Opinión

Seamos curiosos

Cristina López Barrios
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

La curiosidad mató al gato. Con este dicho hemos crecido. Querer saber tiene un precio, eso nos lo dejaron claro desde el principio, y más si eras mujer. La mujer de Barba Azul que se adentra en la habitación prohibida, la mujer de Lot que se convierte en estatua de sal por mirar atrás, cuando le habían advertido de que no lo hiciera. Y así muchos más ejemplos en cuentos, mitologías y leyendas. El primero de todos el de Eva en el paraíso. Dejarse tentar por lo desconocido, probar. ¿A qué sabrá esa fruta de aspecto tan sabroso?

El conocimiento nos hizo mortales, eso aprendí en el colegio, y nos llevó de cabeza a nuestros sufrimientos cotidianos. Recuerdan: trabajarás con el sudor de la frente, parirás con dolor etc. ¿Qué hubiera sido de nosotros si no hubiéramos mordido esa manzana? Esa manzana de la conocida marca Apple, con su mordisco, no es casual. La curiosidad va unida al conocimiento. Muerde y conoce. Si me hago preguntas, es que busco respuestas. Si cuestiono lo que veo, puedo imaginar otra forma de vivir.

Me pregunto entonces: ¿por qué éramos nosotras las curiosas? ¿Quizá quisieron inculcarnos que transgredir las prohibiciones que nos habían puesto tenía un precio? ¿Qué hubiera sido de nosotras si les hubiéramos hecho caso? Quedaros quietas, conformaros.

Sin curiosidad no hubiéramos sobrevivido. O lo hubiéramos hecho de forma muy distinta.

Gracias a la curiosidad hemos progresado. Es un antídoto contra la pereza —un amigo dice que por ella entran todos los males— contra el conformismo, contra ese amansamiento al que nos lleva una sociedad de excesiva información y consumo que conduce a la parálisis. Dejarse arrastrar por el día a día, por sobrevivir a la cotidianeidad. Comernos el filete con patatas delante del televisor que nos muestra el horror de muchas noticias.

Carl Sagan, famoso astrónomo y divulgador científico y autor de Cosmos, dijo: “Hacemos que nuestro mundo sea importante por la valentía de nuestras preguntas y la profundidad de nuestras respuestas”. El valor de hacerse preguntas. La capacidad de asombrarnos. Sapere aude, decía Horacio: atrévete a saber, atrévete a pensar. Necesitamos seguir en movimiento, entender lo que pasa, preguntarnos. No hemos dejado de hacerlo. Lo que sí hemos abandonado es el tiempo necesario para pensar las respuestas. Nuestra atención está fragmentada, salta de una cosa a otra, se multiplica y se disuelve sin profundizar lo suficiente.

La curiosidad a veces incomoda. Exige tiempo, atención, pensamiento crítico antes las múltiples respuestas que pueden surgir. Nos empuja a crear, a buscar, a rebelarnos contra lo que nos adormece. Es motor de la ciencia, pero también del arte, de la literatura, de toda forma de belleza que nace del asombro, del malestar, de la denuncia, de la admiración. Sin ella, no habría descubrimiento, ni obra, ni palabra.

Si dejamos morir la curiosidad, nos convertimos en máquinas de repetición, en cuerpos que ejecutan sin preguntarse por qué. Por eso sigamos mordiendo la manzana.

TAGS DE ESTA NOTICIA