidad” de maltratadores fueron absueltos por los “múltiples fallos” que ocasionó en el sistema Cometa la traslación de los datos de las víctimas de un servidor a otro tras el cambio de adjudicatario. La ministra le quitó hierro al asunto declarando que la cifra de afectados rondaba el 1%: o sea, unas cincuenta mujeres. El Congreso la reprobó, uh, ah, qué pasada, y ahí sigue, alumna aventajada del tipo que firmó Manual de resistencia, manteniendo la titularidad de una cartera delicadísima.
El sistema que gestiona las pulseras de control telemático volvió a fallar el martes. Una víctima le contó a Diana Valdecantos en Artículo 14 que, presa del miedo, durmió fuera de su casa, que nadie le avisó de la caída y que tuvo que ser ella “quien llamara al centro de control”. El escándalo, de nuevo, estaba servido. Uno más. Que pase el siguiente. Con la que está cayendo, a quién le va a importar.
Pues le importó a María, la presidenta de una asociación de víctimas con nombre de molinillo de viento para niños. Hemos visto su careo con la ministra en redes y en televisiones, pero, de nuevo, nadie lo ha contado tan bien como nuestro periódico: estaba enferma, en cama, se enteró de que Redondo iba a hacer declaraciones a los medios en la calle y salió disparada. “¿Feminismo?”, le preguntó, “esto no es feminismo. Esto es lo que estáis vendiendo del feminismo. ¡Que tenemos nueve familias asesinadas!”. “Once asesinadas en Andalucía”, le respondía la socialista, chula, con la empatía de una estatua de mármol, “ninguna con dispositivo”.
Igual María se excedió cuando acusó a Redondo de ser “cómplice de los asesinos y los maltratadores”. Al César, etcétera.
Escuché a la líder de La Volaera en El programa de Ana Rosa. Exhibió coraje, nobleza, vehemencia, y se desveló como una fábrica magnífica de titulares. Sacó pecho por no recibir “ningún tipo de subvención pública”: “Somos víctimas, no garrapatas de las víctimas”. “Las mujeres”, dijo, “pasan de ser torturadas por el maltratador a ser maltratadas por las instituciones”. No seré yo quien la contradiga; sí quien le aplauda. “Del tiempo perdido / en causas perdidas / nunca, nunca me he arrepentido”, canta Robe Iniesta.
Dios quiera que la de María no lo sea.



