Opinión

María Branyas comía de todo

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No sé qué pensará de mí el algoritmo pero está convencido que por mi franja de edad me apasionan toda clase de dietas, ejercicios para perder peso o las ultimas ideas para renovar mi cocina (de lo del “seguro de decesos” del que me quieren hablar algunos, lo dejamos para otro día). Y sin duda la culpa es mía: en los momentos de relax no leo política internacional, precisamente. Pero, lo de los nutricionistas, ya es preocupante. Al parecer no sólo se ven con ánimo de dar consejos sobre dietas los médicos, los biólogos o los farmacéuticos/as. También coachers de todo tipo por no hablar de los/las influencers. Durante años, las legumbres fueron lo peor, así como en general toda la comida considerada “de pueblo”. Ahora tienes que comerlas todos los días de la semana, así como varias piezas de fruta, plantas de hoja verde, crucíferas y sobre todo salmón, mucho salmón.

Pero también tenemos a la población vegetariana. No hay datos oficiales del gobierno español, por lo que las cifras que he podido ojear provienen de muestras representativas de la población adulta (mayores de 18 años) según estudios y encuestas realizadas por organizaciones como la Unión Vegetariana Española (UVE), ProVeg España y la consultora Lantern en su informe “The Green Revolution”. Un 73% provenía de una dieta omnívora antes de cambiar y, según estudios del 2023, en España predominan las mujeres (alrededor del 90% de vegetarianos) con edades entre 25-44 años (más del 70%), nivel educativo superior y residentes en áreas urbanas. Si vemos la tendencia general, el vegetarianismo ha crecido un 30% desde 2017, impulsado por preocupaciones éticas, ambientales y de salud.

Sin embargo, la afirmación de que ser vegetariano prolonga la vida no está respaldada por las pruebas o los hechos. Hay una idea extendida de que las dietas vegetarianas mejoran el microbioma intestinal, el peso corporal, la salud cardiovascular y la inflamación; sin embargo, como digo, no hay evidencia sólida que respalde estos efectos. La longitud de los telómeros, por ejemplo, un indicador de salud y de edad biológica, adolece de falta de evidencia de alta calidad sobre el efecto de las dietas vegetarianas. Además, los estudios que indican tasas de mortalidad más bajas para los vegetarianos que para los carnívoros parecen estar muy sesgados.

¿Y la carne? Aunque es un producto muy demonizado no existe un vínculo claro entre su consumo moderado y la enfermedad. La magnitud de la asociación entre el consumo de carne, la mortalidad por cualquier causa y los resultados cardiometabólicos adversos es muy pequeña, basándose en evidencia de baja certeza. Las zonas geográficas con gran número de centenarios no son particularmente vegetarianas. Más bien omnívoras. En general, la idea de que los vegetarianos viven más no parece unánime en la literatura científica ni está respaldada por la investigación actual. Así que la investigación disponible no indica la superioridad de las dietas vegetarianas sobre las flexitarianas.

Estos días hemos conocido la muerte de la “supercentenaria” Maria Branyas que con 117 años fue la persona más longeva del mundo. El Dr. Manel Esteller ha tratado de descubrir las claves o su “secreto genético” como lo han descrito en los medios. Y hemos conocido datos interesante sobre su microbiota y otros parámetros. Pero los genes y microbiomas sanos no explican la longevidad por sí solos. La señora Branyas no fumaba ni bebía alcohol, cosa que siempre ayuda, y su dieta fue “mediterránea”, es decir, variada con consumo sensato de carne y pescado, vegetales y productos frescos como el yogurt (incluso han difundido su marca favorita).

En su caso y en el de tantos, más que de “secreto”, podríamos hablar de “lotería”.

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