A veces es incompatible seguir tus principios y hacer felices a tus hijos. Eso es lo que pensó la malasia Lailatul Sarahjana Mohd Ismail en 2024, cuando decidió dejar de acudir al McDonald´s como boicot por el apoyo de Estados Unidos a Israel durante la guerra con Hamás.
Pero su familia seguía reclamando el pollo frito y las patatas de la cadena estadounidense, ajenos al acto solidario con el pueblo palestino. Y de esa culpabilidad surgió el negocio: había que freír el pollo en casa o buscar una alternativa a sus convicciones musulmanas.
Y así fue como la joven Lailatul, junto con su marido, lanzó su propia versión malasia de la cadena norteamericana. La marca que hoy es conocida como Ahmad’s Fried Chicken. Comenzó en 2024 modestamente, como un food truck, una furgoneta con comida para llevar. Pero en poco más de un año se ha transformado en un fenómeno nacional con 35 locales abiertos. Para finales de 2026, sus fundadores prevén tener 110 establecimientos, una expansión meteórica para un proyecto nacido literalmente en la cocina de una familia.

Consumo local
Lo que ha ocurrido en Malasia es, en realidad, parte de un fenómeno mayor: un auge del consumo local como respuesta al conflicto en Oriente Medio. En este país de 34 millones de habitantes, donde dos tercios de la población es musulmana, la solidaridad con Gaza se ha expresado no solo en las calles, sino también en los hábitos cotidianos. Miles de consumidores han dejado de acudir a cadenas internacionales en un apoyo sin precedentes hacia marcas nacionales.
Otro caso destacado ha sido el de la cadena de cafeterías Zuspresso, la alternativa a la estadounidense Starbucks. Tras el boicot de los ciudadanos malasios, Zus duplicó su presencia y hoy es el mayor proveedor de café en el país, con más de 700 puntos de venta.
‘Made in Malasia’
En el caso de la cadena de Ahmad’s Fried Chicken su éxito radica en ofrecer un producto parecido pero ‘made in Malasia’. Durante los primeros días del conflicto entre Israel y Hamás, circularon imágenes de franquicias de McDonald’s en Israel entregando comida a soldados, lo que se interpretó en Malasia como un alineamiento con la ofensiva militar. Aunque McDonald’s Malasia -propiedad del grupo saudí Lionhorn Pte Ltd.- se apresuró a distanciarse, la indignación local se expandió. Algunos de los 370 restaurantes de la cadena en Malasia fueron objeto de vandalismo en letreros y vallas publicitarias, y el boicot se expandió por el país.

Por eso los malasios Lailatul Sarahjana Mohd Ismail y su marido vieron un filón en el nuevo negocio. Registran unas ventas mensuales de tres millones de ringgits -unos 730.000 dólares-. Un rendimiento extraordinario si se compara con la inversión inicial de 700.000 ringgits que realizaron para abrir su primera tienda física en diciembre de 2024. Y aunque su estética fachadas rojas, distribución moderna, menús familiares- recuerda inevitablemente a las grandes cadenas de comida rápida, su identidad es malasia.
Resistencia a través del consumo
Lailatul Sarahjana pensó en una solución para sus hijos y acabó llevando a cabo un negocio que mueve millones de euros. Una mujer que comenzó friendo pollo para evitar llevar a sus hijos fueran al McDonald’s se ha convertido en una empresaria de éxito y en un ejemplo de solidaridad con los palestinos. Su negocio no solo prospera, sino que simboliza una forma de resistencia que se expresa, también, a través del consumo.

El auge de Ahmad’s Fried Chicken se explica además por el clima político de Malasia. El primer ministro, Anwar Ibrahim, ha dado abiertamente su apoyo a Hamás, lo que le ha permitido reforzar su respaldo entre los votantes musulmanes. Las manifestaciones multitudinarias, las pegatinas de ‘Salvar Gaza’ en las carreteras y la ausencia de relaciones diplomáticas con Israel han convertido la causa palestina en un elemento central de la identidad política malasia. En ese contexto, elegir un restaurante se ha convertido en una declaración de intenciones.
Este giro hacia lo local no solo afecta a la comida rápida. El fenómeno se extiende por otros países de mayoría musulmana. Empresas como Coca-Cola han perdido cuota de mercado en Turquía y Pakistán tras los llamamientos al boicot, y en Indonesia, las franquicias de pollo KFC han cerrado decenas de establecimientos en los últimos dos años ante el descenso de la demanda. Una tendencia que está beneficiando a las compañías nacionales que han sabido aprovechar el momento.



