Teresa (nombre ficticio) no ha dormido en su casa esta noche. Le daba miedo. Hizo unas llamadas, preparó una maleta y se fue con sus hijos a casa de unos amigos poco antes de la hora de la cena. La razón de esta huida nocturna es que Teresa lleva un dispositivo conectado al sistema Cometa, y el servicio había estado caído gran parte del martes. Ella no lo sabía y nadie se lo comunicó. “Nadie me avisó. Si no llamo, no me entero”, cuenta.
“Tuve que ser yo quien llamara al centro de control”
Se da la circunstancia de que Teresa se encontraba en la consulta del médico cuando su dispositivo empezó a recibir el mismo mensaje una y otra vez. El primero llegó a las 8:12 de la mañana hora canaria y decía: “Comunicación no disponible. Comunicación indisponible. Inicio funcionamiento autónomo. Proceda con precaución.” “No decía nada de que el sistema no funcionase. Es el mismo mensaje que recibo cuando mi maltratador o yo nos quedamos sin cobertura”, explica.

Por eso, al principio no se preocupó demasiado; era algo que podía pasar. Pero como los mensajes se repetían y el volumen de las alertas era alto, comenzó a ponerse nerviosa. “Aquello sonaba raro. Normalmente, cuando suena —cuando alguno de los dos pierde cobertura— te llaman enseguida. Pero nadie me llamó. Tuve que ser yo quien llamara al centro de control”, recuerda.
“Creo que lo mínimo es avisar”
Al hacerlo, le aseguraron que la habían avisado, pero ella lo niega con firmeza. “No, a mí no me avisó nadie. ¿Qué mensaje dicen que mandaron? Eso se lo podrán decir a las novatas, pero yo llevo casi tres años con esto”. Solo más tarde le explicaron que el sistema se había caído. Le dijeron que habían tenido un problema técnico, pero que no pasaba nada, que estuviera tranquila y que la policía ya estaba avisada.
Sin embargo, Teresa no las tenía todas consigo. “Creo que en un caso como este, lo mínimo es avisar con un ‘tranquila, estamos pendientes, no pasa nada’. Pero avisar”, insiste.
“En lugar de estar cubriéndose las espaldas por los fallos del sistema, deberían ocupar el tiempo en buscar soluciones, como por ejemplo abrir un protocolo en estos casos y poner a los agresores en arresto domiciliario para reducir el riesgo”, propone.
Una jornada complicada
Porque Teresa sabe hasta dónde puede llegar un agresor. Está convencida de que muchos maltratadores con pulsera han aprovechado —o aprovecharán— la caída del sistema para moverse por lugares que tienen prohibidos. Por eso, y a pesar de que cuando cogió el coche ayer con sus hijos el sistema ya funcionaba “con normalidad”, según el Ministerio, prefirió extremar las precauciones.
El día siguiente —por hoy— tampoco se le presenta tranquilo. Los nervios, el estrés y el miedo con los que convive a diario se dispararon el martes, y no confía en recuperar la normalidad con facilidad. La seguridad es una percepción, y no es tan sencillo recuperar la confianza cuando se rompe.
Entre las asociaciones de víctimas hay disparidad de opiniones. Ana Bella, de la fundación que lleva su nombre, considera que si se ha avisado a las mujeres y no ha habido peligro, “no ha sido tan grave”, aunque pide que se invierta más en el sistema Cometa. Opina en la misma línea Rosalía González, de la asociación MAMI.

Medidas más drásticas
En cambio, Gregorio Gómez, de la asociación ALMA, sostiene que el mensaje que se está enviando a las víctimas es: “Mujeres, protéjanse, porque el Estado no puede”. Recuerda los fallos anteriores ocurridos tras el traspaso de la gestión de Telefónica a Vodafone y afirma que esos problemas demuestran “incompetencia en la dirección del sistema”. Considera que el Gobierno debería haber tomado “medidas más drásticas”, incluso revertir el contrato y volver a Telefónica, porque “al menos antes no pasaban estas cosas”.
Cree que las instituciones no saben ni quieren proteger a las mujeres, limitándose a poner “parches” en lugar de soluciones reales. Advierte de que esta falta de acción puede tener consecuencias fatales, comparando la situación con una “hemorragia” que algún día la “tirita” no podrá contener.
Pulseras que evitan feminicidios
El colectivo de mujeres víctimas de violencia vicaria Madre Mía también ha expresado su profunda preocupación por el fallo del sistema. No quieren que se olvide que este recurso, cuando funciona correctamente, ha sido clave para evitar feminicidios y garantizar la seguridad de miles de mujeres.
“Nos consterna que un recurso tan vital presente fallos de esta magnitud”, señalan. Recuerdan además que hace apenas un mes, tras el cambio de empresa adjudicataria del servicio, se perdieron datos anteriores a marzo de 2024, lo que provocó el archivo de denuncias por incumplimientos de órdenes de alejamiento. Aquella situación ya generó dudas sobre la conveniencia de que la gestión de un sistema tan sensible esté en manos privadas. “Creemos que ahora más que nunca ese debate sigue vigente”, afirman.
El colectivo subraya que, aunque el Ministerio de Igualdad haya asegurado que no se ha producido ningún incidente grave durante la caída del sistema, las consecuencias psicológicas para las víctimas son evidentes. “Miles de mujeres, muchas de ellas madres, han pasado horas de angustia y miedo, sintiéndose desprotegidas por un instrumento que el propio Estado creó para garantizar su seguridad.”
Para las víctimas, el fallo no es un hecho aislado, sino una muestra más de la fragilidad del sistema de protección y de la falta de responsabilidad institucional. “No deberíamos sufrir ansiedad ni temor a causa de un dispositivo que debería darnos tranquilidad”, concluyen.
Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.


