La víctima del maltratador que quedó libre por las pulseras Cometa se quejó a Igualdad

Carla envió dos correos al Ministerio explicando su situación: “Todos estos quebrantamientos se archivan cuando llegan al juzgado. Si es un fallo del sistema, por Dios, arréglenlo”, se quejaba

No quiero que me dediquen un minuto de silencio, y si no es así, que se tomen medidas”. Las duras palabras de Carla (nombre ficticio) al dirigirse al Ministerio de Igualdad nos dan una idea de cómo se ha sentido y se siente esta joven. Es una de las mujeres cuyo maltratador quedó en libertad tras quebrantar la orden de alejamiento y no poder demostrarlo en el juzgado, por los continuos fallos del dispositivo conectado al centro Cometa.

Cuando su agresor salió de prisión, al no poderse probar que rebasó el límite de 500 metros establecido por la justicia, se sintió “humillada”. “Parece que te están llamado mentirosa”. Es muy, muy duro, es que no me están creyendo. Me va a matar y no me creen, denuncia. Por eso decidió escribir un correo electrónico a Igualdad para pedir explicaciones. Transcribimos el texto tal y como ella lo envió.

La carta

“Soy VVG (víctima de violencia de género), mi problema es con la pulsera de mi agresor, es guardia civil, cuando pongo las denuncias, se abre protocolo 0, la policía judicial siempre instruye mal funcionamiento de la pulsera, que tiene saltos que no coinciden ni en espacio ni tiempo, cuando lo he tenido detrás de mi en un coche, pasando por delante de mi casa, o reiteradas veces entra en zona de exclusión. Todos esto quebrantamientos se archivan cuando llegan al juzgado”.

“Si es fallo del sistema por dios arréglenlo no quiero que me dediquen un minuto d silencio y si no es así que se tomen medidas. No puede ser que se este permitiendo que el propio sistema ataque en contra de las víctimas. Mi estado de ansiedad diario es extremo, dejo de ir a sitios por si me lo encuentro y cada día me siento mas insegura. Por dios el dispositivo esta para darnos seguridad. Como puede fallar en momentos tan delicados. De manos de quien esta q este problema se solucione si es que funciona mal. Si las fuerzas de segur alegan q funcioa mal lo dejan así? y nos resignamos?”.

 

En conversación con Artículo14 Carla explica sus palabras. “Es duro, pero es la verdad. Es lo que siento. No quiero de ustedes que me dediquen un minuto de silencio. Quiero que me dediquen tiempo para ayudarme a vivir, para solucionarme esto. Creo tengo todo el derecho del mundo“, se queja.

Su expareja ha entrado en prisión varias veces por quebrantar la orden de alejamiento

Para entender la desesperación de esta joven solo hace falta conocer su historia. Lleva años sufriendo las consecuencias de romper el silencio y denunciar violencia de género. Acusó y ganó en los tribunales a un guardia civil en un sitio pequeño donde todos se conocen. Lo que se supone que iba a convertirse en el principio del fin, no ha sido más que un comienzo. Con su salud emocional quebrada y el miedo en el cuerpo la dignidad, claridad y entereza de Carla sorprenden.

El Ministerio respondió a su queja explicando que “los incidentes de cobertura que se mencionan en el informe no son consecuencia de un funcionamiento inadecuado de la medida telemática que usted porta, pudiendo verse afectado el funcionamiento de los dispositivos por la calidad de los niveles de cobertura en determinados momentos, zonas geográficas, condiciones atmosféricas, etc.”.

Carla respondió a esa contestación frustrada: “Por lo que aún no obteniendo una respuesta satisfactoria a mi primer escrito, reitero mi queja sobre la compañía que actualmente gestiona el sistema Cometa, de la que tengo conocimiento de la existencia de otras incidencias comunicadas a esa Subdirección General (similares o de otra índole a las comunicadas por mi parte)”.

La sensación de ansiedad constante

Cuando se le pregunta cómo es llevar un dispositivo de protección agradece la pregunta. “Es curioso porque en los juzgados, el abogado (de su maltratador) siempre intentaba pillarme entre comillas con algo parecido. Me decía que si en las denuncias ponía que escuchar el pitido rompía mi estabilidad, me daba mucho miedo, me generaba ansiedad y me enfermaba que por qué la llevaba”, recuerda.

“‘Pero, entonces, ¿te da miedo la pulsera?’ y le respondía: ‘No, la pulsera no me da miedo. Me da miedo saber que él está cerca’. Da tranquilidad porque cuando suena te está avisando que está por ahí, te da tiempo a cubrirte las espaldas. Pero la sensación de ansiedad constante, a ver, yo hace dos noches no dormí nada porque o perdía él la cobertura o la perdía yo y estuve toda la noche sin dormir”, apunta.

“La sentenciada soy yo”

Cuando su expareja ha entrado en prisión, tampoco ha sido sencillo. “Cuando entran en la cárcel, tardas en adaptarte a que esa pulsera no vaya a sonar. Claro que estás más tranquila, pero es raro. Es un periodo de adaptación mental difícil de superar porque te dices: ‘Ay, madre mía, ¿esto será verdad? ¡Ay, Dios mío! Y luego cuando te dicen que sale, imagínate. Es como sentenciarte otra vez. Pues nada, otra vez la sentenciada soy yo”, se lamenta.

Ella denuncia una cierta sensación de impunidad por parte de su maltratador y varios fallos del sistema que le extrañan. “Hombre, que son una vez, dos, tres. Pero que me pegué un día completo, cierre el negocio, me tenga que ir para casa, encerrar a la niña en casa, encerrarme yo y ves todo y te preguntas: ‘¿Pero esto es de verdad?” Llegas a pensar que estás en una película, porque no puedes llegar a creer que estén tan locos como para hacer eso o que ellos piensen que no les puede pasar nada”. Desgraciadamente es así.

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