Un adolescente juzgado cada 36 horas por maltratar a su pareja

En el tercer trimestre de 2025, según los datos del CGPJ, 77 menores de edad se sentaron ante un tribunal por agredir a sus parejas, un 42,5% más que hace un año. Setenta y cuatro fueron declarados culpables

Los jóvenes son cada vez más negacionistas de la violencia
KiloyCuarto

Casi un menor al día. Esa es la media que dejan los datos del Consejo General del Poder Judicial csobre el tercer trimestre del año. Entre julio y septiembre, 77 chicos de entre 14 y 17 años fueron juzgados en España por agredir a sus parejas o exparejas. En términos estrictos, supone que cada poco más de 24 horas un juzgado tuvo que sentar en el banquillo a un adolescente por violencia de género.

No es una cifra anecdótica ni un repunte aislado. De esos 77 menores, 74 fueron considerados culpables. La proporción —abrumadora— desmonta de entrada uno de los relatos más repetidos en el debate público: el miedo a las denuncias falsas. En la práctica judicial, lo que aparece no es una avalancha de acusaciones infundadas, sino violencia acreditada. Conductas que han superado filtros policiales, fiscales y judiciales, y que han acabado en condena.

La mayoría, 55, tenían nacionalidad española y 22 eran extranjeros.

Hay una media de 534 mujeres víctimas cada día

Este aumento de la violencia ejercida por menores se produce, además, en un contexto general de persistencia —y ligero crecimiento— de la violencia machista. Entre julio y septiembre, el número de mujeres y adolescentes víctimas de violencia de género aumentó un 0,88%, hasta situarse en 49.156. Las denuncias crecieron un 0,23%, hasta alcanzar las 53.268 en ese mismo periodo. Traducido a cifras diarias, España registra una media de 534 mujeres víctimas cada día y unas 579 denuncias diarias en los juzgados.

Los números son fríos, pero el patrón es claro: la violencia no desaparece y, en algunos tramos de edad, se adelanta. Mientras tanto, el discurso social dominante entre parte de la juventud parece ir en otra dirección. Diversas encuestas oficiales dibujan un escenario preocupante de negación, desconfianza y banalización de la violencia machista entre adolescentes y jóvenes.

Según el Barómetro Juventud y Género de la Fundación FAD Juventud, el 47% de los chicos de entre 15 y 29 años cree que las denuncias por violencia de género son “frecuentemente falsas o exageradas”, una percepción que contrasta de forma frontal con los datos judiciales.

Ese mismo estudio revela que el 23 por ciento de los varones jóvenes considera que la violencia de género “no existe” o que es un invento ideológico, y que el 37% cree que se ha exagerado para beneficiar a las mujeres. Entre las chicas, sin embargo, el diagnóstico es radicalmente distinto: el 54% reconoce haber sufrido conductas de control por parte de su pareja, como la vigilancia del móvil, la exigencia de contraseñas o la limitación de relaciones sociales.

Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) refuerzan esta tendencia. En sus últimos estudios sobre igualdad y juventud, cuatro de cada diez hombres jóvenes afirman sentirse preocupados por la posibilidad de ser acusados injustamente de violencia machista, un miedo que no se corresponde con la realidad procesal: las denuncias falsas representan una proporción residual dentro del sistema judicial español, mientras que las condenas siguen siendo la norma en los casos que llegan a juicio.

Esta disonancia tiene consecuencias directas. Por un lado, normaliza conductas de control y dominación en las primeras relaciones afectivas. Por otro, desplaza el foco del agresor a la supuesta amenaza de la denuncia, alimentando un relato que convierte a los chicos en víctimas potenciales del sistema y a las chicas en sospechosas.

En ese contexto, no resulta extraño que la violencia emerja cada vez antes. La adolescencia es el tramo en el que más se concentran las formas de violencia psicológica y de control, las mismas que muchas encuestas muestran como ampliamente toleradas. Cuando esas conductas escalan y llegan a los tribunales, el recorrido previo suele haber sido largo y silencioso.

Cada uno de esos 77 menores juzgados no es solo una estadística judicial, sino el final de un proceso social que empieza mucho antes, en la normalización del control, en la negación del problema y en el miedo —infundado— a la denuncia. Los datos oficiales no apuntan a un abuso del sistema, sino a una violencia persistente que sigue encontrando terreno fértil para reproducirse.

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